En Nueva York, Pedro Sánchez denunció sin rodeos el genocidio en Gaza, cargó contra Netanyahu y advirtió que la indiferencia ante la barbarie marcará a fuego a quienes callen.
EL GRITO DE PALESTINA EN LA ONU
Pedro Sánchez se presentó en la Asamblea General de Naciones Unidas el 22 de septiembre de 2025 con un discurso que no dejó resquicio para la ambigüedad. “El pueblo palestino está siendo aniquilado”, arrancó, en una intervención que sintonizó con el tono crítico de al menos 40 delegaciones. Lo dijo en la sala más simbólica del multilateralismo, donde 156 de los 193 Estados miembros ya reconocen a Palestina.
España fue pionera en mayo de 2024, y ahora Sánchez celebra que Francia, Reino Unido, Australia y Canadá se sumen, aunque subraya que no basta. El siguiente paso debe ser la admisión plena de Palestina en la ONU, un movimiento bloqueado este mismo año por el veto de Estados Unidos, que incluso impidió a la delegación palestina viajar a Nueva York.
El presidente habló de “rebeldía moral” frente a la indiferencia internacional, describió la conferencia organizada por Francia y Arabia Saudí como un “compromiso colectivo para frenar la barbarie” y advirtió: “La historia nos juzgará, y el veredicto será implacable con quienes callaron o miraron hacia otro lado”.
Sus palabras retumbaron en un contexto donde Israel mantiene una ofensiva que, según cifras de la ONU, ya se ha cobrado más de 60.000 vidas civiles y ha reducido a escombros hospitales, escuelas y viviendas. “En nombre de la dignidad humana, tenemos que parar esta matanza ya”, sentenció Sánchez, consciente de que la diplomacia no puede seguir disfrazando la complicidad.
APLAUDIDO EN COLUMBIA, ENFRENTADO A TRUMP
Horas antes, Sánchez fue recibido en la Universidad de Columbia, epicentro de las protestas propalestinas en Estados Unidos y objetivo de la represión de Donald Trump, que intenta ahogar financieramente a la institución. Allí encontró un público entregado: más de 500 estudiantes aplaudieron su defensa de la inmigración y sus críticas a Netanyahu.
“El nuestro no es el país del miedo, sino de la oportunidad. Hemos acogido a dos millones de inmigrantes y reducido el paro en un 40%”, recordó, para luego trazar la línea roja: “Una cosa es defender a tu país y otra cosa es asesinar a 60.000 civiles y matar de hambre a niños inocentes”. El contraste con el trumpismo fue explícito.
El acto, moderado por el historiador Adam Tooze, no permitió preguntas de los estudiantes, aunque Sánchez se reunió en privado con setenta alumnos españoles. A ellos y al auditorio dejó un mensaje claro: la libertad de expresión es el mejor antídoto contra el fanatismo, y silenciarla abre la puerta a la tiranía.
Mientras Columbia se blinda con controles policiales, Sánchez animó a los jóvenes a defender esas libertades frente a una ultraderecha global que, dijo, está ocupando el espacio dejado por la derecha tradicional en ruinas. En su cierre, evocó a Lincoln: un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Y añadió la advertencia que marcó toda su intervención en la ONU: que lo injusto no nos sea indiferente.
La disyuntiva ya no es entre derecha e izquierda, sino entre quienes aceptan la barbarie y quienes deciden enfrentarse a ella.
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