En la reciente cobertura del conflicto en Oriente Medio en The Guardian se ha evidenciado una discrepancia lingüística que no puede ser pasada por alto. La descripción de los jóvenes palestinos en términos impersonales contrasta fuertemente con la tierna denominación de “niños” utilizada para los jóvenes israelíes. Este sesgo en el lenguaje, que puede parecer sutil a primera vista, no es menos que un acto de deshumanización mediática y un reflejo de una narrativa desequilibrada.
Al referirse a los jóvenes palestinos simplemente como “personas de 18 años o menos”, se les despoja de la connotación de inocencia y vulnerabilidad inherente al término “niños”. Esta elección léxica no es un mero error de redacción, sino una postura que perpetúa estereotipos y fortalece una narrativa que sistemáticamente marginaliza y despersonaliza a los palestinos, incluso a sus más jóvenes y vulnerables.
¿Dónde queda la objetividad periodística cuando se emplea tal dualidad lingüística? ¿Acaso la edad deja de ser relevante cuando se trata de la juventud palestina? Este no es solo un fracaso en el uso neutral del lenguaje, sino una falta grave en el deber ético del periodismo de representar equitativamente a todas las partes de un conflicto.
La comunidad internacional y los defensores de los derechos humanos deben condenar no solo las injusticias físicas, sino también las injusticias narrativas. La lucha por la libertad palestina no es solo contra las balas y los bloqueos, sino también contra la lucha por el derecho a ser reconocidos como seres humanos plenos en el discurso global.
Los medios de comunicación tienen la responsabilidad no solo de informar sino de hacerlo de manera que respete la humanidad de todos los individuos. Al perpetuar un lenguaje sesgado, fallan en esta tarea fundamental y contribuyen al ciclo de desinformación y prejuicio.
Demandamos una cobertura mediática que otorgue a cada niño, independientemente de su nacionalidad, la misma consideración y protección. Demandamos un periodismo que no sea cómplice en el acto de borrar la identidad de los jóvenes palestinos. Hasta que no se reconozca y corrija este sesgo, la labor periodística seguirá siendo una trinchera más en el campo de batalla contra la dignidad y la justicia para el pueblo palestino.
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