20 Nov 2025

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Cerdán o cómo el sistema normalizó la corrupción cotidiana
POLÍTICA ESTATAL

Cerdán o cómo el sistema normalizó la corrupción cotidiana 

Cuando el poder se acostumbra a vivir por encima del país al que dice servir, todo gasto deja de parecer delito y se convierte en un gesto de impunidad.


DINERO PÚBLICO, FAMILIA PRIVADA

El caso Cerdán es algo más que la caída de un exsecretario de Organización del PSOE. Es la radiografía de una cultura política que permitió convertir el Estado en un cajero automático sin PIN. La UCO ha acreditado ya 181.000 euros desviados hacia su vida privada y la de su entorno, una cifra que, aunque elevada, es solo una mota en los 8,9 millones que movió Servinabar desde 2015, 6,7 millones vinculados a Acciona, según el sumario. El escándalo no reside únicamente en el dinero, sino en la desfachatez. En la banalización de la apropiación. En esa forma de entender lo público como un patrimonio emocional y doméstico.

Si algo deja claro la investigación es la naturalidad con la que se mezclaban salarios familiares, alquileres y escapadas de ocio. Una hermana cobrando 22.300 euros. Un cuñado recibiendo 53.130. Una esposa con 9.500 euros por un trabajo que nadie ha conseguido demostrar. No es solo nepotismo. Es una red de favores tejida con dinero que no les pertenecía.

Las y los agentes de la Guardia Civil detallan con precisión el mapa financiero de esos años de exceso solapado bajo una supuesta austeridad. La España que madruga, la de las enfermeras y enfermeros, la de las y los docentes, la de las y los transportistas, pagaba impuestos que se transformaban, sin saberlo, en muebles de El Corte Inglés, con recibos de 5.520 euros y otro de 2.210, una mesa auxiliar de 119 euros y dos pisos de alquiler sufragados íntegramente por la empresa pantalla: 7.200 euros por el piso en Cardenal Cisneros y 44.645 euros por el ático en Hilarión Eslava. Todo ello mientras España atravesaba crisis, recortes y un debate social agotador sobre responsabilidades institucionales.

Servinabar funcionaba como un brazo invisible que financiaba la vida privada de un dirigente público. Como si fuera normal. Como si el país estuviera obligado a sostener el tren de vida de quienes debían responder ante él.

Es imposible hablar de regeneración democrática mientras estas prácticas sigan pareciendo simples irregularidades. Son síntomas de una enfermedad más profunda: la impunidad estructural.


VIAJES, MARISQUERÍAS Y UNA TARJETA QUE LO CUENTA TODO

La Visa Negocios de Servinabar es el hilo de Ariadna que permite recorrer el laberinto. 33.574 euros gastados en restaurantes, hoteles, ferris, gasolineras y chiringuitos que la UCO va uniendo con una precisión quirúrgica. Allí donde estaba Cerdán y su familia, aparecía la tarjeta. Allí donde había una comida, una hamaca o un vermut, había un cargo.

En Tenerife, agosto de 2023:
34 euros en Barajas. 153 en el Duty Free.
Tres pagos en el hotel H10 Costa Adeje.
Once cargos más en una semana.
344 euros en la marisquería La Vieja.
24 euros por hamacas.
44 euros de gasolina.
Total: 1.259 euros.

En Ibiza, agosto de 2022:
Un pago de 61 euros en Denia nada más arrancar el viaje.
16 cargos en la isla.
201 euros en un supermercado.
64 euros en una gasolinera.
225 euros en el restaurante Mariner.
148 euros en Es Jardins de Fruitera.
55 euros de despedida en Saona antes de subir al ferry.
Total: 1.795 euros.

El dato más llamativo no está en lo que gastó, sino en lo que revela la conducta: la tarjeta dejó de usarse el 19 de febrero, un día antes de la detención de Koldo. Como si el olfato político hubiera despertado justo cuando llegaba el ruido de sirenas.

Y aún quedaban los hábitos locales. 7.470 euros en comidas en el restaurante Sazadón, a 170 metros de su casa. Fin de semana tras fin de semana, un goteo constante de dinero que no era suyo. Ni simbólico ni anecdótico.

La corrupción aquí no es un gran golpe. Es un estilo de vida. Una cotidianeidad financiada por una estructura construida durante años, desde Navarra al Ministerio de Transportes. Una normalización tan profunda que nadie en su propio partido creyó que llevara una vida de lujo. El lujo, al parecer, era tan evidente que se volvió invisible.

Es la corrupción suave, doméstica, la que más corroe un país. La que convierte el abuso en rutina. La que transforma el privilegio en paisaje.

Porque detrás de cada cargo en marisquería hay alguien que no llega a fin de mes. Detrás de cada alquiler pagado por Servinabar hay una juventud que no puede pagar ni una habitación. Detrás de cada mueble financiado por una trama hay un país que financia, sin saberlo, el confort de quien debía servirle.

No es una trama sofisticada. Es algo peor. Es una trama cercana, cotidiana, casi vulgar. Una trama que demuestra que el verdadero peligro no son los grandes corruptos, sino los pequeños hábitos con los que se acostumbran a vivir quienes no rinden cuentas ante nadie.

Ese es el verdadero coste. Ese es el verdadero escándalo. Ese es el verdadero síntoma de un sistema que debería avergonzarse de sí mismo.

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