Ni las bombas ni el silencio internacional han podido borrar la sonrisa de un pueblo que se niega a morir.
RESISTIR CUANDO TODO SE HA PERDIDO
A pesar de la devastación, del hambre y de los crímenes cometidos cada día bajo la indiferencia de los gobiernos, el pueblo palestino sigue erigiéndose como un ejemplo de resistencia humana.
En Gaza, donde más del 70% de las viviendas han sido destruidas desde octubre de 2023 según datos de la ONU, las familias reconstruyen lo que pueden con sus manos. Sin maquinaria, sin ayuda exterior, sin descanso.
Un vídeo reciente, difundido por medios locales, muestra a un padre y su hijo imitando un trend de TikTok. Lo hacen entre cascotes y polvo, riendo mientras levantan muros improvisados con los restos de su casa. Esa escena resume mejor que cualquier discurso el sentido de la palabra dignidad.
Frente a la barbarie planificada, Palestina responde con humanidad.
Israel ha intentado borrar su memoria, sus hogares, sus escuelas y hospitales. Ha demolido cementerios y campos de olivos. Pero no puede destruir algo que no se mide en ladrillos ni en mapas: la voluntad colectiva de un pueblo que ama su tierra y su historia.
LA DIGNIDAD COMO RESISTENCIA
Cada piedra recolocada, cada carcajada entre escombros, es un acto de desafío político. No hay cinismo ni romanticismo posible ante esa imagen: hay vida que insiste en florecer donde todo debería haber muerto.
La resiliencia palestina no es una virtud poética, es una estrategia de supervivencia frente al colonialismo y la impunidad.
Organismos como Save the Children han denunciado que el 80% de la infancia en Gaza muestra signos de trauma severo. Sin embargo, siguen jugando, dibujando, cantando. En cada escuela improvisada bajo una lona, las maestras y maestros enseñan no solo matemáticas o árabe, sino la idea de que rendirse nunca será una opción.
Quienes reconstruyen sus hogares no lo hacen por optimismo, sino por dignidad. Porque si la ocupación busca borrar la existencia palestina, cada gesto de vida es una respuesta política.
Donde Israel impone ruinas, Palestina levanta comunidad.
El pueblo palestino ha demostrado que no se doblega. Que ni las bombas, ni los colonos, ni los gobiernos cómplices lograrán convertir la desesperación en derrota.
Porque la dignidad de los pueblos no se combate con tanques y el amor por una tierra no se conquista con alambradas.
Lo que Israel destruye cada día, Palestina lo vuelve a levantar con sus manos.
Y eso, más que resistencia, es una victoria moral sobre el genocidio.
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