Su muerte tuvo un gran impacto en su entorno y suscitó el debate en los medios de comunicación de Alemania, pero seis meses después de lo sucedido, solo los restos carbonizados en los adoquines dan fe de lo que pasó
En septiembre del año pasado, Ella Nik Bayan, una mujer transgénero iraní de 40 años, se prendió fuego en la plaza Alexanderplatz de Berlín. Seis meses después, solo los restos carbonizados en los adoquines dan fe de lo que pasó.
Durante un tiempo los medios alemanes plantearon muchas preguntas, pero encontraron pocas respuestas y parece que el interés público ha disminuido desde entonces. Algunas personas de la comunidad trans vieron el acto de autoinmolación pública de Ella como una protesta, pero no dejó ningún mensaje ni explicación y algunos de sus amigos más cercanos sienten que no hubo un motivo político.
Edna, una coordinadora de trabajo social que conoció a Ella cuando llegó por primera vez a Magdeburg, dijo que era una persona muy amable y tímida y que siempre estaba sonriendo.
Ella había huido ilegalmente de Irán y llegó a Alemania a través de Turquía, una ruta común para los refugiados iraníes porque pueden ingresar sin visa. Llegó a Alemania en 2015 en un viaje lleno de dificultades.
En un principio no reveló su identidad de género y tardó casi un año en empezar a hacerle algunas preguntas a su trabajadora social. Como muchos otros miembros de la comunidad LGBTQ+ en Irán, había aprendido a reprimir quién era y cómo se sentía por miedo a ser perseguida y procesada.
Para Ella, declararse transgénero no fue sencillo, ya que se había criado en una familia religiosa conservadora en el sur de Irán casi sin acceso a información sobre identidades de género y orientaciones sexuales.
Edna recuerda como Ella fue a una clase de alemán que ella daba y le preguntó si era legal vivir allí como una persona gay. Más adelante, en otra conversación, que tuvo lugar en otoño de 2016, le dijo que no era gay pero que quería ser mujer y que se planteaba cómo podría vivir como una mujer trans.
En diciembre del mismo año, Ella visitó de nuevo a Edna. Llevaba esmalte de uñas solo en un dedo de su mano izquierda, uno de los primeros pasos de Ella hacia la transformación. Poco a poco, Ella comenzó a revelar su identidad de género pero solo con amigas cercanas como Edna o Lisa Schulz, que se hicieron amigas mientras trabajaba con refugiados en un centro comunitario en Magdeburg.
Atacada verbalmente, acosada e intimidada en las calles
El proceso tardó más de un año en llegar a su pleno apogeo. Ella solo quería ser aceptada como la mujer que era, pero la gente la atacaba verbalmente y era acosada e intimidada en las calles. Un día incluso una pandilla de jóvenes la atacó en un tren mientras amenazaban con violarla y Ella tuvo que defenderse con gas pimienta.
Su vida en Magdeburg no fue fácil. Tuvo que mudarse de casa cinco veces y acabó en un albergue para mujeres, que también tuvo que dejar porque algunas no la querían allí. En otoño de 2019, decidió mudarse a Berlín, conocida por tener un enfoque más liberal para la comunidad LGTBQ y por tener muchos espacios queer seguros, con la esperanza de ser más aceptada.
Kaveh Kermanshahi, quien trabaja con refugiados queer para LesMigraS, una organización que ayuda a personas trans y queer en Berlín, dice que muchos de estos espacios no son accesibles para los refugiados por varias razones: los solicitantes de asilo y los refugiados dependen de la ayuda financiera del gobierno, que no es mucha, por lo que no les resulta asequible ir a bares, cafés y clubes que se conocen como espacios queer.
Otro problema es que la mayoría de estos espacios están diseñados para hombres homosexuales cisgénero blancos y no para mujeres trans “de color”, por ejemplo. Además, está la barrera del idioma, explicó Kermanshahi.
La solicitud de asilo de Ella fue inicialmente rechazada, algo bastante común según Kermanshahi, ya que existe la percepción de que las personas trans tienen acceso a la cirugía de reasignación de género en Irán y que, posteriormente, viven “libremente”, una suposición falsa que debilita su solicitud de asilo.
Según la ley iraní, las tarjetas de identidad solo se entregan a las personas que se sometan a la operación de reasignación de género
De hecho, dice Kaveh, las personas transgénero en Irán deben someterse primero una terapia obligatoria e incluso aquellos que quieren una operación pueden esperar años antes de recibir el permiso. “En muchos casos, las personas se sienten forzadas a aceptar la terapia hormonal y la cirugía. Según la ley iraní, las tarjetas de identidad (con el género distinto al de nacimiento) solo se entregan a las personas que se sometan a la operación (de reasignación de género). Esto significa que muchas personas transgénero sienten que no tienen otra opción”, explica Kermanshahi.
Unos meses antes de que Ella se quitara la vida en julio, Lisa Schulz fue a visitarla. Había comenzado su terapia hormonal y se podían ver esos primeros signos de transformación en ella. Además, estaba haciendo un curso de capacitación que le permitiría solicitar un trabajo en una planta de producción de Tesla.
Lisa la vio feliz pero no era así. En la ley alemana, los solicitantes de asilo trans se identifican por su sexo de nacimiento y nombre asignados hasta que se les otorga el estatus de refugiado. Esto puede llevar varios años, lo que significa que Ella habría sido identificada como un “hombre” en todo su papeleo, aunque continuó luchando por ser aceptada en su nuevo lugar de residencia.
La tumba de Ella fue profanada
Un par de meses después de su encuentro con Lisa, Ella se quitó la vida. El lugar donde Ella se prendió fuego se convirtió en un santuario improvisado, donde la gente dejaba flores, velas y tarjetas, pero el odio no ha parado y en enero de este año, la tumba de Ella, que está en un cementerio de Berlín, fue destrozada por desconocidos que dejaron una lata de gasolina y un extintor en el lugar.
Nunca se sabrá por qué Ella decidió quitarse la vida de una manera tan pública, solo que tuvo que enfrentarse a múltiples obstáculos: desde huir de su país de origen hasta la larga burocracia del proceso de asilo y lo que parecía una sucesión aparentemente interminable de citas y consultas médicas, psiquiátricas y legales en su esfuerzo por, finalmente, ser ella misma. Sin olvidar la discriminación y el abuso que nunca parecieron detenerse.
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