24 Oct 2025

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Cómo el Vaticano, Steve Bannon y CitizenGO articularon la red antigénero global
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Cómo el Vaticano, Steve Bannon y CitizenGO articularon la red antigénero global 

Cartografía de un movimiento internacional de guerra cultural


DE LA CONTRARREFORMA AL ALT-RIGHT: LOS NUEVOS CRUZADOS DEL SIGLO XXI

A comienzos del siglo XXI, mientras los derechos de las mujeres y del colectivo LGTBI avanzaban en América Latina, Europa y África, un nuevo frente reaccionario comenzó a articularse bajo una consigna aparentemente inocua: “la defensa de la familia”. Pero tras ese lema moral se escondía un proyecto político de largo alcance, diseñado para frenar los logros del feminismo, la educación sexual y los avances legales en materia de igualdad.

La genealogía de este movimiento remite directamente a la Iglesia católica y sus estructuras de poder. Durante décadas, el Vaticano cultivó una red de influencia global que no solo actuó en el ámbito teológico o pastoral, sino también en la política, los medios y las instituciones internacionales. A partir del pontificado de Juan Pablo II, el Vaticano impulsó una estrategia diplomática contra lo que denominó “ideología de género”. En la Conferencia de El Cairo (1994) y la de Pekín (1995), sus representantes se aliaron con regímenes islámicos conservadores para bloquear los acuerdos sobre derechos sexuales y reproductivos.

Pero el salto cualitativo se produjo tras la crisis financiera de 2008 y la irrupción del trumpismo. En ese contexto de descontento global, Steve Bannon, exasesor de Donald Trump y fundador del portal ultraconservador Breitbart News, identificó un terreno fértil para una guerra cultural global. Su objetivo era claro: reagrupar a las derechas católicas, evangélicas y nacionalistas bajo una misma cruzada contra el feminismo, el aborto, el multiculturalismo y el “marxismo cultural”.

Bannon tejió alianzas con figuras como Benjamin Harnwell, director del Dignitatis Humanae Institute, vinculado al cardenal estadounidense Raymond Burke, uno de los principales opositores al Papa Francisco. El Instituto, instalado en la abadía italiana de Trisulti, pretendía formar una élite internacional de “guerreros culturales” que combatieran la modernidad liberal. Aunque el proyecto fue bloqueado por el Vaticano en 2021, su influencia ideológica ya se había extendido por Europa del Este y América Latina.

En paralelo, Bannon se acercó a movimientos como Vox en España, Fratelli d’Italia en Italia y Fidesz en Hungría, y participó en la creación de The Movement, una plataforma transnacional destinada a coordinar campañas de comunicación, asesoramiento electoral y propaganda religiosa. Detrás de ese esfuerzo se encontraba una idea fundamental: la guerra cultural como herramienta de poder político.


LA MÁQUINA DE GUERRA DIGITAL: CITIZENGO Y EL LOBBY CATÓLICO INTERNACIONAL

Mientras Bannon ofrecía la estrategia y el discurso, la maquinaria logística y digital vino de la mano de CitizenGO, una organización nacida en 2013 en Madrid y financiada por el conglomerado ultracatólico HazteOír. Su fundador, Ignacio Arsuaga, pertenece a la misma familia ideológica que el Opus Dei y los Legionarios de Cristo. CitizenGO se autodefine como una plataforma de “activismo ciudadano”, pero su verdadera función es la movilización global de la extrema derecha religiosa.

Según una investigación de OpenDemocracy (2019), la organización gestionó más de 15 millones de firmas en campañas antigénero, antiaborto y homófobas en más de 50 países, recibiendo fondos de redes estadounidenses como The Leadership Institute, ActRight y la National Organization for Marriage. Sus campañas no son espontáneas: responden a un guion global coordinado entre Madrid, Varsovia, Washington y Roma.

CitizenGO fue clave en la expansión del discurso antigénero en América Latina. Financiaron campañas contra la ley de aborto en Argentina (2018), contra el matrimonio igualitario en México y Colombia, y contra los programas de educación sexual en Perú y Ecuador. En todos los casos, usaron las redes sociales, la manipulación de datos y el lenguaje emocional del “pánico moral”.

