Los negocios pueden ser negocios, pero en el caso de X, el objetivo final parece ser otro: la hegemonía sobre la conversación global.
En tan solo dos años, Elon Musk ha transformado por completo el panorama de las redes sociales. Twitter, la plataforma que durante más de una década fue un espacio clave para el debate público, la denuncia social y la conversación global, ha sido remodelada para servir a los intereses del hombre más rico del mundo. Renombrada como X, la red social ha dejado de ser solo un lugar de intercambio de ideas para convertirse en una herramienta política de influencia, manipulación y poder.
Musk, conocido por su capacidad para cambiar sectores enteros como el automotriz o el espacial, ha aplicado su enfoque disruptivo a una plataforma en crisis, llevándola hacia una nueva etapa donde la desinformación, la polarización y el control ideológico predominan. Lo que antes era una red social abierta, ahora es un megáfono personal que permite a Musk moldear la conversación pública a su antojo.
DE RED SOCIAL A INSTRUMENTO POLÍTICO
En 2022, cuando Musk compró Twitter por 44.000 millones de dólares, pocos imaginaban el impacto que tendría su adquisición. La red social, que ya enfrentaba dificultades económicas, se ha devaluado dramáticamente bajo su liderazgo, y hoy vale solo un tercio de lo que pagó por ella. Sin embargo, las pérdidas financieras no han frenado a Musk. De hecho, parece que su objetivo con X no es estrictamente económico, sino más bien político y social. Musk ha convertido a X en un vehículo para amplificar su influencia global y promover sus propias agendas, independientemente del impacto en los ingresos.
Las decisiones de Musk desde que tomó el control de la plataforma han seguido una lógica muy clara: crear un espacio donde pueda moldear las narrativas públicas y políticas a su favor. Desde el primer momento, permitió el regreso de usuarios que habían sido vetados por incitar al odio o difundir información falsa, lo que convirtió a X en un hervidero de desinformación. Las reglas de la plataforma han sido reescritas para beneficiar a aquellos que comparten su visión, incluso si esto significa alentar discursos xenófobos o dar rienda suelta a teorías conspirativas.
Un ejemplo de esta dinámica fue la publicación en X de una imagen generada por inteligencia artificial de Kamala Harris vestida con un uniforme comunista, sin advertencia alguna de que era un contenido manipulado. En la Unión Europea, la ley exige que este tipo de publicaciones sean etiquetadas como creaciones de IA, pero bajo el liderazgo de Musk, la red social ha ignorado tales normativas, incrementando la circulación de desinformación.
El impacto de esta transformación ha sido global. En Brasil, por ejemplo, la negativa de Musk a colaborar con las autoridades judiciales, que le exigieron bloquear cuentas dedicadas a la desinformación, llevó a la suspensión de la plataforma en el país. A pesar de ello, Musk defendió su decisión alegando que las órdenes judiciales eran injustas, a diferencia de su disposición a cumplir órdenes similares en otros países, como India. X ha dejado de ser una simple red social para convertirse en un arma política, y Musk parece más interesado en utilizarla como tal que en gestionarla como un negocio rentable.
UNA RED SOCIAL AL SERVICIO DE TRUMP Y LA ULTRADERECHA
Musk ha sido claro en su apoyo a Donald Trump y otros líderes de extrema derecha. Desde su compra de Twitter, ha utilizado la plataforma para amplificar las voces de figuras ultraconservadoras y minar a los gobiernos progresistas. Un caso paradigmático fue su intervención en el Reino Unido, donde, tras los disturbios xenófobos, Musk aseguró que el país estaba “al borde de una guerra civil” debido a la inmigración. Este tipo de declaraciones han avivado el caos social en diversos países, reflejando el poder que ha concentrado a través de X.
El multimillonario no oculta su intención de influir en la política global. En sus propias palabras, “la civilización tal y como la conocemos está en juego”, y ha manifestado públicamente su apoyo a Trump, afirmando que su victoria es esencial para preservar la libertad y la meritocracia en América. Esta declaración, junto con la difusión masiva de teorías conspirativas a través de X, lo posiciona como uno de los actores más influyentes en la configuración del panorama político actual.
Además, Musk ha sido propuesto como “auditor financiero y de desempeño” de una posible administración de Trump, lo que le otorgaría un poder sin precedentes para aplicar “reformas drásticas” en el aparato estatal. El magnate ha sabido transformar su plataforma en una palanca de poder, asegurando que sus intereses, y los de quienes comparte ideología, sigan siendo el eje del debate político.
UNA NUEVA ERA DE PODER MEDIÁTICO
La conversión de X en un aparato de propaganda y control mediático no tiene precedentes. Musk ha tomado el control total de la narrativa que circula en su plataforma, desde qué contenidos se viralizan hasta qué opiniones se bloquean. Este poder absoluto le permite definir las líneas del debate público y marcar los temas que considera prioritarios, una capacidad que hasta ahora estaba reservada a gobiernos o grandes conglomerados mediáticos.
El impacto de esta nueva realidad ya se siente en la forma en que la opinión pública es moldeada. Como un moderno Ciudadano Kane, Musk utiliza X para impulsar su visión del mundo, al tiempo que sacrifica el rendimiento económico de la plataforma en favor de su agenda política. Los negocios pueden ser negocios, pero en el caso de X, el objetivo final parece ser otro: la hegemonía sobre la conversación global.
A pesar de las pérdidas económicas, que incluyen una fuga masiva de anunciantes y la reducción de ingresos publicitarios, Musk sigue apostando por su control absoluto sobre la plataforma. X ya no es solo una red social; es un vehículo de poder global, una herramienta para redefinir las reglas del juego en política, comunicación y sociedad. Mientras las democracias tratan de encontrar formas de regular esta nueva realidad, Musk continúa moviendo las piezas a su favor, mostrando que el verdadero poder en la era digital no reside en los gobiernos, sino en quienes controlan las plataformas.
El futuro de X es incierto, pero una cosa está clara: Elon Musk ha transformado por completo la dinámica de poder en las redes sociales, y con ello, en el mundo entero.
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