¿Diez millones de vidas segadas, siete millones de personas desplazadas, y un millón de mujeres violadas y secuestradas, y apenas si susurran sobre ello en las noticias? No, esto no puede ser real. No podemos permitirnos cerrar los ojos ante tal nivel de sufrimiento y desesperación. ¿Dónde está la humanidad en todo esto? ¿Dónde está la indignación global? Es abominable. Estamos hablando de millones de vidas destrozadas, de familias enteras arrancadas de sus hogares y arrojadas a la miseria y al dolor, y el mundo sigue como si nada.
¿Coltan? ¿Cobalto? ¿Son estas las vidas por las que estamos dispuestos a sacrificar, solo para mantener nuestro insaciable apetito por la tecnología y el consumismo? Es repugnante. Y no nos engañemos, esto va más allá de simples recursos naturales. Esto es sobre poder, sobre dominio, sobre la explotación despiadada de los más vulnerables para alimentar nuestro estilo de vida privilegiado. Es hora de despertar, de levantarnos en solidaridad con el pueblo congoleño. Es hora de boicotear a las marcas y empresas cómplices de esta masacre. Es hora de exigir justicia, de exigir un Congo libre de opresión y violencia.
No podemos quedarnos en silencio.
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