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La alimentación no es solo nutrición: es también un acto social. Basta pensar en cuántas comidas familiares, de amigos o de negocios tenemos al año. Eso implica que este acto (comer) puede verse influido por factores psicológicos individuales como el grado de extroversión o la mayor o menor tendencia a la sociabilidad.
Pero además, en gran medida, la situación socioeconómica también influye en qué, dónde y con quién comemos.
¿El riesgo de obesidad depende de la personalidad?
El modelo de personalidad más ampliamente utilizado es el conocido como Big five. Como su propio nombre indica, considera que la personalidad puede explicarse mediante 5 grandes factores (OCEAN, según sus siglas en inglés)
· Apertura (Openenss)
· Responsabilidad (Conciousness)
· Extraversión (Extraversion)
· Conformidad (Agreableness)
· Neuroticismo (Neuroticism)
De todos ellos, el factor neuroticismo es el que acumulaba hasta ahora más evidencias de estar relacionado con un aumento del riesgo de problemas de peso. En el otro extremo, un alto nivel del factor responsabilidad parece tener una función protectora sobre el aumento de peso y nos aleja de las dietas poco saludables.
Las mujeres más obesas que los hombres
No obstante, buscar la relación entre personalidad y riesgo de obesidad sin considerar el perfil socioeconómico tiene poco sentido. Por eso los autores de este artículo nos propusimos hacer un estudio que también tuviera en cuenta las características demográficas y económicas del individuo. Para ello utilizamos una muestra de 6.562 personas de las olas 5 y 6 del Estudio Longitudinal Inglés del Envejecimiento (ELSA, por sus siglas en inglés).
¿Qué encontramos? Según el análisis estadístico realizado, un alto nivel del factor responsabilidad hace menos probable la obesidad. Por el contrario, cuanto más altos son los niveles en conformidad y apertura a nuevas experiencias, mayor tendencia a la obesidad.
En cuanto a la relación entre otras variables demográficas y obesidad, en la muestra británica llegamos a varias conclusiones:
A mayor edad, la tendencia a la obesidad es menor.
Las mujeres tienden más a ser obesas que los hombres (un 2,6 % más).
Las personas de familias numerosas tienden más a la obesidad . La probabilidad sube un 2,5 % más por cada miembro adicional de la familia.
Los estilos de vida también influyen en el exceso de peso. El estudio indica que la obesidad es menos probable entre fumadores y bebedores, pero más probable entre personas sedentarias, como era de esperar.
Los empleados y los jubilados, menos obesos
Del estudio también se desprende que el nivel educativo alto reduce el riesgo de ser obesos en un 4,4 %. Unos ingresos elevados en el hogar se asocian asimismo con menos probabilidad de obesidad: entre las familias de altos ingresos el riesgo es menor.
Estar empleado y estar jubilado reducen la probabilidad de ser obeso en un 33 % y un 48 % respectivamente. Por otro lado, cuando se analizó la relación entre factores de personalidad y situación laboral, el único factor que mostró un claro efecto fue la conformidad: aquellos con mayor nivel de conformidad y que estaban activos laboralmente mostraron más riesgo de ser obesos. En la población jubilada, la conformidad y la apertura a nuevas experiencias también eran factores de riesgo.
Por el contrario, como ya avanzamos, la responsabilidad reduce el riesgo de desarrollar obesidad, con un efecto más intenso en hombres que en mujeres.
En cuanto al factor neuroticismo, su influencia resultó ser moderada y en diferente sentido en función del sexo: incremento del riesgo de obesidad para hombres y reducción en el caso femenino.
Los costes de la obesidad
Estudiar todas las dimensiones de la obesidad es importante porque hablamos de un trastorno metabólico asociado a un aumento importante de la tasa de mortalidad así como a otras alteraciones que llevan a una mayor resistencia a la insulina, diabetes tipo 2, hipertensión e hipercolestirolemia. De hecho, hay cálculos de que el ahorro de tratar la obesidad es comparable al de otras enfermedades crónicas como las coronarias o la diabetes.
Y no solo nos sale caro a nivel sanitario: la obesidad tiene costes sociales importantes. Por ejemplo, los relativos a pérdidas de productividad como el absentismo por enfermedad y el presentismo (reducción de rendimiento por no poder trabajar en su total capacidad), ambos más elevados en personas obesas. Además de que hay más muertes prematuras entre los obesos.
El estudio que hemos llevado a cabo muestra que hay variables demográficas como el sexo, la edad o el tamaño de la unidad familiar que, unidos a los factores de personalidad, reducen o aumentan la probabilidad de que se desarrolle sobrepeso y obesidad. Pero también ciertos condicionantes económicos como el nivel de ingresos que afectan a lo que nos llevamos a la boca. Sin olvidar el estilo de vida.
En cualquier caso debemos subrayar que este estudio no permite alcanzar explicaciones a las correlaciones y probabilidades encontradas. Hay que recordar que correlación no implica causalidad.
Lo que sí parece indiscutible es que analizar estas variables conjuntamente ayudará a combatir con más eficacia un problema de salud pública tan grave que la Organización Mundial de la Salud lo ha bautizado como globesidad (epidemia de obesidad mundial).
Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.
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