Por Franz S. Heiligen
A veces, cuando una persona utiliza ciertas palabras o expresiones, estas dicen más de la persona que las utiliza que de la persona a la que van dirigidas. De la misma forma que se puede adivinar la procedencia de alguien por su forma de expresarse, también se puede hacer lo propio con las tendencias políticas. A este efecto, os presentamos este cómodo manual que os permitirá, cuanto menos, intuir de qué pie cojea vuestro interlocutor. Empecemos.
- Negación de la historia. La visión de la historia como una serie de compartimentos incomunicados entre sí y no como una larga e interminable serie de causas y consecuencias que han desembocado en el mundo que conocemos es una estratagema típica que sirve a algunos para eludir ciertas responsabilidades históricas de los que fueron sus correligionarios. Pongamos un ejemplo. Hace algunos años, el entonces diputado Albert Rivera dijo que “en 1936 los españoles cogieron un fusil y empezaron a matarse entre ellos”. De esta forma, daba a entender que la guerra civil española fue, prácticamente, producto del aburrimiento, y no la consecuencia de un golpe de estado planeado y ejecutado por las élites para aniquilar a un gobierno que no les resultaba conveniente. Por lo tanto, descargó a su bando de la responsabilidad que tuvo en ella. En asuntos más cercanos en el tiempo, vemos que hay personas que se empeñan en dar a entender, por ejemplo, que el conflicto entre Rusia y Ucrania empezó por arte de birlibirloque el 24 de febrero de 2022 o que el conflicto (por llamarle de alguna forma eufemística) entre Israel y Palestina empezó el 7 de octubre de 2023. No obstante, sabemos perfectamente que ambos vienen de mucho más atrás. Esto, además de para insultar la inteligencia de las personas, sirve para descargar de responsabilidad a aquellos a quienes interesa presentar como víctimas.
- Hitler era socialista porque lo dice el nombre de su partido. En la misma línea que lo que hemos visto en el párrafo anterior, tenemos este mantra repetido por la carcundia más rancia de la sociedad. Sí, está claro que el partido de Adolf Hitler se llamaba Partido Nacionalsocialista del Trabajo Alemán, pero también es cierto que el ideario socialista expuesto por Karl Marx en El Capital defiende la socialización de lo que el propio Marx llamó medios de producción. ¿Y alguien podría decirme cuántos medios de producción socializó Adolf Hitler durante su mandato? A ello deberíamos añadir el hecho de que Adolf Hitler era tan socialista que a los socialistas los marcaba con un triángulo rojo invertido y los enviaba a los campos de concentración. De esta forma, la extrema derecha intenta desvincularse de las atrocidades cometidas bajo un régimen de extrema derecha.
- Alabanza del mundo empresarial. Todos y todas sabemos que un empresario es un ser de luz revestido de un aura casi mística y divinal y cuyo único objetivo en la vida es dotar, de una forma totalmente caritativa y misericordiosa, de un medio de subsistencia a los pobres y míseros mortales. Es por esto que todo aquel que no le baile el agua al empresario o al ricachón de turno se verá irremediablemente convertido en un despreciable ser infecto, en un vago y en un potencial destructor de la economía patria. También es muy común relacionar ese mundo empresarial, esa selva despiadada e inclemente, con un concepto anacrónico, caduco y trasnochado de lo que para algunos es la masculinidad. En contraposición con todo esto, el mundo del funcionariado, en toda su amplísima diversidad, es visto como un remanso de vagos e inútiles cuyo único objetivo en su abyecta existencia no sería otro que vivir del cuento y de un sueldo que, en tanto que es pagado por la administración competente, es visto como una subvención. Curiosamente, muchos de esos profetas de la privatización de absolutamente todo (Soraya Sáenz de Santamaría, José Luis Martínez-Almeida, Macarena Olona, Alberto Núñez Feijóo, incluso el misterioso M. Rajoy, y la lista es interminable) forman parte del cuerpo de funcionarios del estado.
