25 Abr 2025

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12.000 euros por un chiste: los ultras de Abogados Cristianos quieren silenciar a ‘El Jueves’
DESTACADA, POLÍTICA ESTATAL

12.000 euros por un chiste: los ultras de Abogados Cristianos quieren silenciar a ‘El Jueves’ 

La organización ultracatólica demanda a la revista por incluir a su presidenta en la sección “Gilipollas del año” y pone en jaque la libertad de expresión

Abogados Cristianos ha decidido que hacer reír es punible con 12.000 euros. La organización ultracatólica ha demandado a la revista satírica El Jueves por incluir a su presidenta, Polonia Castellanos, en la sección «Gilipollas del año 2024». Alegan «ridiculización», «daño al honor» y «humillación pública», aunque nadie les haya obligado a leer una revista cuyo contenido, desde hace décadas, se basa en el humor negro y la sátira política.

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La demanda, interpuesta en los juzgados de Valladolid, exige no solo una indemnización económica —6.000 euros para Castellanos y otros 6.000 para la entidad—, sino también la retirada del contenido y una disculpa pública con la misma notoriedad. El objetivo no es reparar una supuesta ofensa, sino infundir miedo a través del ‘efecto desaliento’: que el siguiente medio o artista se lo piense dos veces antes de tocar según qué temas.

El Jueves no se ha achicado. Su director, Igor Fernández, responde con ironía: “Ya están haciendo méritos para revalidar el título en 2025”. Y no le falta razón. Castellanos y su tropa llevan años utilizando los juzgados como trinchera para librar su cruzada moral, persiguiendo chistes, exposiciones, performances o piezas teatrales que, en su universo de pureza ideológica, constituyen una amenaza al orden divino.

La misma entidad ya arremetió contra la revista Mongolia por representar a un niño Jesús con una botella de cerveza. La demanda fue archivada, pero el mensaje se entendió: cuidado con lo que dibujas. No buscan ganar juicios, buscan imponer su agenda a través del miedo legal y la autocensura. Una estrategia vieja con nuevas formas.

CENSURA DE SOTANA Y CÓDIGO CIVIL

La clave del litigio reside en convertir el derecho al honor en una mordaza. En su escrito, Abogados Cristianos insiste en que la calificación de “gilipollas del año” no es sátira, sino “menosprecio personal”, y que las viñetas contienen “hechos falsos”, “frases inventadas” y “acusaciones infundadas” como enriquecimiento ilícito o fracasos judiciales que, según ellos, nunca ocurrieron.

El problema no es la ofensa, sino el uso perverso del sistema judicial como garrote ideológico. No hay cárcel en juego, pero sí un coste económico y emocional que muchos medios pequeños o artistas no pueden asumir. Lo que se impone es una lógica: si te metes con nosotras y nosotros, pagas.

Esto no es nuevo ni exclusivo del ámbito religioso. Casos como el de Cassandra Vera, Valtonyc o Willy Toledo se inscriben en la misma tendencia: no se castiga por lo que se dice, sino por atreverse a decirlo.

Fernández lo señala sin rodeos: “En las mismas páginas por las que nos han demandado se dice que si tanto les preocupa la natalidad, podrían denunciar a los fondos buitre en vez de atacar al ‘lobby gay’ o a las ‘feminazis abortistas’”. Pero claro, enfrentarse a los poderes reales exige algo más que rosarios y rencor, exige voluntad política y compromiso social. Dos cosas que esta organización no ha demostrado jamás.

Abogados Cristianos no es una entidad neutral ni civil. Es una maquinaria ideológica al servicio de una visión reaccionaria del mundo.. Operan igual que otras estructuras ultraderechistas: con querellas, bulos y victimismo estratégico.

Y mientras denuncian a dibujantes, el Congreso legisla al dictado de fondos buitre y los alquileres siguen por las nubes. Pero ahí no van. Porque ahí no hay crucifijos que salvar ni maricones a los que señalar. Porque ahí hay poder de verdad, y ese poder no lo quieren tocar.

¿El problema? Que esta caza de brujas legal tiene efectos reales. Que cada artista que se autocensura es una victoria para la sotana. Que cada medio que evita una portada crítica por miedo al juzgado, es un paso más hacia el silencio. Y que cada euro que gastan en perseguir chistes es un euro robado a la justicia de verdad.

Frente a esto, queda solo una opción: seguir riendo. Seguir dibujando. Y seguir denunciando, aunque escueza. Porque si se sienten ofendidos, es que algo se ha hecho bien.

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