Lo que se esperaba fuera una guerra rápida se prolongó durante siete años y dejó devastadoras consecuencias, incluyendo más de 100,000 civiles muertos.
La Guerra de Irak, que inició hace 20 años, es una tragedia que nos recuerda el peligro que corre la humanidad cuando los líderes políticos actúan impulsados por intereses particulares en lugar de los intereses del bien común. La historia se repite una y otra vez, y la Guerra de Irak es una de las muchas situaciones en las que se violaron los principios fundamentales de la justicia y la equidad.
La invasión de Irak por parte de las fuerzas lideradas por Estados Unidos y sus aliados se basó en premisas falsas, y las pruebas presentadas para justificarla fueron fabricadas y manipuladas para garantizar su aprobación. La postura y el actuar de los líderes políticos de aquel entonces ponen en entredicho su ética y su compromiso con la verdad.
Es de vital importancia destacar que la justificación para la guerra en Irak fue cuestionada por un gran número de ciudadanos, incluidos algunos expertos militares y políticos. Sin embargo, estos disidentes fueron ignorados o marginados, y su voz no fue tomada en cuenta.
En la actualidad, esta situación nos recuerda la importancia de promover la filosofía crítica y la libertad de pensamiento, y la necesidad de estar alerta para cuestionar y evaluar los argumentos que los líderes políticos utilizan para justificar sus acciones. Los medios de comunicación también tienen un papel crucial en este sentido, ya que deben ser responsables de garantizar la veracidad y la precisión de la información que presentan.
Es importante hacer una crítica a la connivencia de algunos medios de comunicación con los políticos, quienes muchas veces son cómplices en la fabricación y difusión de información falsa. En lugar de ser un medio para el acceso a la verdad y la justicia, los medios de comunicación se han convertido en una herramienta para manipular y moldear la opinión pública a favor de los intereses de los poderosos.
Aznar, 20 años sin rendir cuentas
Veinte años después de la invasión, el exasesor de Tony Blair, David Manning, afirmó que el entonces presidente del Gobierno español, José María Aznar, estaba «muy convencido» y «a favor» de la guerra. La investigación oficial del Reino Unido, conocida como el Informe Chilcot, concluyó en 2016 que Blair y Aznar habían acordado la necesidad de desarrollar una estrategia de comunicación que mostrara que habían hecho todo lo posible para evitar la guerra.
Aznar, sin embargo, no ha asumido la responsabilidad por su papel en la guerra. En una entrevista reciente, afirmó que estaba «completamente orgulloso» de haber hecho a España partícipe de la guerra y que «marcó la posición más importante de España en muchas décadas». El PP, el partido que lideró Aznar, nunca ha rendido cuentas por su papel en la guerra de Irak y ha vetado cualquier intento de investigar la decisión política de Aznar. El partido incluso ha recibido al ex presidente en su sede de Madrid, lo que demuestra que la formación política no reniega de la decisión política que llevó a España a la guerra.
Este aniversario de la guerra de Irak, además, nos recuerda la importancia de la verdad y la honestidad en la toma de decisiones políticas. Los líderes políticos deben ser responsables y actuar en beneficio del bien común, y no de intereses particulares. La filosofía nos enseña que la verdad es un valor fundamental que debe guiar nuestras acciones. Debemos buscar la verdad y la transparencia en la política, especialmente en cuestiones que pueden tener consecuencias tan graves como la guerra. La Guerra de Irak y los hechos que la rodean son un llamado a la reflexión, a la crítica y al compromiso para no permitir que situaciones como estas vuelvan a suceder. Es fundamental que, como ciudadanos críticos, nos involucremos en la promoción de una cultura de la verdad y la justicia, y que exijamos a nuestros líderes políticos que actúen con responsabilidad y transparencia.
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