- Una estrategia deliberada de privación que deja morir a más personas cada día.
- El Estado israelí ha medido cuánto puede subir el número de muertos por hambre, limitando deliberadamente las calorías.
Israel ejerce control absoluto sobre la entrada de alimentos en Gaza. Según datos recogidos por The Guardian, desde 2006, sus agencias han calculado una dieta mínima de 2.279 kilocalorías por persona al día, equivalente a 1,836 kg de comida, con el objetivo de mantener al pueblo palestino al borde de la subsistencia sin permitirles morir rápidamente de inanición. Este cálculo fue revelado por el propio sistema judicial israelí en 2008, cuando se obligó al Gobierno a publicar documentos internos sobre el bloqueo.
Durante el verano de 2025, organizaciones humanitarias calculan que se necesitan 62.000 toneladas métricas de alimentos secos y enlatados por mes para alimentar a 2,1 millones de personas, es decir, 1 kg por persona al día. Pero entre marzo y junio de 2025, solo 56.000 toneladas fueron autorizadas por Israel—menos de una cuarta parte de lo necesario. En mayo entraron apenas 19.900 toneladas y en junio 37.800 toneladas, según datos publicados por sus propios ministerios militares.
Las agencias de la ONU, a través del Integrated Food Security Phase Classification (IPC), advirtieron esta semana que se está desplegando un escenario de hambruna en su peor versión, con umbrales oficiales ya superados: más del 20 % de la población sufre escasez extrema de alimentos y alrededor de un tercio de la infancia presenta desnutrición grave.
HAMBRUNA CALCULADA COMO INSTRUMENTO DE CONTROL
Israel decidió fomentar hambre como táctica de presión. El organismo COGAT ha reducido los envíos por debajo de lo básico de forma sistemática. En medio de la guerra, los responsables negaron la existencia de hambruna o culparon al personal humanitario por supuestas irregularidades en la distribución, mientras la realidad era otra: los camiones no entraban porque se les cerraba el paso.
El Famine Review Committee, un grupo independiente de expertos, señaló que incluso si la Gaza Humanitarian Foundation hubiera funcionado sin violencia, su plan de distribución llevaba inevitablemente a la muerte masiva por hambre. Mientras tanto, las donaciones aéreas—que en enero y febrero dieron un respiro temporal—representaron un parche caro e ineficiente: apenas cubrieron cuatro días de alimentación durante los primeros 21 meses de guerra. Los mismos recursos invertidos en camiones habrían salvado miles de vidas. Pero la lógica era otra: mantener la narrativa de un desastre logístico, no de un crimen de Estado.
EL COSTE HUMANO: NIÑOS Y ADULTOS COMO BLANCOS
Al menos 79 personas murieron de hambre solo en una semana de julio, con un número de víctimas probablemente mucho mayor. La Organización Mundial de la Salud registró 63 muertes por desnutrición en julio de 2025, la mayoría niñas y niños. Desde enero de 2024 hasta julio de 2025, al menos 66 menores murieron por malnutrición, 58 de ellas entre marzo y mayo de 2025, durante el bloqueo total impuesto al enclave.
B’Tselem y Physicians for Human Rights Israel denunciaron que Israel ejecutó una política oficial y declarada públicamente de hambre como instrumento de guerra, calificándola de genocidio. La ONU y múltiples organismos internacionales reclamaron acceso humanitario sin condiciones, alertando de que el desastre seguirá mientras se mantenga la estrategia deliberada de negación alimentaria.
No existe margen para la duda: esto no es una catástrofe natural ni un fallo humanitario, es un proyecto de aniquilación silenciosa a través de la desnutrición.
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