“Levantad el culo el próximo 23 de julio como si vuestra vida dependiera de ello”
Al lío.
Como votante de izquierdas, voy a hacer un poco de autocrítica sobre las elecciones municipales y autonómicas de los pasados comicios del 28 de mayo de 2023. Sólo un poco. Y luego vamos a ver qué coño hay más allá de la autocrítica en la izquierda, que es donde parece que Las Mayorías se sienten cómodas. Pues vamos allá, dos días después, porque tampoco me apetecía escribir en caliente y sin haber leído un poco de la prensa tradicional y también de la buena para intentar entender lo ocurrido.
Los números hablan, y no me refiero a los porcentajes. Ha habido un menor número de votos en general. Es decir, abstencionismo. No es que más gente haya decidido ir a votar a la de los geranios. Simplemente ha ido menos gente a votar. Y sabemos que para las derechas el voto es sagrado. Irónico para un puñado de energúmenos que escupen en la democracia, pero así son las cosas, no les busquemos el sentido.
Y aquí entraría la parte del debate sobre lo que han hecho los partidos de izquierdas. Su estrategia ha sido errónea. Y mira, puede que tengan razón. Yo mismo abría los ojos como platos cuando veía las lonas de Podemos. Erraron el tiro con el mensaje. No porque estuvieran equivocados (de hecho casi lo podría tachar de tibio) sino porque después de tanto tiempo, parece que no vieron dónde se iba a centrar la caterva mediática con ellos. ¿Iban las Anarrosas a dar voz a sus propuestas, o en cambio arremeterían contra sus ataques?
Uy, que me desvío de la autocrítica.
Posiblemente, lo que más podemos reprocharles es que no hayan sido capaces de presentarse juntos. ¿En cuántos casos hemos visto que cada grupo fragmentado llegaba a un porcentaje no lo suficientemente alto como para entrar en los gobiernos? Eso ha sido una jodienda de las gordas. Así que me tengo que unir, una vez más, a la petición popular: UP y Sumar deben ir juntos. Y voy un paso más allá: con todos los partidos de izquierdas. Este no es el momento de andar con nuestras diferencias, que las tenemos y son perfectamente legítimas. Es el momento de ir en bloque contra una (ultra)derecha que nos está comiendo y que nos va a arrebatar un montón de derechos si no se le pone freno en las urnas.
También podríamos entrar en la pregunta de “¿Qué hacen los partidos de izquierdas para movilizar al electorado?”. Porque el mayor porcentaje de abstencionismo siempre se da entre los votantes de izquierda. Puedo entender el desánimo al ver la guerra de egos que los medios… Perdón. Que me desvío otra vez. Puedo, decía, entender el desánimo al ver la guerra de egos y que parezca que están más interesados por la cabeza de la lista que otra cosa.
Pero yo pregunto: ¿Y eso lo vas a arreglar no yendo a la puta urna? Sinceramente, yo hace tiempo que dejé de interesarme sobre lo no relacionado con propuestas y/o hechos. La ley trans. La ley contra la violencia de género. La ley de la vivienda. La contrarreforma de la ley de trabajo. Ese es el tipo de cosas que me animan a ir a las urnas y a depositar mi voto por mantenerlas. Por insuficientes que hayan sido o que me hayan parecido, por cortas que se hayan podido quedar. Porque sé que si gobiernan los otros no va a haber poco. Va a haber nada. Y podré poner mi mejor cara de escarnio cuando escucho a Yolanda Díaz diciendo la pereza que le dan los hombres de izquierda. Y a mi me das pereza tú, pero quiero llevar en julio una papeleta en la que aparece tu nombre y el de Ione Belarra.
“Es que votar es un derecho, no una obligación”. Pues si no ejerces ese derecho, majete, no se qué otros derechos aspiras a conseguir. “Es que votando no voy a conseguir nada”. Claro que no, campeón. Se consigue tuiteando muy fuerte y rezongando por los rincones. Y ojo, que no quiero decir que el desánimo no sea legítimo, ni mucho menos. Pero no puede ser óbice para que plantemos nuestro voto en la urna para frenar la oleada de fascismo que nos viene. ¿Es que eso no es motivo suficiente para levantar el culo del sofá? Creo que tenemos que empezar a ser un poco adultos y no esperar a que un partido o un político nos ilusione. Muy dificilmente eso va a ocurrir. Y me parece bien porque a mi no me tiene por qué venir nadie a prometerme nada. La motivación la tenemos que tener muy clara: los de derechas van a ir a votar sí o sí, van a hacer piña para que ganen “los suyos”. Joder, pues vamos a hacer lo mismo. Por los nuestros. Por los vulnerables. Por los que no van a sobrevivir a cuatro años de retirada de derechos, de ayudas. Por los que van a sufrir y sufren el delito de odio que campa impunemente por las instituciones y las calles. “Proletarios de todo el mundo, uníos”. Por todos los avances que hemos conseguido pero que van a estar siempre en la cuerda floja. Porque todo avance es una victoria. Por pequeña que sea porque ya se ocuparán los grandes poderes de que no podamos conseguir mucho más. Cada paso cuenta. Si no vamos a ser capaces de derrotar al capitalismo (maldito seas por tener razón, Mark Fisher), al menos intentemos ganar pequeñas batallas con sus propias armas. Ejerce tu derecho al voto y manda a los fascistas a tomar por culo.
