La ultraderecha convierte las redes sociales en vertederos de odio mientras la Justicia le da la razón al periodismo que no se arrodilla.
Javier F. Ferrero
LA EXTREMA DERECHA YA NO GRITA EN LA CALLE: AHORA SUSURRA EN EL CONGRESO Y ESCUPE EN REDES
Hay algo más peligroso que un fascista con un megáfono: un fascista con Wi-Fi, acceso a prensa parlamentaria y cuentas verificadas. Bertrand Ndongo, agitador profesional, ultra de plantilla y chiringuitero de la reacción, ha cruzado hoy otra línea más en su particular carrera hacia el estercolero de la historia. Esta vez, con nombre y apellido: Silvia Intxaurrondo. Y esta vez, como tantas, apuntando a una mujer periodista que se ha ganado el respeto a golpe de datos y no de bilis.
Ndongo ha acusado a Silvia Intxaurrondo de “ejercer la prostitución”, en un mensaje publicado este jueves en su cuenta de X. No lo ha hecho desde el anonimato de un foro marginal, ni entre cervezas con otros ultras en el banco de una plaza: lo ha hecho con la impunidad que le otorga su pase al Congreso, la complicidad mediática de quienes lo invitan a tertulias y la negligencia institucional de quienes todavía no lo han expulsado de la Cámara Baja.
Ndongo no es una excepción. Es el síntoma. Es el producto de una maquinaria reaccionaria que sabe perfectamente lo que hace: acosar, humillar, desgastar a quienes no se pliegan. A Silvia, a Sarah Pérez Santaolalla, a Maestre… siempre con el mismo patrón: misoginia, racismo, agresividad y mentiras. Una performance del odio que, en cualquier país con dignidad democrática, habría acabado en una denuncia formal, una inhabilitación y un portazo institucional.
Pero aquí, en esta España que se cree moderna porque exporta bravas a Berlín y reguetón a Miami, se les sigue permitiendo el espectáculo. Ni un código de conducta parlamentaria los ha frenado, ni los responsables de prensa los han frenado, ni los partidos que los arropan los han frenado.
Mientras eso ocurre, la justicia —tarde, pero con eficacia quirúrgica— ha obligado al diario El Mundo y a su director, Joaquín Manso, a rectificar sus bulos contra la misma Silvia Intxaurrondo. La Audiencia Provincial de Madrid ha sentenciado: mentisteis sobre su sueldo. Inventasteis. Manipulasteis. Ahora os toca pagar las costas de los juicios y tragaros la rectificación. Tres días tienen para hacerlo. Y muchos más para reflexionar, si es que les queda algo de vergüenza editorial.
Este mismo jueves, mientras la cloaca rugía en redes, la justicia daba la razón al periodismo. Porque no todo vale. Porque no todo es opinable. Porque no todo es equidistante. Porque Silvia Intxaurrondo hace preguntas que incomodan. Porque no se deja pisotear. Porque no le hace favores a Ayuso, ni a Sánchez, ni a Broncano, ni a nadie. Porque ejerce el periodismo, esa cosa tan antigua que los reaccionarios de hoy no entienden si no incluye aplausos.
LA GUERRA DE LA DERECHA CONTRA LAS MUJERES QUE HABLAN, PIENSAN Y SE DEFIENDEN
No es casualidad. Bertrand Ndongo no señala a varones tertulianos. No acusa a presentadores de prostituirse. No grita a directores de medios desde el Congreso. Solo actúa así cuando la víctima es una mujer.
Silvia Intxaurrondo es peligrosa porque desmonta a Ayuso en directo. Porque no se traga el argumentario de Vox. Porque tiene más credibilidad que toda la bancada azul. Y porque —a diferencia de quienes la insultan— no necesita gritar para desarmar mentiras. Por eso el acoso. Por eso el insulto. Por eso el señalamiento.
Y no está sola. Las víctimas de esta cacería ideológica comparten una línea roja común: ser mujeres, ser periodistas, ser incómodas para la ultraderecha. Sarah Pérez Santaolalla lo ha denunciado. Patricia López también. Cristina Fallarás lo lleva años explicando. Y, cada vez más, una parte del país empieza a entender que no es casualidad: es estructura.
Mientras tanto, TVE guarda silencio. La dirección de prensa del Congreso sigue permitiendo acreditaciones a perfiles que insultan, agreden y revientan ruedas de prensa. Y en la sala de máquinas del sistema, quienes podrían poner freno siguen calculando cuántos votos más les da mirar hacia otro lado.
La caza está abierta. Pero hay mujeres que disparan con verdad y con sentencia judicial.
Y eso, en esta España del 2025 donde los fascistas aprenden a escribir tuits, sigue siendo una forma de victoria.
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Este artículo no tiene sentido, si Ndongo se metió la última semana con Antonio Maestre, reparte a todos.
Aún no le ha pagado el mandinga al dueño de la patera que lo trajo a España ¿o es su amo el que tiene que pagar?
Claro, claro, se mete con todos: el coletas, el perro, sumar.
Has hecho un chiste y no lo sabes (o sí), en fin.
Su por supuesto, el fascistas defendiendo a un negro, pero fascista, es lo que vale!!!
Seguro que no le acusó de ejercer la prostitución. Eso es lo que dice el artículo. Con Maestre, la actitud fue violenta y ante las cámaras.
Cómo dicen en un rap,al primate dale con el bate.
Aunque Itxaurrondo forma parte del circo mediático,por lo menos cumple con los deberes de su oficio con dignidad.
En cuanto al cavernícola, solo tiene un remedio y lo puse al principio.
Salud y anarkia
Todo aquel que justifica a Ndongo tiene el culo por cabeza. Este país necesita resetearse para entrar en la realidad actualizad.