No estamos volviendo a la Edad Media; estamos siendo empujados hacia ella por quienes ven en el retroceso la única forma de mantener su poder.
Cuando el pensamiento crítico retrocede, la ignorancia avanza con la cruz en alto y la ciencia es quemada en la hoguera del populismo. Esto no es una metáfora: lo que ocurrió en el Senado español con Jaime Mayor Oreja como figura central no es un debate cultural, es un asalto político orquestado por la ultraderecha para dinamitar la modernidad y arrastrarnos de vuelta a las tinieblas de la Edad Media.
Mayor Oreja, exministro del Interior y ahora patriarca honorífico de la retrógrada Network for Values España, utilizó un espacio público financiado por la ciudadanía para defender abiertamente el creacionismo y atacar la teoría de la evolución, negando el consenso científico más elemental. No se trata de un debate entre opiniones; es una declaración de guerra contra el conocimiento, la libertad y la dignidad de las personas. Su discurso no es solo un insulto a la inteligencia colectiva, es un intento deliberado de convertir la fe en norma y el dogma en ley.
EL CREACIONISMO: UNA ESTRATEGIA PARA LA DOMINACIÓN IDEOLÓGICA
No nos engañemos: la defensa del creacionismo no es una cuestión religiosa, es un arma política. Al sostener que “los científicos están ganando con la verdad de la creación frente al relato de la evolución”, Mayor Oreja no solo miente, sino que manipula de manera descarada para imponer una agenda reaccionaria que busca desmantelar los logros de la ciencia y sustituirlos por un sistema basado en la obediencia ciega.
El creacionismo, un disparate rechazado por cualquier comunidad científica seria, es una herramienta perfecta para quienes quieren socavar el pensamiento crítico. Si la ciencia puede ser reducida a una opinión, entonces cualquier verdad incómoda, desde la crisis climática hasta los derechos sexuales y reproductivos, puede ser eliminada sin resistencia. Este no es un debate sobre el origen de la vida, es un golpe a la educación, a la libertad de pensamiento y a los valores democráticos que sostienen nuestras sociedades modernas.
EL SENADO, SECUESTRADO POR EL FANATISMO
Lo que convierte este episodio en algo especialmente escandaloso es el espacio en el que se produjo. El Senado, una institución que debería proteger la democracia, se transformó en un altar para el dogmatismo y el odio. Este acto, amparado por la mayoría del Partido Popular en la Cámara Alta, no es una coincidencia, es una declaración de intenciones. La ultraderecha ha aprendido a utilizar las instituciones democráticas para destruirlas desde dentro, y la complicidad del PP en esta estrategia es imposible de ignorar.
No es solo una cuestión de aborto o de derechos de las personas LGTBI+. La celebración de esta cumbre es parte de una agenda más amplia que busca redefinir el concepto de libertad para justificar el retroceso en derechos fundamentales. Cuando Mayor Oreja habla de “modas dominantes rabiosas”, lo que realmente denuncia es la resistencia de una sociedad que se niega a aceptar el oscurantismo como nueva norma.
Este evento no es un hecho aislado; es parte de una ofensiva global coordinada por redes como la Network for Values, cuyo objetivo es colonizar las democracias bajo un discurso de odio enmascarado de defensa de los valores. Es el mismo manual que ya hemos visto en Estados Unidos con la agenda antiaborto o en Europa del Este con la persecución a personas LGTBI+.
UN FUTURO EN PELIGRO
Lo que está en juego no es solo la ciencia o el derecho al aborto. Lo que está en peligro es nuestra capacidad para vivir en una sociedad que valore la libertad, la igualdad y la dignidad. Si permitimos que el Senado sea utilizado como plataforma para discursos que niegan la evolución, desprecian los derechos de las mujeres y glorifican un modelo de familia único, estaremos aceptando que el retroceso es inevitable.
Esto no es un debate cultural, es una batalla por el alma misma de nuestra sociedad. Cada paso atrás que se permite a los Mayor Oreja de turno es un paso hacia un modelo de mundo donde la fe sustituye a la razón, la obediencia a la libertad y el privilegio a la justicia.
No estamos volviendo a la Edad Media; estamos siendo empujados hacia ella por quienes ven en el retroceso la única forma de mantener su poder. Si no respondemos con la contundencia que exige este momento, el próximo ataque será aún más brutal. Y para entonces, quizás ya sea demasiado tarde.
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