09 Oct 2024

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Lanzan pintura a Pilar Rahola por su posicionamiento a favor de Israel
DESTACADA, INTERNACIONAL

Lanzan pintura a Pilar Rahola por su posicionamiento a favor de Israel 

La agresión sufrida por Pilar Rahola no es un incidente aislado. Es una respuesta visceral a un discurso que blanquea la opresión y silencia las voces de las y los oprimidos.

En un contexto donde el sufrimiento del pueblo palestino ha sido ignorado por décadas, posicionarse a favor de Israel no puede ser tratado como un acto neutral o inocuo. La pintura roja que lanzaron sobre Rahola en un acto en La Garriga simboliza la sangre derramada en Gaza, la desesperación de un pueblo asediado y bombardeado bajo el silencio cómplice de quienes, desde la comodidad de sus tribunas, legitiman la violencia de un Estado que viola sistemáticamente los derechos humanos. Esta agresión no es solo una reacción desmedida: es el grito ahogado de quienes ya no encuentran espacio en los medios para expresar su dolor y su indignación.

El ataque refleja una frustración acumulada contra quienes se erigen como defensores de la narrativa oficial. Mientras Rahola reafirmaba su postura pro-israelí, las y los activistas que se levantaron en su contra lo hicieron conscientes de que el conflicto en Oriente Próximo no es solo una cuestión de opiniones: es una cuestión de vidas humanas que se pierden cada día bajo el fuego israelí.

LA COMPLICIDAD DE OCCIDENTE Y EL SILENCIO MEDIÁTICO

Es necesario preguntarnos hasta qué punto el relato dominante sobre Oriente Próximo ha sido moldeado para deshumanizar a las y los palestinos, presentándolos como meras víctimas colaterales o incluso como culpables de su propia desgracia. En un panorama mediático donde quienes denuncian los crímenes de Israel son etiquetados de radicales o antisemitas, las voces que defienden la ocupación israelí reciben cobertura y aplausos. ¿Cómo no esperar que la rabia termine explotando? Este ataque no se puede analizar de manera aislada; es el resultado de una narrativa global que ha despojado a las y los palestinos de su humanidad.

La visita de Pedro Sánchez al Papa, en un intento por debatir la crisis migratoria, añade otro nivel de hipocresía a la situación. Mientras Europa se muestra preocupada por el flujo de refugiados que llega a sus costas, poco o nada hace por abordar las causas estructurales que provocan esas migraciones. La política exterior europea, cómplice de la ocupación israelí y de las guerras en Oriente Próximo, ha empujado a miles de palestinos a huir de sus hogares. Pero cuando esas mismas personas llegan a las fronteras europeas, son recibidas con alambradas y discursos xenófobos. Rahola, en su defensa pública de Israel, representa ese doble estándar: justifica la violencia en Gaza mientras calla ante la realidad de quienes se ven forzados a abandonar su tierra.

LA LEGITIMACIÓN DE LA VIOLENCIA ESTATAL Y LA NECESIDAD DE UNA RESPUESTA POPULAR

Lo que muchas personas no quieren entender es que la violencia no solo está en las calles, sino que viene legitimada desde los Estados y sus voceros. El Estado de Israel ha ejecutado una política de apartheid contra las y los palestinos, ha bombardeado sin piedad a la población civil en Gaza y ha despojado de derechos fundamentales a millones de personas. Frente a esta realidad, la pintura roja arrojada sobre Pilar Rahola no puede verse únicamente como un acto vandálico; es una reacción directa a la violencia estructural que Israel ejerce con impunidad. Es un acto simbólico que denuncia la complicidad de quienes blanquean esa violencia desde los medios y el poder político.

Es inquietante que el sufrimiento palestino sea sistemáticamente invisibilizado en el debate público. Quienes defienden a Israel, como Rahola, no solo se posicionan políticamente; legitiman una ocupación que ha durado más de setenta años, que ha convertido Gaza en la mayor prisión a cielo abierto del mundo. La rabia de quienes lanzaron la pintura no es solo contra una periodista, sino contra todo un sistema que ampara y sostiene el apartheid israelí.

La agresión a Pilar Rahola es un recordatorio incómodo: mientras siga habiendo quienes justifiquen la opresión, habrá quienes no se callen, aunque les llamen violentos. Porque la verdadera violencia es la que se ejerce cada día contra el pueblo palestino, sin cámaras que lo cubran y sin periodistas que lo denuncien.

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