- Subvencionados. Por el motivo que sea, el tema de las subvenciones preocupa enormemente a los españoles de bien, hasta el punto de tratar como apestados a quienes reciben dinero público sin ser de su cuerda ideológica. Dicho de otra forma, todo aquel que reciba dinero procedente de mis impuestos (porque, en toda España, yo soy el único que paga impuestos, no lo olvidemos) tiene que decir lo que a mí me dé la gana, que para eso le pago. No hablaremos sobre los complejos de inferioridad porque para eso están los expertos. Tampoco diremos que esta no deja de ser una forma (más) de desacreditar la opinión del oponente político (al haber recibido dinero de alguien, mi obligación es transmitir la opinión de ese alguien). En cualquier caso, está claro que, si esas subvenciones se las hubieran concedido, en una situación estrictamente hipotética, a entidades bancarias en forma de rescate o a medios de comunicación, también de forma hipotética, en forma de publicidad institucional, esas subvenciones ya no serían tan mal vistas.
- Perroflauta. Según la Real Academia Española, un perroflauta es una persona, generalmente joven y de aspecto desaliñado, que toca la flauta como medio de subsistencia y suele ir acompañada de un perro y su primer testimonio documentado data de 2005. Con el devenir de los años, el vocablo ha servido para designar, de forma despectiva por parte de los españoles de bien, a aquellas personas pertenecientes al movimiento o con estética okupa. Así las cosas, el uso de este término por parte de una persona podría dar a entender ciertas cosas. Sin embargo, a raíz del Caso 4F, relatado en la película documental Ciutat Morta (2013), en el que la estudiante de literatura Patricia Heras, que se encontraba en el hospital después de un accidente de bicicleta fue detenida porque sí por la policía, podemos extraer ciertas conclusiones. No entraremos a discutir por qué motivo la policía entró en el hospital con dos detenidos heridos procedentes del desalojo del Palacio Alós y se fue con tres personas, pero eso daría para discutir bastante. La cuestión es qué clase de persona sería capaz de confundir o relacionar la estética alternativa queer de Patricia Heras con la estética okupa perroflauta de los otros dos detenidos. Tal vez alguien que se dedicara a llamar perroflauta, en un notorio alarde de estrechez de miras, a todo aquel que no se ajustara a la estética de los españoles de bien.
- Casoplón. Desde la adquisición, por parte del matrimonio Iglesias Montero, de un chalet en 2018 este vocablo ha estado resonando ad nauseam en todas partes. Por lo que parece, la gente de izquierdas tiene una especie de obligación moral de vivir en cavernas y de alimentarse prácticamente de lombrices y excrementos, pero no. Ser de izquierdas no consiste en hacer voto de pobreza de forma voluntaria, sino en intentar que nadie tenga que hacerlo de forma obligada. Curiosamente, sobre los casoplones que adquirieron Pablo Casado o Santiago Abascal, ambos también en 2018, o sobre el de Isabel Díaz Ayuso en 2023, la prensa no dijo ni pío. Claro, los de derechas tienen bula papal para (casi) todo.
- Con los moros no os atrevéis. Esta frase puede ser atacada desde varios puntos a la vez. Por una parte, el hecho de que una persona se dedique a defender, a justificar o incluso a alabar represalias, como el atentado ocurrido en la redacción de la revista humorística Charlie Hebdo en 2015, ya da a entender muchas cosas sobre esa persona, como que lo único que separa a esa persona de cometer un atentado terrorista con muertos de por medio es el código penal. Por la otra, el hecho de criticar en general a la religión católica y en particular a su brazo armado, la Conferencia Episcopal, es también criticar a una institución que, en términos históricos, ha gozado (y sigue gozando) de un inconmensurable poder y de una no menos inconmensurable impunidad. Criticar argumentadamente a la institución que quemó a mujeres en la hoguera, que impuso a la fuerza su modelo de sociedad y que aún a día de hoy pretende fijar los cánones de lo que la vida de las personas tiene que ser no es otra cosa que un acto de justicia. Criticar una religión sobre cuyos fundamentos no tienes la menor idea y cuyos fieles son una minoría no es sino un acto de cuñadismo.
- Ese no tiene ni idea de lo que significa ese símbolo. A priori, cualquier persona que luce un símbolo, siempre que no sean adolescentes con camisetas de bandas de rock, suele saber lo que significa. Otra cosa es que se pretenda desacreditar a quien porta símbolos de la ideología contraria dibujándolo como una suerte de mermado mental. De esta familia también serían expresiones del tipo “le han comido el coco”. Es curioso que nunca “le han comido el coco” al que piensa como yo.
- Se están perdiendo los valores cristianos. En primer lugar, esos “valores cristianos” en realidad son valores universales, y ninguna religión tiene su exclusiva. En segundo lugar, no se están perdiendo los valores cristianos, sino que se están imponiendo los valores capitalistas.
