Hermann Tertsch, eurodiputado de Vox, recientemente se ha sumergido en una polémica al emitir comentarios despectivos hacia Yolanda Díaz, Vicepresidenta Segunda y Ministra de Trabajo de España. Sus palabras, que comparaban una aparición pública de Díaz con «los prolegómenos de una película porno en Turkmenistán», son un claro reflejo de un machismo arraigado y una misoginia inexcusable.
Este acto degradante es solo uno de los muchos ejemplos en los que Tertsch ha manifestado su desprecio hacia las mujeres. Sus ataques no se limitan a figuras políticas; han alcanzado incluso a periodistas y activistas menores de edad. Un ejemplo palpable es su abordaje hacia Mamen Mendizábal, a quien insultó groseramente, recibiendo a cambio una respuesta contundente por parte de la periodista.
Tómate otra copa Hermanncillo que de ti hace años que no esperamos nada más. A ver si insultándome consigues que alguien te haga caso. https://t.co/KrRh6kaNZE
— Mamen Mendizabal (@MamenMendi) November 16, 2023
Las acciones de Tertsch no solo son reprochables desde una perspectiva de género, sino que también reflejan un preocupante desdén por la decoro político. En una reciente sesión en el Parlamento Europeo, Tertsch despreció al comisario europeo de Justicia, Didier Reynders, en relación con la controversia sobre la ley de amnistía en España, calificando el proceso como inconstitucional y un atentado al orden jurídico español. Estas acusaciones, cargadas de una retórica incendiaria, revelan un profundo desprecio no solo por sus colegas, sino también por el proceso democrático en sí.
Además, Tertsch ha utilizado su plataforma para lanzar ataques verbales contra figuras políticas catalanas relacionadas con la amnistía, incluyendo a Carles Puigdemont, en un tono que va más allá del disenso político y entra en el terreno del abuso verbal.
UN LLAMADO A LA REFLEXIÓN Y ACCIÓN
En un mundo donde la igualdad de género y el respeto mutuo deberían ser la norma, la conducta de Tertsch y de la extrema derecha en general es un recordatorio sombrío de que aún queda mucho por hacer.
Es imperativo que las instituciones políticas y la sociedad en general condenen estos comportamientos y trabajen activamente para erradicar el machismo y la misoginia de todos los ámbitos de la vida pública. Solo así podremos avanzar hacia una sociedad verdaderamente igualitaria y respetuosa.
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