Es hora de que, como sociedad, dejemos atrás estas prácticas y abracemos un futuro donde la cultura se celebre sin violencia ni crueldad.
Una vez más, la tragedia golpea en el marco de los festejos taurinos. En Vilamarxant, un menor de 15 años ha resultado gravemente herido tras ser embestido por un toro durante los bous al carrer, un tipo de celebración que, aunque profundamente arraigada en la cultura local, plantea serias preguntas sobre su continuidad en una sociedad que ha dejado atrás la Edad Media.
Aquí puede verse en vídeo: https://www.levante-emv.com/videos/sucesos/2024/08/19/toro-coge-menor-bous-carrer-107153235.html
UNA TRADICIÓN OBSOLETA Y PELIGROSA
El joven, residente en la localidad, sufrió dos cornadas en la zona inguinal, una lesión que podría haber tenido consecuencias aún más catastróficas. Afortunadamente, el menor fue atendido rápidamente y trasladado al hospital de Llíria, donde permanece estable dentro de la gravedad. Pero este incidente, uno más en una larga lista de heridos y fallecidos en eventos similares, reaviva el debate sobre la pertinencia de seguir manteniendo este tipo de festejos.
En pleno siglo XXI, la defensa de estos espectáculos como «tradición» no puede justificar el sufrimiento, ni de los animales ni de las personas involucradas. La tradición, cuando se convierte en sinónimo de barbarie y riesgo innecesario, debe ser revisada y, en muchos casos, abolida. No estamos hablando de un simple juego, sino de prácticas que ponen en peligro la vida humana y que, además, implican un trato cruel hacia los animales.
EL PESO DEL PROGRESO SOBRE LAS COSTUMBRES ARCAICAS
El argumento de la tradición es, en el mejor de los casos, endeble. La tradición nunca debe ser una excusa para perpetuar el sufrimiento. Hace siglos, los espectáculos de sangre eran comunes en toda Europa. Las ejecuciones públicas, las luchas de gladiadores, los castigos corporales, todo ello formaba parte del entretenimiento popular. Sin embargo, con el tiempo, estas prácticas fueron abandonadas porque la sociedad evolucionó hacia un mayor respeto por la vida y la dignidad de todos los seres.
Hoy, los bous al carrer son un vestigio de una época en la que la violencia y el sufrimiento se celebraban como parte del folclore. Sin embargo, la sociedad moderna debe rechazar estas prácticas que ya no tienen cabida en un mundo que se esfuerza por avanzar en derechos humanos y animales. El caso de Vilamarxant es solo el último ejemplo de una lista demasiado larga de tragedias evitables.
Es necesario que las autoridades locales y regionales asuman la responsabilidad de poner fin a estas prácticas. No se trata solo de proteger a los menores, como en este caso, sino de avanzar hacia una sociedad más ética y compasiva, en la que el entretenimiento no implique el sufrimiento de ningún ser vivo.
El debate sobre los festejos taurinos no es nuevo, pero cada incidente como el de Vilamarxant debería servir como un catalizador para un cambio definitivo. La tradición no debe ser un escudo para justificar el dolor y la muerte. Es hora de que, como sociedad, dejemos atrás estas prácticas y abracemos un futuro donde la cultura se celebre sin violencia ni crueldad.
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