La situación sobre el vertido de microplásticos en las costas gallegas y la respuesta del gobierno autonómico es alarmante. En primer lugar, el hecho de que se necesiten semanas para actuar frente a un desastre ambiental de esta magnitud es inaceptable.
La ironía con la que Antón aborda la respuesta de la Xunta de Galicia, enviando a «cuatro jichos con guantes de fregar» para una operación de limpieza mientras las cámaras están presentes, refleja una negligencia incomprensible y una falta de seriedad ante un problema ambiental grave. La salud de nuestros océanos y costas no es un asunto para tomar a la ligera; se requiere una acción inmediata, sistemática y sostenida.
Además, la comparación con el desastre del Prestige es inevitable y preocupante. Aquella tragedia dejó una cicatriz profunda en la memoria colectiva y en el ecosistema marino, y parece que no hemos aprendido la lección. La aparición de «miles de diminutas bolas de plástico blancas» en nuestras playas no es solo un problema estético; es un grave peligro para la fauna marina, la calidad del agua y, en última instancia, para nuestra propia salud.
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