- Yo no tengo por qué pagarle las cosas a nadie. Por supuesto, nadie tiene por qué pagarle nada a nadie porque, en un mundo tan ideal como inexistente, todos tendríamos sueldos suficientes como para hacer frente a todos los imprevistos que nos fueran surgiendo a lo largo de nuestras vidas. Sin embargo, ese mundo ideal no existe, y, a tenor del camino que están tomando los acontecimientos, lo más probable es que no exista nunca. Por esto, la forma de que todos y todas podamos ver cubiertas una serie de necesidades indispensables para nuestra supervivencia es hacer un fondo común. Sí, también sé que no es tu problema que tal o cual persona se muera de hambre o de una enfermedad, pero piensa que, si alguien secuestrara un hospital a lo John Q,exigiendo una intervención quirúrgica a la que no pudiera hacer frente, o si hubiera manifestaciones masivas con millares desposeídos que no tuvieran un mendrugo que echarse a la boca, también te quejarías.
- Todas las opiniones son respetables. En el caso, también hipotético, de que un yerno de esta persona opinara que su mujer “no necesita trabajar” y se lo recordara cada día de forma expeditiva y, sobre todo, enérgica, habría que ver si esta persona seguiría “respetando todas las opiniones”. Sea como sea, cuando alguien saca esta bandera, suele significar que la menos respetable de las opiniones es la suya.
- La dictadura de lo políticamente correcto. Por lo visto, la obligación de tratar a alguien, sean cuales sean sus circunstancias, con el mínimo e indispensable respeto, para algunas personas es una dictadura. A veces te tienes que reír…
- La superioridad moral de la izquierda. Tú sabrás lo que defiendes y en lo que ello te convierte.
- Si los independentistas no se sienten españoles, ¿por qué se presentan al Parlamento? Pues básicamente porque, en tanto que son españoles, ya sea por obligación o por devoción, la Constitución les da derecho a hacerlo. ¿O acaso pretendemos que sólo puedan ser diputados los españoles muy españoles y mucho españoles? Eso sería el sueño húmedo de más de uno y más de dos.
- Debería gobernar la lista más votada. El uso de esta expresión, además de unas marcadas tendencias fachuzas, denota un absoluto (o interesado) desconocimiento de nuestra legislación, concretamente del artículo 99 de esa Constitución Española por la que tanto se rompen la camisa los fachuzos en cuestión.
- Lo quieras o no, tú eres español y esta es tu bandera, pero luego enarbolamos la bandera de la libertad individual y de no sé qué respeto irrestricto al proyecto de vida de cada persona.
- En la guerra civil los dos bandos mataban. Sí, claro, y el agua está mojada, los perros ladran y dos más dos son cuatro. Cualquiera que utilizara esta frase en una conversación debería ser invitado amablemente a abandonarla para que pudieran hablar los adultos. La cuestión, en este caso, sería quién o cómo empezó la guerra civil. Sí, claro, la empezó el PSOE cuando intentó dar un golpe de estado en 1934, todo el mundo lo sabe. Curiosamente, ningún español de bien hace nunca referencia o, en caso de hacerla, es para justificarlo, ni al golpe de estado de 1936, el que no se quedó en intento y que ya sabemos cómo acabó, ni al de 1932. En caso contrario, el argumentario fachoso recurre a un clásico, el “pucherazo” de 1931, o lo que es lo mismo, el típico “si yo no gano las elecciones es que hay fraude” repetido in aeternum desde hace casi un siglo.
- ¿Para cuándo el día del hombre/del orgullo heterosexual? Otro clásico de la argumentación fascistoide es poner al mismo nivel a opresores y a oprimidos.
- Yo no soy ni de derechas ni de izquierdas, pero nunca me verás defender la subida de SMI, el intervencionismo económico, la nacionalización de sectores estratégicos, la sanidad y/o la educación públicas, los derechos de los trabajadores…
La lista puede hacerse casi eterna si mantenemos los oídos atentos. Bien es cierto que también se podría confeccionar una lista con los vocablos y expresiones más usados por los zurdos de mierda, pero ese es un trabajo que deberán realizar los Wall Street Wolverine, Dallas Review, Roma Gallardo, El Xokas, Un Tío Blanco Hetero, Agustín Laje… si es que realmente saben.
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