Franz S. Heiligen
Despotricar contra la juventud ha sido un hecho constante que se ha producido generación tras generación desde la noche de los tiempos. Nunca hubo mejores valores que cuando yo era joven, mejor música que cuando yo era joven y mejores películas que cuando yo era joven. No obstante, ciertas tendencias de la juventud actual, lejos de hacernos evolucionar como especie, parecen tener como propósito retrotraernos a las épocas más oscuras de nuestra historia. En el presente artículo intentaremos desgranar y desmontar el discurso machista que tan profunda y tan peligrosamente está calando en los jóvenes y en los no tan jóvenes.
Para empezar, el hecho de colocar al hombre como agente educador y a la mujer como paciente a ser educada ya nos puede orientar en cuanto a las tendencias filosóficas y/o sociales del protagonista del vídeo. A continuación, nuestro orador tira del tópico de la variabilidad emocional propia del género femenino, que sí, que puede ser que exista, pero este discurso, tanto si el tópico es real como si no, nos conduce inevitablemente a reducir nada menos que a la mitad de la población mundial a una condición de semianimalidad, para premiar a la otra mitad con la profética misión de ser guías, ejemplos e inspiradores de todo aquel ser humano que no haya nacido con pene. Seguramente, si alguien le llamara machista, el chaval se quejaría y empezaría a argumentar que si la biología y tal, pero unas líneas más abajo veremos cómo el argumento de la biología tampoco tiene ningún fundamento.
Cuando nos dejamos llevar por las emociones se pueden producir choques. Espero no ver nunca a semejante portento de racionalidad y de saber estar animando a su equipo (o a su selección) en un campo de fútbol, lugar al que, por otra parte, raramente suelen acudir los hombres.
Más adelante, habla de cuando una mujer es femenina y un hombre es masculino. ¿En qué consiste, pues, el ser masculino y el ser femenina? Si nos atenemos estrictamente a la biología, la respuesta la encontraríamos estrictamente en nuestras entrepiernas, pero no. ¿Consiste, entonces, en gesticular, en hablar, en vestir de una determinada forma? Si, tal como argumentan los detractores de la llamada ideología de género, el género es un concepto político inventado y lo único que manda es la biología, estaríamos viendo que la gesticulación, la forma de hablar y la vestimenta, por ejemplo, son rasgos de nuestra personalidad que se van formando en base, entre otras cosas, a nuestras relaciones con los demás y, por lo tanto, no tienen nada ni de biológico ni de político, y mucho de social. Y para muestra, lo que históricamente ha venido pasando con las mujeres que hablaban, gesticulaban y vestían de “forma masculina” y a la inversa.
Sí, el género (y los roles derivados de cada uno de ellos) es un concepto social.
Sí, ellos mismos se contradicen.
En primer lugar, lo que más me sorprende de la retórica de este vídeo es el tiempo que su protagonista se pasa anunciando lo que va a decir y lo poco que necesita realmente para decirlo. Pero más allá de cuestiones meramente formales, todos y todas sabemos que en el mundo actual todo está dominado por las lógicas de un ente amorfo, incorpóreo e indeterminado conocido como el mercado. Sin ir más lejos, diré que, sobre aplicar estas lógicas de mercado a todos los aspectos de la vida, en Argentina saben bastante.
Pues bien, si partimos de la premisa según la cual una relación sexoafectiva se rige o debería regirse por las leyes del mercado, lo primero será establecer un paralelismo entre los elementos de una relación sexoafectiva y los del mencionado mercado:
- Un comprador/consumidor, en este caso el hombre, que a su vez se convierte en propietario de un producto.
- Un vendedor, que no queda muy claro quién es, pero que podría ser la mujer.
- Un producto, aquí sí, claramente, la mujer.
Establecidos estos tres elementos indispensables en cualquier intercambio comercial, lo primero que cabría decir es que, en el momento en el que el producto es una persona, y más aún siendo vendedor y producto la misma persona, estaríamos hablando de una relación equiparable a la esclavitud. Si seguimos escuchando las lecciones de nuestro peculiar Doctor Amor, veremos cuáles son las cualidades que valora en una mujer:
- Juventud
- Belleza
- Fertilidad
Es curioso que ninguno de estos sujetos busque cualidades como la cordialidad, la complicidad o la capacidad de escuchar, de conversar, de aconsejar… cosa que podría hacernos pensar que, cuando hablan de las mujeres, no hablan de compañeras de vida, de penas y de alegrías, sino de un mero receptáculo para su varonil y masculina simiente, o para satisfacer sus instintos primarios. A continuación, nuestro orador vuelve a incidir en la idea de “las mujeres que hacen lo que les da la gana”. Claro, después tendrá desarrollo testicular suficiente como para llamarse a sí mismo “liberal”. Finalmente, podemos asistir a la parte final del discurso, consistente en un claro ejemplo de actitud pasivo-agresiva, es decir, tú haz lo que quieras, pero luego… y en un valioso consejo para todas las mujeres del mundo. ¿Estudiar? ¿Ser independientes? En absoluto. Lo que tienen que hacer las mujeres entre los veinte y los treinta años es aprender a ser buenas esposas, buenas madres y buscarse un marido. Esta declaración de intenciones recibe, en última instancia, el apoyo de su compañero de mesa, que se reafirma en lo ya dicho “si lo que quieres es una familia”. En fin, el mundo de algunas personas es tan pequeño que podría caber en una caja de cerillas.
