Los demócratas pensaron que la economía era su seguro de victoria, pero los votantes les devolvieron a la realidad
Durante años, los demócratas han vivido en una ilusión peligrosa: el crecimiento económico, con sus cifras impresionantes de PIB, era suficiente para asegurar el voto. La administración Biden y sus economistas se vanagloriaban de un 2.8% de crecimiento en el tercer trimestre de 2024, de los mínimos históricos en el desempleo y del incremento del 11% en los ingresos reales durante el mandato. Sin embargo, mientras los números reflejaban un “milagro económico”, las y los votantes sentían que su nivel de vida no mejoraba. Y cuando las estadísticas y la realidad de los hogares no coinciden, quienes sostienen que “la economía va bien” pierden credibilidad.
Para el 40% de los votantes, la economía fue el principal factor de decisión, y Trump capitalizó esa preocupación. Su simple pero efectiva pregunta: “¿Estás mejor que hace cuatro años?” dio en el clavo. Los demócratas estaban atrapados en un enfoque economicista, ignorando que el crecimiento ya no se traduce en bienestar general, sino que beneficia solo a una élite. Una gran parte de la población estadounidense sentía que trabajaba más para consumir menos. Los costos de alquiler, seguros de salud y alimentos siguen disparados, y mientras las cifras del PIB suben, la realidad para la mayoría es cada vez más sombría.
El error de los demócratas fue asumir que los votantes se contentarían con los “grandes números” y no verían las contradicciones de una economía donde crecer significa perder calidad de vida. La producción económica ya no tiene relación con el bienestar colectivo. Para millones, el crecimiento se refleja solo en aumentos en el precio de servicios básicos, mientras la distribución de la riqueza sigue concentrándose en las capas más altas. En lugar de una alternativa política que protegiera a la mayoría trabajadora, se apoyaron en el “crecimiento”.
REALIDADES INCOMODAS: UNA SOCIEDAD CANSADA DEL CONSUMO SUPERFICIAL
El gasto en salud y vivienda representa el 62.8% del crecimiento del consumo de los hogares, lo que distorsiona la percepción de bienestar. La economía de servicios en la que se basan las cifras de éxito no incluye los gastos de alquiler y seguros como un aumento real de poder adquisitivo. La gente no consume más porque tenga más dinero, sino porque la precarización les obliga a gastar en necesidades básicas. No hay crecimiento en los hogares cuando el presupuesto se va en sobrevivir.
Para empeorar la situación, el “crecimiento” de Biden también dependía de sectores militar y tecnológico. Aunque estos sectores aportan grandes sumas al PIB, no se traducen en una economía que beneficie al pueblo. El presupuesto de defensa absorbió el 21% del crecimiento del tercer trimestre de 2024. Mientras tanto, el sector tecnológico concentra el gasto en inteligencia artificial y mercados especulativos, beneficiando solo a la minoría más rica. La economía que tanto celebran los demócratas es una ficción para la gran mayoría.
Los votantes no se dejan convencer por los gráficos de crecimiento de Wall Street. La realidad es que la brecha de desigualdad crece y el gasto de los hogares más ricos representa el 40% del consumo, mientras que el 40% de las rentas más bajas apenas representa el 20%. El pueblo estadounidense ya no es el motor del consumo; ese rol ha quedado reservado para los más ricos.
ENTRE UNA DERECHA REACCIONARIA Y UNA IZQUIERDA DESCONCERTADA
La incapacidad de los demócratas para conectarse con la realidad económica del pueblo ha sido una carta en blanco para Trump. Un sistema bipartidista, donde los demócratas ni siquiera ofrecen ya una defensa sólida de los derechos sociales, facilita que discursos reaccionarios encuentren eco en las y los votantes. Y mientras la derecha ataca de frente las necesidades reales de la ciudadanía, los demócratas prefieren seguir en el espejismo de sus estadísticas de crecimiento.
Trump, un multimillonario beneficiario de la acumulación económica que empobrece a los hogares, ha sido capaz de presentar una retórica “pro-pueblo” que caló en las y los votantes, mientras los demócratas se anclaban en un discurso optimista sobre una economía que solo les favorece a ellos. La decepción popular ha sido instrumentalizada por el magnate, quien no duda en prometer rebajas fiscales a los más ricos y proteccionismo para aumentar aún más los precios.
Así, tras una campaña donde el Partido Demócrata no supo escuchar ni proponer alternativas reales, Trump ha vuelto al poder con el apoyo de una población que ya no cree en las promesas de crecimiento sin redistribución. Los demócratas se equivocaron al pensar que la economía era solo cuestión de estadísticas, sin entender que, en el fondo, también es una cuestión de dignidad y justicia. Votar al menos malo ya no basta para un pueblo cada vez más empobrecido.
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