El sistema es claro: mientras los directivos se blindan en sus burbujas de lujo, el resto de la sociedad queda a merced de la inseguridad, la precariedad y el desamparo.
El aumento de la contratación de seguridad privada por parte de las grandes empresas y sus directivos es el reflejo más evidente de un sistema desigual que protege a quienes más tienen, mientras las mayorías quedan desamparadas. Según el Financial Times, Steve Jones, director de Allied Universal, confirmó que la inestabilidad global ha disparado la demanda de protección personal para altos cargos. En cifras, el mercado de seguridad privada, valorado en 227.270 millones de euros en 2024, podría alcanzar los 385.320 millones para 2032, según un informe de Fortune Business Insights.
Este crecimiento desorbitado, lejos de responder a un interés por garantizar la seguridad colectiva, se centra en un segmento concreto: la “seguridad tripulada”. El objetivo es claro: blindar a quienes encabezan las estructuras de poder económico frente a las crecientes protestas sociales y climáticas.
Mientras se destinan recursos millonarios a proteger a las élites, las y los trabajadores de empresas vinculadas a sectores estratégicos, como defensa o energía, siguen enfrentándose a despidos masivos, precarización y vulnerabilidad. El informe de Allied Universal indica que solo en 2022, los incidentes de seguridad física generaron pérdidas de más de 1 billón de dólares para las empresas. Sin embargo, en vez de invertir en condiciones laborales dignas, se prioriza contratar guardaespaldas para los consejeros delegados.
La paradoja resulta insultante: mientras Mark Zuckerberg gasta 23,4 millones de dólares al año en seguridad personal, millones de personas luchan por sobrevivir en un contexto de crisis económica, sanitaria y climática. La seguridad, entendida como derecho colectivo, se transforma en privilegio de unos pocos.
PROTESTAS Y EL ROL DE LOS GUARDIANES DEL SISTEMA
El auge de los conflictos sociales en todo el mundo ha puesto en jaque a las grandes corporaciones. En 2024, la respuesta de activistas pro Palestina contra Allianz, acusada de vínculos con empresas de defensa israelíes, fue contundente: varios de sus edificios en Reino Unido aparecieron cubiertos de pintura roja en señal de protesta. En junio, manifestantes interrumpieron la Cumbre de Servicios Web de Amazon en Washington D.C., denunciando los acuerdos del Proyecto Nimbus, mientras que en agosto, en Alemania, se paralizaron vuelos europeos en una acción liderada por activistas climáticos.
Estas acciones no son casuales. Son el resultado de un modelo económico insostenible que concentra riqueza y poder en manos de unos pocos, mientras externaliza las consecuencias de sus decisiones a las clases trabajadoras y al medio ambiente. Pero, lejos de asumir su responsabilidad, las empresas responden con más vigilancia y represión. Allied Universal, con 17.000 empleados entre exmilitares y exagentes de policía, lidera esta estrategia, ofreciendo servicios de protección para ejecutivos y sus familias.
Esta militarización de la seguridad privada no se limita a evitar robos o secuestros. Según Alex Bomberg, director de Intelligent Protection International, el rol del guardaespaldas incluye “toma de decisiones dinámicas sobre riesgos” y manejo de incidentes como ataques en la vía pública. Sin embargo, el discurso que presenta estos servicios como esenciales para el buen funcionamiento empresarial oculta una verdad incómoda: la creciente desconexión entre las élites económicas y las personas a quienes explotan y marginan.
El Informe Mundial de Seguridad de Allied Universal destaca que una de cada cuatro empresas cotizadas sufrió pérdidas económicas tras incidentes de seguridad física en 2023. Estas cifras, lejos de justificar la creciente inversión en protección privada, evidencian una crisis estructural: cuando los beneficios se anteponen al bienestar colectivo, los conflictos son inevitables.
El sistema es claro: mientras los directivos se blindan en sus burbujas de lujo, el resto de la sociedad queda a merced de la inseguridad, la precariedad y el desamparo.
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Tendrán que dejar de pasear como personas normales(que no lo son) por no garantizar su integridad física,es el precio a pagar por sus criminales decisiones!!!!