El discurso de odio no es un juego, es una amenaza. Y es hora de enfrentarlo
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La actualidad política en Extremadura abre un espacio de reflexión necesario sobre el estado de los derechos humanos en el contexto actual. No se trata solo de un fenómeno regional, sino que la perspectiva debe ampliarse al panorama global. Las tensiones recientes entre el Partido Popular (PP) y Vox, con la candidata del PP, María Guardiola, en el centro de la escena, ponen sobre la mesa una serie de discusiones vitales que no se pueden ignorar.
María Guardiola se ha plantado firmemente en su posición y ha reiterado que ciertos temas son inamovibles para ella. La violencia machista, los derechos del colectivo LGTBI, el aborto y la inmigración son asuntos que ella ha dejado fuera de la mesa de negociación, provocando cierto revuelo, no solo en Extremadura, sino en todo el país.
Polémica en el discurso político
Un titular reciente del diario El Mundo reza: «Máxima tensión PP-Vox en su primera negociación. La candidata extremeña no cede en aborto, inmigración, LGTB y violencia de género». El foco no debería ser si María Guardiola debiera o no ceder en sus posturas. El auténtico interrogante es ¿por qué tendría que hacerlo? ¿Por qué se esperaba que ella cediera en cuestiones que atañen a derechos humanos fundamentales?
Es cierto que la política es un terreno de negociaciones, pero hay asuntos que no deberían ponerse en juego en primer lugar. Los derechos humanos no son negociables. El respeto a la diversidad y a la identidad individual no son negociables. La violencia de género no es negociable. Parece que Guardiola ha entendido esta perspectiva.
Los efectos de un titular
¿Puede un titular ser culpable? ¿Puede un discurso político que difunde odio y violencia ser responsable de sus consecuencias? ¿Es culpable la falta de respeto a los derechos humanos y a la diversidad? La respuesta a todas estas preguntas es un rotundo sí.
Este tipo de discursos son los responsables de que la violencia machista siga siendo una realidad en la sociedad española. Son los responsables de los delitos de odio contra el colectivo LGTBI y los migrantes. Son los responsables de los asesinatos de mujeres.
No se trata de un juego político. No es una partida de sillas. Se trata de la vida real. La política, los medios de comunicación, tienen un impacto real en la vida de las personas, y estos impactos pueden ser violentos.
El discurso de odio no es un juego, es una amenaza. Es una amenaza para los derechos humanos, para la igualdad, para la diversidad. Y es hora de enfrentarlo.
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