Una mirada crítica que revela cómo el apoyo internacional a la ultraderecha se enfrenta a la fuerza de la movilización popular
La coyuntura política actual muestra que, pese a contar con el apoyo de figuras internacionales como Elon Musk y Donald Trump, los proyectos de ultraderecha no están garantizados. La experiencia alemana es testigo de ello. En las elecciones del 23 de febrero de 2025, la formación Alternativa para Alemania (AfD) consiguió alcanzar cerca del 20% de los votos, duplicando el 10,4% obtenido en legislativas anteriores y sumando 67 escaños adicionales para llegar a 143 en el Bundestag. Sin embargo, la imposibilidad de consolidar un gobierno, debido a la negativa categórica de las formaciones tradicionales a pactar con un discurso excluyente, deja en evidencia que el respaldo de magnates y líderes populistas no compensa la ausencia de una base ciudadana comprometida.
El respaldo mediático y financiero de Musk y Trump se ha utilizado para encuadrar a estos movimientos como salvadores de un supuesto cambio radical. La retórica de estos personajes pretende proyectar la imagen de un nuevo orden, en el que se desconoce la fuerza que puede tener la movilización social. Este fenómeno, lejos de generar un triunfo seguro para la ultraderecha, actúa como un espejo que refleja las limitaciones del populismo cuando se enfrenta a una ciudadanía cada vez más crítica y consciente. El apoyo de Musk y Trump no significa que la movilización popular no les pueda parar; el camino ya ha sido marcado por la historia y la resistencia de las instituciones democráticas.
LA REALIDAD DEL FRACASO POLÍTICO EN ALEMANIA
El caso de la AfD en Alemania es una lección contundente sobre las barreras que enfrenta un discurso radical. A pesar de tener un contexto favorable marcado por la recesión económica y el aumento del desempleo, que en teoría hubiera potenciado una narrativa de cambio y renovación, el partido ultraderechista se vio encajonado por un sistema parlamentario que, en defensa del pluralismo, se negó a legitimar propuestas excluyentes. Los resultados electorales –con cifras contundentes como el 20% de los votos en contraste con el 10,4% de elecciones previas– demuestran que, aunque la campaña se benefició de la publicidad internacional y de mensajes que exaltaban una nueva era, la consolidación del poder no se alcanza únicamente con el respaldo de figuras polémicas.
La experiencia alemana es el reflejo de un proceso en el que las instituciones y la sociedad han demostrado que la fuerza del voto y la acción ciudadana superan cualquier respaldo mediático. Las y los ciudadanos, desde activistas y estudiantes hasta las enfermeras y enfermeros, las y los jueces y trabajadoras y trabajadores, han aprendido que la participación efectiva en la política es el antídoto frente a discursos simplistas. El rechazo a pactos con la ultraderecha no es fruto de un mero oportunismo electoral, sino de una defensa inquebrantable de los principios democráticos. Esta realidad, plasmada en la jornada electoral del 23 de febrero de 2025, confirma que el respaldo internacional, por más resonante que sea, no sustituye la movilización popular y el compromiso social.
La estructura democrática alemana, que impide que discursos excluyentes se transformen en gobiernos, es un ejemplo que resuena en todo el continente. Las cifras, las fechas y los hechos son pruebas irrefutables de que la ultraderecha, pese a contar con avales que provienen de intereses económicos y mediáticos, se topa con una ciudadanía que exige inclusión y justicia. La experiencia de la AfD deja claro que la movilización social es la barrera infranqueable contra la exaltación de la división. El camino que se ha trazado en Alemania sirve de advertencia: las alianzas con figuras como Musk y Trump pueden generar titulares, pero no pueden alterar el curso marcado por la participación democrática y el rechazo al extremismo.
LA REVOLUCIÓN POPULAR CONTRA LA ULTRADERECHA
En España, el respaldo a Vox ha sido recibido por sectores que ven en este apoyo internacional un presagio de cambio radical. Sin embargo, el panorama deja ver que tal respaldo no garantiza el éxito electoral ni la instauración de un modelo de gobernabilidad basado en discursos excluyentes. La estrategia de algunos líderes que defienden a Vox se basa en la ilusión de que la publicidad internacional y el eco mediático sean suficientes para superar las barreras de un sistema democrático comprometido con el pluralismo. No obstante, la historia –como la que se ha vivido en Alemania– advierte que el apoyo de Musk y Trump no asegura el triunfo del extremismo si la sociedad se organiza en contra.
La movilización popular es la respuesta que debe articularse desde la base. Las y los ciudadanos, desde las enfermeras y enfermeros hasta las y los educadores, tienen la capacidad de contrarrestar un discurso que busca simplificar la complejidad social en eslóganes vacíos. La experiencia internacional demuestra que la participación activa en el proceso político es el único recurso para impedir que proyectos ultraderechistas se transformen en gobiernos. Cada voto, cada manifestación y cada iniciativa comunitaria son muestras inequívocas de que la ciudadanía tiene la fuerza para detener el avance de modelos políticos que ignoran la realidad y la diversidad.
El respaldo mediático no se traduce en poder sin la acción coordinada y consciente de la sociedad. Las declaraciones de Musk y Trump, aunque retóricas, no pueden desmontar el sistema democrático que ha sido forjado por el esfuerzo colectivo de miles de ciudadan·as y ciudadanos. La movilización popular es la respuesta inequívoca a un sistema que intenta perpetuar la desigualdad y la exclusión. El camino ya está marcado: la historia electoral, los números –como el resultado del 23 de febrero de 2025– y la resistencia institucional son la prueba de que el extremismo no es invencible.
El desafío consiste en articular una estrategia política inclusiva que rechace la manipulación mediática y que se fundamente en la participación efectiva de todas las y los sectores sociales. Las movilizaciones, las asambleas y las iniciativas locales deben consolidarse como el pilar de una respuesta que desmantele cualquier intento de imponer un modelo autoritario. La política en tiempos de crisis requiere de una reflexión profunda y de un compromiso inquebrantable con la justicia social, la igualdad y la inclusión. Las y los trabajadoras y trabajadores, las y los estudiantes, las enfermeras y enfermeros, y todas las voces que históricamente han sido marginadas, tienen el poder de transformar la realidad y de marcar la diferencia.
El respaldo de figuras internacionales puede iluminar brevemente el panorama, pero es la acción del pueblo la que forja el destino de una nación. La fuerza de la ciudadanía se erige como el baluarte que detiene el avance del extremismo y reafirma el compromiso con una democracia real. Cada paso, cada protesta y cada participación en el debate público son el reflejo de una sociedad que se niega a ser cómplice del poder que intenta imponer una visión excluyente.
El camino ha sido marcado desde hace tiempo. La historia demuestra que, en un sistema donde el respaldo mediático se enfrenta a la movilización popular, siempre prevalece la fuerza de la ciudadanía comprometida.
El pueblo se levanta con la convicción de que ninguna alianza de poder puede destruir la dignidad y la voluntad de transformar la sociedad.
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