Elegir un enfoque que minimiza o ignora los hechos es un desprecio por la memoria de aquellos que sufrieron y murieron, y una grave falta de respeto hacia la historia
El asesinato de Salvador Allende, el presidente electo de Chile, es uno de los momentos más trágicos y controvertidos de la historia latinoamericana del siglo XX. Al cumplirse medio siglo de este hecho, es natural que los medios de comunicación de todo el mundo recuerden ese día y sus consecuencias. Sin embargo, la forma en que decidimos recordar y representar esos eventos dice mucho sobre nuestra capacidad para comprender y respetar la historia.
La portada de ABC, que titula «Cincuenta años del fracaso de la ‘vía chilena al socialismo’ de Allende», no sólo es una simplificación de un período histórico complejo y matizado, sino que es, a todas luces, insensible y parcial.
La palabra «fracaso» ignora por completo el contexto de lo que estaba ocurriendo en Chile en ese momento. Salvador Allende y su gobierno estaban trabajando para implementar reformas sociales y económicas necesarias para el bienestar del pueblo chileno. Pero estos esfuerzos fueron sistemáticamente socavados, tanto interna como externamente, particularmente por la administración de Nixon en Estados Unidos.
«INFAME»
El actor y director, aunque siempre activista, Juan Diego Botto lo señaló acertadamente en su tuit: «Hoy, que es pública la información sobre el golpe de Estado: La campaña mediática, las huelgas patrocinadas, la desestabilización económica, la coordinación de EEUU.. Y conocemos el horror que supuso la dictadura de Pinochet, este titular es simplemente infame.»
La utilización de la palabra «fracaso» también omite las consecuencias del golpe de Estado que siguió al gobierno de Allende. La dictadura de Augusto Pinochet resultó en la tortura, desaparición y asesinato de miles de chilenos. Por lo tanto, centrarse únicamente en la «vía chilena al socialismo» sin abordar el horror y las atrocidades que siguieron es, en el mejor de los casos, una omisión negligente y, en el peor, una distorsión intencionada de los hechos.
Los medios tienen la responsabilidad de informar y educar al público con precisión y sensibilidad. Elegir un enfoque que minimiza o ignora los hechos es un desprecio por la memoria de aquellos que sufrieron y murieron, y una grave falta de respeto hacia la historia.
Hoy, 50 años después, Chile y el mundo merecen un recuerdo más matizado y comprensivo del legado de Allende y de las complejidades de ese período. La historia, con todos sus matices y contradicciones, debe ser contada con precisión y justicia.
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