No quisiera continuar sin hacer mención, en un primer ejercicio especulativo por mi parte, a las dos mujeres que aparecen en el corte sin intervenir. Por su lenguaje corporal, por ese “reír por no llorar” que se puede entrever, sería fácil pensar que el discurso del Doctor Amor les ha parecido una completa y absoluta sarta de estupideces, por lo que se entendería, sin tener el menor conocimiento del contexto del vídeo, que este pertenece a un “debate” sobre machismo o feminismo, como si ambos conceptos fueran equivalentes. Sí, estas cosas pasan mucho hoy en día.
Mi segundo ejercicio especulativo querría hacerlo en un mundo absolutamente hipotético en el que, efectivamente, todas las mujeres entre veinte y treinta años, lejos de acudir a discotecas y salas de fiestas, divertirse, hacer lo que les diera la gana, el mundo, la vida, jiji jaja… se dedicaran a buscar un buen marido para formar una familia. ¿Os imagináis una sala de fiestas, de esas que están atestadas de jóvenes los sábados por la noche, poblada única y exclusivamente por entes como los que acabamos de ver? Yo tampoco. Así pues, si las mujeres tienen que tener poca o ninguna experiencia, pero los hombres tienen que tener mucha experiencia, ¿con quién deberían adquirir los hombres esta experiencia? ¿Estamos hablando de reservar una parte de la población femenina para que los hombres “adquieran experiencia”? ¿Estamos, en última instancia, haciendo apología de la prostitución?
Antes de pasar a otras cuestiones, me gustaría comentar algo que aparece en los dos vídeos, el concepto valor. En la lógica mercantil, el valor es algo absoluto, universal y cuantificable, eso está claro. Sin embargo, ¿qué es un hombre de valor o una mujer de valor? ¿Qué es lo que confiere valor a una persona? Estaremos de acuerdo en que el valor aplicado a seres humanos es algo tan etéreo, indeterminado y relativo como lo es la propia diversidad humana.
Sí, podrían decirme que todo esto del mercado del amor es un sentido figurado, pero la respuesta sería clara. Los valores y las intenciones que defienden esta clase de discursos son claramente literales puesto que ninguno de estos individuos usa la palabra fertilidad en sentido figurado.
Y bien, ¿por qué este discurso tan anacrónico cala tan fácilmente entre la juventud actual? La respuesta a esta pregunta no es algo fácil, ni el autor de estas líneas está cualificado para dar una explicación ni remotamente satisfactoria. No obstante, sí que podríamos dar un par de pistas.
- Uno de los aspectos de la contraofensiva conservadora que tenemos encima sería el control de la natalidad de la clase trabajadora. Factores tales como el aborto, comprendido como un derecho inalienable para las mujeres, o la baja natalidad en el mundo llamado civilizado restaría una gran cantidad de población obrera que es necesaria como combustible para que la gran locomotora capitalista siga funcionando. Y no olvidemos que los grandes medios de difusión de contenidos (Youtube, X, Instagram, Twitch…) pertenecen a este mundo turbocapitalista y que sus principales consumidores son adolescentes y jóvenes adultos.
- La crisis de los modelos de masculinidad tradicional. En un mundo cambiante y cada vez más diverso, existe una cierta sensación de incertidumbre en cuanto a todo, incluso en cuanto a lo que significa “ser un hombre”.
- El actual ambiente de intoxicación informativa afecta a la parte de la población que, ya sea por exceso de edad o por falta de ella, no dispone de los mecanismos necesarios para diferenciar intencionalidades, orígenes o nivel de peligrosidad del relato que constantemente nos bombardea.
Para profundizar más en este tema y para acabar este modesto escrito con una luz de esperanza, os emplazaré a visitar (y a seguir) a David Pareja, que puede hablar sobre este tema con mucha más propiedad que un servidor.
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