Pero no solo de autocrítica piensa el hombre, sino de toda palabra volcada por los medios de manipulación.
No voy a dedicar tiempo ni esfuerzo a aquellos periodistas de izquierda teórica y “centrismo” real que se niegan a hacer revisión del sistema para el que trabajan. No les voy a pedir que sacrifiquen sus carreras, pero sí que cierren la boca, que calladitos están mas guapos. Porque negar la influencia de los medios de comunicación y de cómo influyen en unas elecciones es de ser un gilipollas ignorante (o pensar que los que te hacen caso lo son (y no descarto que sea verdad)) o de tener el rostro de hormigón armado.
La situación no ha podido ser más idílica para los que han buscado derrocar al gobierno de coalición. Más por la coalición que por el gobierno, ya que siempre les mola tener una supuesta izquierda subyugada al capitalismo. COVID, el volcán de la Palma, Filomena, la guerra de Ucrania. Todos los escenarios negativos han estado presentes. Y, con mayor o menos acierto, se ha salido del paso. No solo eso. Se ha elogiado a España por sus acciones muchas veces desde la prensa internacional.
Pero, por el motivo que sea, los medios nacionales se han dedicado a machacarlo sistemáticamente. Que todo va a ser un desastre, un caos, el apocalipsis. Nadie analiza en prime time las previsiones más agoreras no se han cumplido. No. Todo metralla contra el gobierno. Y cuando no, se miente. ¿Qué importa si el BOE declaró que las competencias de las residencias correspondían a las comunidades autónomas? ¡El BOE no le va a impedir a Ana Rosa Quintana a mentir a todo su público afirmando que eran competencia de Pablo Iglesias! Y de paso, nos cubrimos las espaldas secuestrando al Tribunal Constitucional y nos aseguramos de que un juez legitime que se haya mentido en directo. “Es que era su opinión”. Me cago en tu puta madre. Que no es un tema de opinión. Que los hechos son hechos. Y la mentira de una tertuliana endiosada no puede estar por encima de la realidad. Pero qué nos vamos a esperar cuando hasta el presidente del gobierno se ha bajado los pantalones para darle la bienvenida de vuelta su programa.
O el famoso “contador de violadores excarcelados” para ir a cuchillo contra Irene Montero. El cual, por el motivo que sea, ni se conocen las fuentes ni dónde se ha quedado aparcado ahora que ya no es necesario atacar por ahí al gobierno. No, los medios dan voz a la Gerania al grito de “que viene ETA” cuando su partido fue el que más intentó pactar con la ya disuelta banda terrorista. Ocultación, mentiras. Posverdad. El “1984” de Orwell cumplido. Decenas de periodistas Winston Smith al servicio del Ministerio de la Verdad, reescribiendo la historia. Omitiendo todo aquello que no les interesa que su audiencia sepa.
“Haber felikis, no ce puede cer tn simple. la jente es mallor y se pueden hinformar x su cuenta si quieren”
Vete a tomar por culo. ¿En serio pretendes eludir tu responsabilidad como periodista basándote en que la gente es libre o no de informarse? ¿Eso te da derecho a mentir? ¿Eso te da derecho a llenar todas las tertulias de la mañana y de la tarde con colaboradores derechistas y pasándote la pluralidad por el arco del triunfo? ¿Es culpa del espectador que las gráficas que aparecen en pantalla sean falsas? ¿Es culpa del espectador que se omita sistemáticamente a Podemos de dichas gráficas y que solo se hable de ellos para ponerlos a parir? Contaba hace poco Pablo Iglesias que habían recibido un toque de la formación azul: prometían mejor trato a Podemos en los medios a cambio de eludir la información sobre Tomás Díaz Ayuso. ¿De eso tienen también culpa los espectadores? Vete por ahí. Los medios de comunicación también tienen una responsabilidad y una obligación para con los espectadores y con la democracia. Y lejos de pelear por ella están colaborando como peones en su desmantelamiento.
He leído también argumentos de gente que afirma que “no todo el mundo se informa por los grandes medios, hay chavales en Twitch con más audiencia”. Dejando de lado que el 70% de los españoles ve la televisión, también habría que echar un vistazo cuáles son los streamers con más audiencia y la clase de cosas que les sueltan a su audiencia. No son periodistas, ni falta que les hace. Les basta con decir lo que piensan, y sus espectadores beberán de ello. Horas y horas de contenido basado en un concepto de masculinidad machista, el ego desmedido, la aporafobia y el neoliberalismo. Porque si gente como el Rubius dicen que España les roba, pues eso van a pensar sus espectadores. Que les roban, claro que sí.
Me encantaría vivir en una realidad en que se cumpliese la sección de La Base de que “Dato mata relato”, pero más bien estamos en “Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”. Quizá no se convierte como tal en una verdad; al fin y al cabo, la mentira es la mentira. Pero sería iluso pensar que ahora mismo es un tema de verdades o mentiras. La gente está dispuesta a creerse las mentiras si coinciden con sus pensamientos. Y es muy complicado luchar contra eso. Así que levantad el culo el próximo 23 de julio como si vuestra vida dependiera de ello. O, como poco, porque vuestros derechos dependen de ello.
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