31 May 2025

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Privacidad de saldo: lo que Telegram ha vendido por 300 millones
DERECHOS Y LIBERTADES

Privacidad de saldo: lo que Telegram ha vendido por 300 millones 

Grok no entra en Telegram para ayudarte, sino para vigilarte. Musk lo sabe. Dúrov también.

UN ACUERDO QUE COMPRA TU PRIVACIDAD CON DINERO AJENO

300 millones de dólares al año. Esa es la cifra que Elon Musk ha pagado para integrar Grok, la inteligencia artificial de su empresa xAI, directamente en Telegram. No como una opción. No como un añadido voluntario. Como una integración obligatoria. Como un caballo de Troya digital.

Lo ha anunciado el propio Pável Dúrov, fundador de la app de mensajería que se vendía como garante de la privacidad frente a las grandes tecnológicas. Y lo ha hecho con una naturalidad que roza el cinismo: “una alianza para mejorar la experiencia”. Como si clavarle un chip en la nuca a 900 millones de personas fuese un gesto altruista.

Telegram ha dejado de ser un refugio digital para convertirse en una puerta trasera. Grok no es una IA neutra, ni un simple asistente conversacional. Es un sistema entrenado con los datos de X (antes Twitter), al servicio de un magnate obsesionado con la vigilancia, la manipulación y la rentabilidad. Un algoritmo diseñado no para escucharte, sino para analizarte, etiquetarte, venderte. Y ahora, gracias a Dúrov, también puede hacerlo desde tus chats privados.

¿Quién necesita Pegasus cuando puede tener Grok?

DE LA CRIPTOUTOPÍA A LA GEOPOLÍTICA DE LOS DATOS

Telegram nació en Rusia, se vendió en Dubái y ahora abre la puerta a Silicon Valley. En plena guerra digital entre bloques, Dúrov ha convertido su plataforma en una mina estratégica, perfecta para rastrear conversaciones de disidencia política, recopilar movimientos financieros, perfilar tendencias de consumo y anticipar malestares sociales.

Lo que parecía una herramienta de resistencia —usada por activistas en Irán, periodistas en México o sindicalistas en Francia—, ahora es una infraestructura sensible en manos de dos figuras autoritarias del capitalismo tardío: un libertarista megalómano y un criptofanático con ínfulas de mártir.

Y lo más alarmante: ninguna institución democrática ha dicho una palabra. Ni la Comisión Europea, ni las agencias de protección de datos, ni los gobiernos latinoamericanos que siguen promoviendo el uso de Telegram como alternativa a WhatsApp. ¿Van a seguir recomendándola ahora que es una plataforma vigilada por una IA estadounidense sin control público?

La soberanía tecnológica no se defiende con discursos vacíos, sino evitando que nuestras herramientas caigan en manos privadas sin escrutinio.

Un dato relevante: según Reuters, xAI —la empresa que desarrolla Grok— acaba de levantar 6.000 millones de dólares con fondos como Andreessen Horowitz, Sequoia y Fidelity. Es decir, el núcleo duro del capital especulativo. ¿Alguien piensa que Grok fue creado para ayudar a resolver tus dudas sobre películas o recetas?

NO ES UNA HERRAMIENTA, ES UN CAMBIO DE RÉGIMEN DIGITAL

Musk ya controla X, Starlink y ahora una vía directa a tus mensajes. Dúrov dice que Grok será opcional. Pero eso no es lo que ha firmado. La integración es sistémica: forma parte del backend de la app, lo que significa que podrá acceder a metadatos, interacciones, horarios, ubicaciones y más. Todo eso sin transparencia, sin auditorías externas, sin consentimiento informado. Todo eso por un cheque con seis ceros.

La privacidad no se negocia como si fuera un cupón de descuento. Se garantiza o se pierde.

Y mientras tanto, millones de personas siguen creyendo que usar Telegram es una decisión segura. No lo es. Desde este mes, usar Telegram es aceptar que Elon Musk se siente en tu conversación sin que lo invites. Porque la inteligencia artificial que ahora vive en tu app favorita no es una aliada: es un agente de control.

Hablan de revolución tecnológica. Pero lo que hay aquí es una contrarrevolución de la vigilancia, una privatización total del espacio comunicativo. Los algoritmos no solo filtran, ahora también absorben. Te etiquetan. Te preparan para ser mejor vendido, mejor manipulado, mejor controlado.

Ya no basta con encriptar: hay que resistir. Porque si el precio de hablar es ser escuchado por Musk, entonces hemos convertido la libertad de expresión en una trampa con micrófonos.

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