El líder del PP ha denunciado la «indignidad» del presidente Pedro Sánchez y del ministro del Interior, Grande-Marlaska, por, según él, negociar con el etarra «Kubati», a cambio de votos
El líder del PP, Pablo Casado, está usando todas sus armas en plena recta final de la campaña a las elecciones de Castilla y León para buscar hasta el último de los votos y convencer a los que están indecisos.
Casado ha visitado una quesería en Matadeón de los Oteros, en León, su pueblo paterno, en donde ha lanzado un bulo sobre el ministro de Consumo, Alberto Garzón, sobre el queso; ha asegurado dirigiéndose a un ganadero de Matadeón de Oteros que «muchas veces no había agua y tenían que beber vino», ha hecho comparaciones entre pueblo y ciudad, ha pronunciado un titular en el que dice que: «En Castilla y León surgió, no tan sólo la nación española, surgió la Hispanidad, que es el acontecimiento humano más importante después de la Romanización» y ahora ya solo le queda hablar de ETA.
Rodeado de barricas de vino en una bodega en Toro (Zamora), Pablo Casado ha denunciado la «indignidad» del presidente Pedro Sánchez y del ministro del Interior, Grande-Marlaska, por, según él, negociar con el etarra «Kubati», a cambio de votos.

«Podemos decidir entre el PP o los socios de Bildu, entre el crecimiento y el empleo o la indignidad de venderse a un asesino a cambio de un puñado de votos para seguir en La Moncloa. Por eso es tan importante lo que suceda el domingo», señaló Casado.
El presidente del PP ha recalcado que es «inaceptable» lo que han conocido acerca de que el Ministerio del Interior «ha contactado con líderes etarras para dar beneficios penitenciarios a los presos asesinos de la banda terrorista».
Por ello, el Partido Popular exige el cese inmediato de Marlaska, y que la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, «permita hoy mismo» una comisión de investigación. Con ese argumento, Pablo Casado, ha pedido directamente el voto para su candidato, Alfonso Fernández Mañueco.
El proyecto de Mañueco hace aguas
Parece que el proyecto de Mañueco está haciendo aguas en el peor momento. Le ha perjudicado notablemente el fiasco en la votación de la reforma laboral, que le ha salpicado sin remedio. Pablo Casado ha protagonizado un lamentable episodio y en lugar de pedir perdón a los votantes por un error que pasará a la historia, el líder popular se ha dedicado a alimentar descabelladas teorías sin pies ni cabeza.
A esto hay que sumarle la guerra interna entre casadistas y ayusistas por el liderazgo del partido, la dinámica positiva en la que ha entrado la extrema derecha española y el resurgir de la izquierda, que empieza a funcionar otra vez tras pagar el desgaste de dos años de pandemia y una crisis económica galopante.
Otro de los condicionantes ha sido la desastrosa campaña planteada por el propio Casado. Por lo tanto, y ya como última opción, solo le quedaba por sacar a pasear el fantasma de ETA, una máxima que todos los dirigentes populares cumplen a rajatabla cuando las encuestas van mal, cuando la prensa saca un escándalo de corrupción del partido o si sus índices de popularidad están por los suelos.
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