Ahmed Manasra ha sido liberado tras sufrir tortura legal, aislamiento y deterioro mental extremo
Ahmed Manasra fue detenido en 2015 con solo 13 años. Hoy, con 23, ha sido liberado tras pasar más de nueve años en prisiones israelíes, dos de ellos en aislamiento, y con un diagnóstico de esquizofrenia. Su caso no es una excepción, sino un reflejo de cómo el Estado de Israel utiliza el encarcelamiento de menores palestinos como herramienta de represión y control.
En octubre de 2015, durante la llamada Intifada de los Cuchillos, Ahmed y su primo Hassan, de 15 años, fueron acusados de apuñalar a dos israelíes en el asentamiento de Pisgat Ze’ev, en Jerusalén Este. Hassan fue abatido por la policía, mientras que Ahmed fue atropellado por un coche y golpeado por transeúntes israelíes. Un vídeo que muestra a Ahmed herido en la calle, sangrando de la cabeza mientras es insultado por los presentes, se viralizó en las redes sociales.
A pesar de que los tribunales reconocieron que Ahmed no participó directamente en los apuñalamientos, fue condenado por intento de asesinato y sentenciado a 12 años de prisión, reducidos posteriormente a 9 años y medio. Durante su detención, fue interrogado sin la presencia de un abogado ni de sus padres, en violación de los estándares internacionales de derechos del niño.
UNA POLÍTICA SISTEMÁTICA DE ABUSO Y TORTURA CONTRA MENORES PALESTINOS
Ahmed pasó casi dos años en régimen de aislamiento, encerrado 23 horas al día en una celda pequeña, lo que deterioró gravemente su salud mental. Fue diagnosticado con esquizofrenia por un médico de Médicos Sin Fronteras, quien advirtió que su encarcelamiento continuo podría causar daños permanentes.
Las autoridades israelíes rechazaron repetidamente las solicitudes de liberación anticipada de Ahmed, argumentando que su condena por «terrorismo» lo hacía inelegible, independientemente de su edad o estado mental. Esta postura refleja una política sistemática de criminalización y deshumanización de la juventud palestina.
Organizaciones como Amnistía Internacional han denunciado que el caso de Ahmed es emblemático de un patrón más amplio de abuso contra detenidos palestinos, especialmente niños. La directora regional de Amnistía Internacional para Oriente Próximo y el Norte de África, Heba Morayef, declaró que «nada puede reparar los años de injusticia, abuso, trauma y malos tratos que sufrió entre rejas».
La liberación de Ahmed no borra los años de tortura ni devuelve la salud mental perdida. Su caso es un recordatorio de cómo el sistema judicial y penitenciario israelí perpetúa la opresión y el sufrimiento de la población palestina, utilizando a los menores como instrumentos para imponer el miedo y la sumisión.
Israel lo llama justicia. Es apartheid judicial.
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