La organización actúa como brazo civil del Vaticano más conservador, en colaboración con think tanks y ONG ultracatólicas como C-Fam (Center for Family and Human Rights), World Congress of Families, Alliance Defending Freedom y Agenda Europe. Este último grupo, según el informe Restoring the Natural Order (2018), elaboró un plan estratégico de 134 páginas con un objetivo explícito: revertir la legalización del aborto y del matrimonio igualitario en Europa antes de 2030.

El dinero circula por canales opacos. Fundaciones como Donors Trust, Atlas Network o Heartland Institute (con vínculos con la industria fósil y los Koch Brothers) han canalizado fondos hacia estas estructuras. De este modo, la cruzada moral se convierte también en un negocio político: las campañas antigénero son una herramienta de captación de donaciones y un arma de control electoral.

El Vaticano no dirige directamente estas operaciones, pero su aparato doctrinal las legitima. Documentos como la carta Varón y mujer los creó (Congregación para la Educación Católica, 2019) describen la “ideología de género” como una amenaza para la humanidad. Esa retórica ha sido replicada por políticos como Jair Bolsonaro, Viktor Orbán, Giorgia Meloni y Santiago Abascal, quienes han convertido el antifeminismo en eje de sus proyectos nacionales.


DE ROMA A BUDAPEST: LA INTERNACIONAL DEL ODIO

La alianza entre el Vaticano conservador, los estrategas de la ultraderecha estadounidense y las redes católicas europeas ha dado lugar a una auténtica Internacional del odio. En su centro, una idea vertebradora: si el neoliberalismo ya no puede prometer prosperidad, al menos puede prometer identidad.

La “ideología de género” se ha convertido en el nuevo enemigo interno, el sustituto del comunismo. Su función política es triple:
1️⃣ Desviar el conflicto social hacia el terreno moral, culpando al feminismo o a la diversidad sexual de la decadencia de Occidente.
2️⃣ Consolidar una base electoral ultraconservadora que se percibe asediada por el cambio cultural.
3️⃣ Reforzar la hegemonía masculina y clerical en un contexto de crisis del patriarcado.

Desde 2017, Budapest se ha convertido en el epicentro de esta ofensiva. El gobierno de Viktor Orbán financia el Mathias Corvinus Collegium y la Danube Institute, laboratorios ideológicos que organizan congresos con participación de CitizenGO, The Heritage Foundation, Fox News, y delegaciones de partidos como Vox, PiS o Fidesz. En esos encuentros se habla abiertamente de la “defensa de la civilización cristiana” y del “peligro de la agenda woke”.

A nivel comunicativo, la red opera con una eficacia quirúrgica. Usa bots, microinfluencers y portales digitales para sembrar desinformación. Steve Bannon acuñó el concepto de “flood the zone with shit”: inundar el espacio público con basura informativa para saturar la atención y banalizar la violencia simbólica. En ese ecosistema, el feminismo se convierte en caricatura, y la extrema derecha aparece como el último refugio del sentido común.

La guerra cultural no busca convencer, sino desmoralizar y dividir. En países como Polonia, Italia o España, los movimientos antigénero han logrado derogar leyes, frenar reformas educativas y condicionar la agenda mediática. En América Latina, han infiltrado gobiernos y tribunales, bloqueando avances legislativos y criminalizando a defensoras de derechos humanos.

Pero detrás del discurso religioso late una estructura de poder transnacional, financiada por el gran capital y sostenida por una teología del miedo. Una alianza entre el catolicismo reaccionario, el nacionalismo blanco y el capitalismo financiero.

El resultado es una nueva forma de autoritarismo cultural: una teocracia global sin Papa, pero con marketing digital, fondos especulativos y algoritmos que bendicen el odio.

No es una cruzada espiritual. Es una operación política global que usa la fe como coartada para la dominación.


FUENTES CONSULTADAS

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