La batalla interna del Partido Popular es más evidente que nunca: Ayuso desafía, Feijóo calla. ¿Hasta cuándo podrá seguir soportando la humillación?
Javier F. Ferrero
La figura de Alberto Núñez Feijóo se desmorona bajo el peso de su propia inacción. Un líder que no lidera es, en el fondo, un espectador de su propia caída. Feijóo, incapaz de imponer su autoridad en el seno del Partido Popular, asiste impasible al espectáculo de un partido cada vez más fracturado, controlado de facto por Isabel Díaz Ayuso, cuya ambición política no tiene límites ni frenos. En lugar de confrontar las aspiraciones desmesuradas de la presidenta madrileña, Feijóo elige el silencio. Un silencio que no es prudencia, sino rendición.
Díaz Ayuso ha hecho del desafío a la autoridad una marca personal. Su negativa a asistir a la reunión convocada por Pedro Sánchez no es un simple gesto de desobediencia: es una declaración de guerra, no contra el presidente del Gobierno, sino contra su propio partido. Feijóo, quien había solicitado la presencia de todos los presidentes autonómicos del PP para plantar cara a Sánchez, ve cómo Ayuso le humilla al desmarcarse públicamente, acusando a sus compañeros de ser «cómplices» de la destrucción de España. La presidenta madrileña no solo desoye, sino que desacredita a quienes, siguiendo las instrucciones del líder, acudieron a la Moncloa. Y en esta guerra interna, Feijóo guarda silencio, un silencio que se siente como la aceptación tácita de que su liderazgo es ficticio, simbólico, vacío.
LA FARSA DEL LIDERAZGO Y EL SECUESTRO DEL PARTIDO
Feijóo representa esa figura trágica del líder que no lidera, el que pretende mantener las formas mientras el poder real se le escapa entre los dedos. Ayuso no solo desafía el liderazgo del Partido Popular, lo ha secuestrado sin que nadie se atreva a intervenir. Lo que está en juego aquí no es solo una cuestión de disciplina interna, sino el modelo mismo de partido. Un partido que permite que la lealtad se convierta en papel mojado, donde las decisiones no se toman en función del proyecto colectivo, sino de las ambiciones individuales.
La estrategia de Ayuso es clara: cuanto más errático se muestre Feijóo, más consolidará ella su posición como la única voz verdaderamente fuerte del Partido Popular. Este juego de sombras está desangrando a la derecha española, que ya no sabe a quién seguir, si al líder nominal o a la que actúa como líder de facto. Feijóo, quien alguna vez fue presentado como la gran esperanza para una derecha moderada y firme, se ha revelado incapaz de manejar a las y los suyos. Su falta de control no es solo un problema de autoridad, sino de credibilidad. ¿Cómo puede un líder que no controla su propia casa pretender gobernar un país?
LA RETÓRICA VACÍA COMO EXCUSA PARA LA AMBICIÓN
Ayuso ha convertido su discurso en una amalgama de retórica hueca sobre la ruptura de España y el peligro del independentismo, cuando en realidad su única preocupación es la consolidación de su poder personal. El rechazo a la reunión con Sánchez, argumentado bajo la supuesta defensa de la unidad territorial, no es más que un pretexto para desafiar, no al presidente del Gobierno, sino a Feijóo. En su lenguaje exaltado, cargado de alarmismo, se esconde un mensaje mucho más peligroso: Ayuso está dispuesta a dinamitar cualquier estructura que no le sirva a sus intereses personales, y eso incluye a su propio partido.
Su ataque a las y los presidentes autonómicos del PP que acudieron a la Moncloa bajo el mandato de Feijóo es un mensaje claro: quien no esté con ella está en su contra. Al tacharles de legitimadores de la destrucción de España, Ayuso no está haciendo política nacional, está haciendo política interna. Está dibujando una línea divisoria en el PP: quienes se alinean con Feijóo y los que, como ella, están dispuestos a desafiarle abiertamente. Este tipo de maniobras no son novedosas en la historia de la política, pero pocas veces hemos visto un despliegue de tal descaro en un partido que alguna vez fue el referente de la derecha española.
Lo más alarmante es que, a diferencia de otras figuras que en su momento desafiaron a las cúpulas de sus partidos, Ayuso no presenta un proyecto alternativo, ni una visión política diferente. Su única motivación es la preservación y expansión de su propio poder. La defensa de la unidad de España, la denuncia del supuesto sometimiento de las regiones al independentismo, no son más que herramientas retóricas vacías que utiliza para cimentar su figura.
¿CUÁNTO MÁS PUEDE AGUANTAR EL PP?
La pregunta que subyace a todo este espectáculo es cuánto tiempo puede aguantar el Partido Popular una situación de este tipo. No es la primera vez que el PP enfrenta divisiones internas, pero nunca una figura había ejercido tanto poder sin asumir abiertamente el liderazgo. Ayuso es, en todos los sentidos, la figura más poderosa del PP, y lo ha conseguido desobedeciendo, desafiando y, sobre todo, humillando a quien formalmente debería estar al mando.
Feijóo se encuentra atrapado. Si desafía a Ayuso, corre el riesgo de una guerra interna que podría acabar con su liderazgo, pero si sigue consintiendo sus desplantes, lo que está en juego es la cohesión del partido. El poder de Ayuso ya no reside en su cargo autonómico, sino en su capacidad para moldear la narrativa interna del PP y silenciar a sus críticos.
El Partido Popular, lejos de enfrentarse a Sánchez, parece estar enfrentándose a su propia descomposición interna. La verdadera batalla no está en Moncloa, sino en Génova, y en esa batalla, Ayuso ha demostrado que no tiene rivales dentro de su partido.
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