22 Nov 2024

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Opinión | Yo acuso
Javier F. Ferrero, PRINCIPAL

Opinión | Yo acuso 

Yo acuso a Netanyahu, no solo como líder de Israel, sino como el rostro de una ideología que ha llevado a la marginación y al intento de genocidio del pueblo palestino. Bajo su mandato, hemos presenciado no solo la exacerbación de tensiones, sino también crímenes contra la humanidad. Su retórica y acciones han sido un veneno para cualquier esperanza de paz y reconciliación.

Yo acuso a Israel, no por su gente, sino por sus políticas gubernamentales que han llevado a cabo una campaña sistemática de violencia, represión y desplazamiento. A pesar de las cicatrices de su propia historia, ha elegido infligir heridas similares a otro pueblo. Las políticas de asentamientos, el bloqueo inhumano y la militarización han llevado al sufrimiento y al desplazamiento de millones de palestinos. La seguridad jamás debe ser una excusa para la opresión y el intento de exterminio de un pueblo entero.

Yo acuso a Estados Unidos por su complicidad y su interés egoísta en la región. Durante décadas, ha vertido recursos militares y financieros en Israel, dándole carta blanca para actuar con impunidad. Su apoyo incondicional ha sido un pilar en la perpetuación de políticas de represión y expansión territorial. La política exterior de Estados Unidos en el Medio Oriente ha sido una danza macabra, movida por intereses geopolíticos y energéticos, en lugar de una genuina búsqueda de paz y justicia.

Yo acuso a la extrema derecha, cuyas palabras venenosas y retórica incendiaria han sido el combustible para el fuego del odio y la intolerancia. Su visión del mundo, retorcida por la exclusión y el miedo irracional al otro, ha sido una fuerza motriz detrás de la polarización y el resurgimiento de conflictos violentos.

Yo acuso a la clase política equidistante, que se esconde detrás de una falsa neutralidad mientras el mundo arde. Al no tomar partido y pretender mantenerse en un punto medio, se convierten, ya sea por acción o inacción, en cómplices de la injusticia. En tiempos donde la moralidad es puesta a prueba, su neutralidad no es más que una traición encubierta que favorece al opresor.

Yo acuso a aquellos mercaderes sin escrúpulos que venden armas a Israel, perpetuando un ciclo interminable de violencia y destrucción. La industria armamentística, con su insaciable avaricia, ha colocado el lucro por encima de la vida humana, siendo un pilar en la perpetuación de conflictos alrededor del mundo.

Yo acuso a la comunidad internacional, que observa pasivamente mientras se cometen atrocidades. Optan por la diplomacia vacía y la política de conveniencia en lugar de actuar con firmeza para proteger a los inocentes. Las Naciones Unidas, con su estructura burocrática y paralizada por desacuerdos y vetos, han fallado repetidamente a aquellos que más necesitan su apoyo.

Yo acuso a los medios de comunicación, que han traicionado su deber sagrado de informar con veracidad. Su narrativa sesgada ha priorizado el sensacionalismo barato y la polarización sobre la verdad objetiva. En una era donde la información es poder, han elegido manipular en lugar de iluminar.

El bombardeo de un hospital, la muerte de inocentes, el silencio de los poderosos y la defensa de lo indefendible son manchas ya imborrables en nuestra historia contemporánea.

El tiempo juzgará, la historia recordará y la justicia, tarde o temprano, hallará su camino.

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