La visita de los seis diputados de La Libertad Avanza al penal de Ezeiza, donde se encuentran algunos de los más notorios genocidas de la dictadura, no fue una simple muestra de apoyo
El reciente escándalo político desatado en Argentina no solo pone de manifiesto la profunda crisis moral que atraviesa el país, sino que también expone las intenciones más sombrías del gobierno de Javier Milei y su entorno ultraderechista. La revelación del plan para excarcelar a los represores de la última dictadura militar, apoyada por la visita de varios diputados oficialistas al penal de Ezeiza, es un golpe directo a las heridas aún abiertas de una nación que ha luchado durante décadas por la memoria, la verdad y la justicia.
El hecho de que los representantes de un gobierno democráticamente electo busquen proteger a los responsables de uno de los capítulos más oscuros de la historia argentina es una afrenta inaceptable. La visita de los seis diputados de La Libertad Avanza al penal de Ezeiza, donde se encuentran algunos de los más notorios genocidas de la dictadura, no fue una simple muestra de apoyo. Fue un acto calculado, destinado a enviar un mensaje de respaldo a quienes violaron sistemáticamente los derechos humanos en el país.
LA VISITA A LOS REPRESORES: UNA ACCIÓN DELIBERADA
El pasado 11 de julio, la imagen de los diputados Lourdes Arrieta, Beltrán Benedit, Guillermo Montenegro, Alida Ferreyra Ugalde, María Fernanda Araujo y Rocío Bonacci junto a Alfredo Astiz, Raúl Guglielminetti y Adolfo Donda en el penal de Ezeiza conmocionó a Argentina. Astiz, conocido como el “Ángel de la Muerte”, es uno de los símbolos más aterradores del terrorismo de Estado, responsable de la desaparición y asesinato de madres, monjas y militantes de derechos humanos. Que figuras políticas actuales visiten a semejantes criminales no es solo una provocación, sino una clara señal de las verdaderas intenciones del gobierno de Milei.
Lourdes Arrieta, una de las protagonistas de esta visita, intentó minimizar su participación alegando desconocimiento sobre la identidad de los represores. Sin embargo, sus acciones posteriores desmienten esa versión. Arrieta filtró conversaciones entre diputados libertarios y el cura Javier Olivera Ravasi, en las que se discutían proyectos de ley y un decreto presidencial destinado a liberar a estos genocidas, bajo la excusa de que ya habían cumplido más de 25 años en prisión.
La implicación de Javier Olivera Ravasi, hijo del represor Jorge Olivera, en esta trama no es casual. Ravasi organizó la visita a Ezeiza y ha sido recientemente expulsado de su diócesis por sus vínculos con este plan siniestro. La filtración de Arrieta no solo desvela las intenciones de excarcelar a los represores, sino que también pone en evidencia la connivencia entre sectores ultraderechistas y religiosos que buscan resucitar la impunidad del pasado.
DEFENSA Y SEGURIDAD: INSTITUCIONES BAJO LA SOMBRA DE LA ULTRADERECHA
El apoyo a los represores no se limita a un grupo de diputados. El Ministerio de Defensa, bajo el mando de Patricia Bullrich, ha mostrado una alarmante inclinación hacia la protección de estos criminales. Bullrich, quien ha pedido prisión domiciliaria para los mayores de 70 años detenidos por crímenes de la dictadura, ha retirado además las recompensas económicas destinadas a quienes aporten información sobre prófugos acusados de delitos de lesa humanidad. La ministra de Seguridad parece estar más preocupada por salvaguardar a los represores que por garantizar la justicia.
El rol del Ministerio de Seguridad en facilitar la visita a los represores también es altamente cuestionable. La falta de controles rigurosos y el trato preferencial hacia los diputados pone en tela de juicio la verdadera independencia de las instituciones encargadas de velar por la seguridad y la justicia en el país. No es coincidencia que altos funcionarios de Defensa hayan visitado también la unidad penitenciaria de Campo de Mayo, la principal guarnición militar del país, donde se encuentran otros detenidos por crímenes de la dictadura.
El gobierno de Milei no ha dudado en utilizar su poder para atacar uno de los logros más importantes de la democracia argentina: la lucha por los derechos humanos. El cierre de la Unidad Especial de Investigación de la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CONADI), creada para buscar a los niños robados durante la dictadura, es un ataque directo a las Abuelas de Plaza de Mayo y a todas las víctimas del terrorismo de Estado. Esta unidad, que ha permitido la restitución de 137 identidades, es esencial para continuar con la búsqueda de los cientos de niños y niñas que aún permanecen desaparecidos. El argumento del gobierno de que el Poder Ejecutivo no está facultado para conducir investigaciones es un pretexto burdo para desmantelar uno de los pilares de la lucha por la memoria y la justicia en Argentina.
La eliminación de esta unidad de investigación es una clara muestra de que el gobierno de Milei no solo busca proteger a los represores, sino también borrar la memoria de sus crímenes. Frente a este nuevo ataque, la sociedad argentina debe redoblar sus esfuerzos en la lucha por la verdad y la justicia, sin dejarse amedrentar por aquellos que pretenden imponer la impunidad como norma.
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