Franz S. Heiligen
El sábado por la noche, quienes estaban en situación de razonar a un nivel básico y eran capaces de juntar dos conceptos con un mínimo de coherencia preveían que Francia iba a ser una Argentina 2.0. Francia llevaba camino de caer en las manos del fascismo, vía segunda vuelta de las elecciones legislativas, tal como ha venido ocurriendo en otros países del viejo continente. Por suerte o por desgracia (todo depende de la perspectiva de cada uno), a las pocas horas de la victoria del Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen en la primera vuelta de las mencionadas elecciones, el líder de Francia Insumisa llamó a la creación de un Nuevo Frente Popular que tardó escasas cuarenta y ocho horas en tomar forma. El resto de la historia ya lo conocemos todos y todas.
Y como la historia ya la conocemos todos y todas, quisiera centrar la visión de este artículo en la reacción que los medios de comunicación han tenido respecto de la figura de Jean-Luc Mélenchon, cara visible de esta victoria de la izquierda francesa, después de las elecciones. Para ello, partiremos de dos premisas.
- Que la parte de la sociedad que posee el poder económico (y por ende también el político) tiene ideología, tiene objetivos y no va a renunciar a tener colocados a sus candidatos en los puestos importantes por un mero resultado electoral, algo sencillamente irrelevante para ellos.
- Que las estrategias que el establishment usa para poner y quitar a jefes de gobierno se repiten continuamente in aeternum, de forma que a estas alturas del partido pueden llegar a ser incluso reconocibles.
Así las cosas, vamos a describir y ejemplificar cuatro estrategias que los medios de comunicación pertenecientes al establishment han usado, están usando, y seguramente seguirán usando para evitar el acceso al poder por parte de un partido que sea contrario a sus intereses.
- La falacia de la centralidad política. Desde hace años se nos ha martilleado con la idea de que ser de derechas “es lo normal”, es lo centrado y es lo que debería elegir cualquier persona cabal y razonable.
En el caso del centrado político autor del tweet que podemos ver sobre estas líneas, podemos entender que, para él y para el partido al que representa, lo centrado y lo razonable consiste en conceder bula a los fondos de inversión para especular con nuestros derechos, en negar el acceso al medicamento que curaba la Hepatitis C o en desmantelar la educación pública que nos ha permitido a los hijos de la clase obrera acceder a una titulación universitaria.
Por otra parte, el intento de presentar a las ideologías de derechas como “lo normal” existe como estrategia, llamada “principio de la unanimidad” desde tiempos de Joseph Goebbels.
- La falacia de los extremos. Cuando el mito de la centralidad cae por su propio peso, el siguiente paso de los medios de desinformación del establishment consiste en identificar conceptos que son totalmente opuestos.
En un primer momento, este “colaborador” pretende describir a ambos contendientes como “igual depeligrosos” e “igual de antisistema”. En el plano dialéctico, este argumento es terriblemente sencillo de comprender. No obstante, si partimos de la base de que “el sistema” se llama capitalismo, veremos que, mientras el partido de Le Pen, tal como podemos ver en su artículo de Wikipedia, es un partido ultracapitalista, el de Mélenchon reúne sensibilidades que van desde la socialdemocracia hasta el anticapitalismo. Así pues, no, no son iguales.
A continuación, el mismo “colaborador” argumenta que sólo uno de cada cuatro franceses tiene a su presidente. Esto estaría bien si los resultados electorales se establecieran en base al total de la población de Francia, pero por desgracia las cosas no funcionan así. Si, en un principio, nos ponemos de acuerdo en que los resultados se establecen en base al total de los votos emitidos, no puedes quejarte de que una minúscula minoría de la población ha votado al ganador cuando tu partido pierde. Esta afirmación es un ejercicio de demagogia y un intento absurdo de deslegitimar unos resultados electorales cuando te son adversos.
- Identificación con líderes políticos negativos. En un contexto ultrabelicista y ultrapolarizado como este en el que estamos viviendo, la creación de “enemigos de la humanidad” tiene sus ventajas. Por una parte, de cara al exterior, sirve para justificar guerras e invasiones. De ello podemos encontrar ejemplos hasta la saciedad. En cambio, de cara al interior, estos “enemigos” sirven para identificar a figuras políticas “no convenientes”. En un pasado no demasiado remoto, la responsabilidad de ser el villano de esta historieta de cómic a la que llamamos historia recayó sobre el presidente de la República de Venezuela, Hugo Chávez, y más tarde sobre su sucesor, Nicolás Maduro. Sin embargo, desde la invasión de Ucrania por parte del ejército ruso en 2022, el presidente Vladimir Putin desplazó de su puesto a sus homólogos latinoamericanos.
“Mélenchon es una figura bastante cercana a Moscú”. Si recurrimos nuevamente a Wikipedia, veremos que el partido en el que milita el presidente ruso, Rusia Unida, se autoidentifica como conservador, nacionalista y centrista (con esa centralidad política de la que hemos hablado unas líneas más arriba) y que se le suele situar en la derecha del espectro político. Así pues, podemos ver que, si alguien es cercano a la ideología imperante en la Federación Rusa, ese no es el candidato del Nuevo Frente Popular.
Por otra parte, el “colaborador” argumenta a continuación que esto va de dividir a Occidente y de acabar con la democracia y que el gran conflicto que tenemos en el siglo XXI no es entre progresistas y conservadores, sino entre demócratas y autoritarios. En palabras mundanas, esto vendría a significar que pases de intentar mejorar tus condiciones de vida porque si desmontas nuestro tinglado vendrá el coco y te comerá y que todo lo que no sea lo que yo pienso es ser un dictador.
Descalificación personal. Finalmente, mediante este recurso, se presenta al candidato de turno como una especie de personaje grotesco, despótico y escasamente capacitado para dirigir el gobierno de ningún país.
Dejando de lado la ristra de improperios (divisivo, polémico, tóxico, antisemita y prorruso, tal como hemos dicho en el apartado anterior) que la periodista dirge al vencedor de las elecciones legislativas francesas, no deja de resultar curioso que, según ella, Jean-Luc Mélenchon se siente legitimado para aplicar ese programa de izquierdas. Cuando uno se dedica a informar sobre política, debería saber que todos los partidos políticos que concurren a una cita electoral lo hacen defendiendo un programa político. Tras esto, los electores votan y hay un ganador. Sobre el papel, el ganador de unas elecciones tiene tota la legitimación del mundo para aplicar su programa electoral, independietemente de su color político. Pretender torpedear a un gobierno salido de las urnas desde el minuto uno no es algo propio ni de una televisión pública ni de una democracia madura y consolidada.
A todo esto, cualquier parecido de todo lo visto en este artículo con la política española es pura coincidencia.
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