La denominada «Tragedia de la Harina» no es sino un capítulo más en esta saga de dolor y desesperación, un evento que, a pesar de su horror, apenas logra sobresalir en el mar de atrocidades que caracteriza al genocidio que Israel está cometiendo en Gaza. Más de un centenar de vidas han sido arrancadas, y centenares han quedado marcadas por las cicatrices de un encuentro fatal con la violencia, todo ello en medio de la angustiosa espera por un auxilio que, aunque prometido, parece más un espejismo en el desolado paisaje de Gaza.
La noche del suceso, la expectativa por la llegada de ayuda se convirtió en una trampa mortal. La presencia de vehículos cargados de asistencia humanitaria en el horizonte no fue el presagio de alivio esperado, sino el preludio de una catástrofe. La versión oficial israelí, plagada de contradicciones y ajustes temporales, intenta desviar la mirada de una verdad incómoda: el uso de la fuerza letal contra una multitud desarmada, hambrienta por recursos básicos como la harina y medicamentos. Esta narrativa oficial, lejos de ofrecer claridad, sumerge los hechos en un mar de ambigüedad, en un intento fallido por justificar lo injustificable.
La comunidad internacional, a través de voces disímiles, ha intentado reconstruir los acontecimientos, apoyándose en el limitado material visual disponible y en testimonios de quienes presenciaron la masacre. La discrepancia entre las declaraciones de las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF, por sus siglas en inglés) y los relatos de los sobrevivientes es abismal. Mientras que las IDF hablan de disparos al aire y de una multitud que se torna amenazante, los videos y testimonios sugieren una realidad mucho más sombría: un ataque sin provocación a personas cuyo único «crimen» fue buscar alivio en medio del asedio.
Este último episodio se suma a la larga lista de tragedias que han marcado la invasión y ofensiva israelí en Gaza, evidenciando una vez más la incapacidad o la falta de voluntad de las fuerzas israelíes para gestionar una crisis humanitaria de magnitud. El hecho de que estos sucesos ocurran en zonas bajo control técnico de Israel, frente a sus propias fuerzas armadas, plantea interrogantes profundos sobre la naturaleza de la ocupación y la responsabilidad moral y legal de Israel en la protección de los civiles palestinos.
El dolor de Gaza es un grito que resuena en la conciencia global, un recordatorio de la urgencia de encontrar una solución justa y duradera a un conflicto que ha cobrado demasiadas vidas. La «Tragedia de la Harina» no debe verse como un incidente aislado, sino como el símbolo de un fracaso colectivo para proteger a los más vulnerables entre nosotros. En este contexto de desolación, la comunidad internacional debe asumir un papel más activo, no solo en la condena de las atrocidades, sino en la promoción de la paz y la justicia.
Las vidas perdidas en Gaza son un testimonio del costo humano de la inacción y del silencio cómplice. Es hora de que las voces que claman por justicia sean escuchadas, y que los responsables de perpetuar el ciclo de violencia rindan cuentas. Solo entonces podremos esperar trazar el camino hacia una paz verdadera, en la que la dignidad y los derechos de todos sean respetados. La historia nos juzgará por nuestras acciones, o la falta de ellas, en este momento crítico. La «Tragedia de la Harina» debe ser un punto de inflexión, un llamado a la acción para todos aquellos comprometidos con la causa de la humanidad.
Related posts
SÍGUENOS
Trump y el perdón al rey del cripto: una lección de corrupción en tiempo real
El expresidente convierte el indulto a Changpeng Zhao en una operación de propaganda y autoprotección financiera.
De Franco a los ‘freedom fighters’: genealogía del nuevo autoritarismo cool
Del fascismo de uniforme al fascismo con filtro de TikTok.
El fascismo cotidiano: pequeños gestos que construyen monstruos
No hace falta un dictador para que el fascismo avance. Basta con la comodidad de quienes no quieren incomodarse.
Vídeo | LA ESPAÑA DEL ODIO 😤 El fascismo ya no se esconde en sótanos: ahora se tramita en ventanilla
El odio no es un meme: se financia, se registra y actúa con papeles oficiales. En el reportaje de Público hay todo un mapa del odio en España —partidos, asociaciones “culturales”, clubes— que cobran, organizan y normalizan la xenofobia. Hoy voy a ponerles nombre y cara (no por morbo, por prevención): Núcleo Nacional, Devenir Europeo (sí, la de Isabel Peralta), la Comunión Tradicionalista y la Falange. ¿Cómo es posible que el Ministerio “no lo viera venir”? Aquí no hay excusas: es impunidad institucional. Mira, comparte y apunta bien: para combatir el odio primero hay que ubicarlo.
Vídeo | No eres libre
Byung-Chul Han recogió este fin de semana el premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2025. En su discurso, el filósofo criticó duramente al sistema neoliberal, que nos ofrece una libertad ficticia basada en la autoexplotación, ante la atenta mirada de un nutrido grupo de representantes ibéricos y herramientas indispensables de ese mismo sistema neoliberal a nivel local. El autor de “La sociedad del cansancio” recordó que su obra busca cuestionar la ilusión de libertad que promueve el sistema neoliberal, un sistema ineficaz, injusto y ecocida que es incompatible con la sostenibilidad y la felicidad. Y mientras el pensador habla, reinas, princesas, burócratas y plebeyos fingen comprender al filósofo que los retrata. Un momento digno de recordar.
Seguir
Seguir
Seguir
Subscribe
Seguir