La patronal de los caseros se victimiza mientras exprime los salarios de quienes no tienen más remedio que alquilar para vivir
EL LLANTO DEL RENTISTA: VÍCTIMAS DE SU PROPIO PRIVILEGIO
La presidenta de SOM Habitatge, la flamante asociación de propietarios en Catalunya, ha decidido que la culpa de todo es de la envidia. Literalmente. “¿El problema es que nos tenéis envidia?”, ha soltado Núria Garrido en Catalunya Ràdio, como quien se queja de que sus esclavos no sonríen lo suficiente. Y lo ha dicho en un cara a cara con la portavoz del Sindicato de Inquilinas e Inquilinos, que solo estaba señalando una obviedad: que vivir de rentas no es un trabajo, es un privilegio. Un privilegio blindado por décadas de legislación hecha a medida del casero y a espaldas de la mayoría social.
No, señora Garrido, no es envidia. Es impotencia. Es cabreo. Es la indignación de quienes trabajan ocho o diez horas para poder seguir pagando alquileres que se doblan mientras las condiciones del piso se deterioran. Es frustración de clase. No se puede pedir comprensión cuando se está cobrando 1.100 euros por un piso que hace diez años costaba 600, mientras se llora porque “ser casero es como tener un hijo”. Si tener un hijo le genera ingresos pasivos, igual no estamos hablando del mismo concepto de maternidad.
La neolengua rentista que defiende Garrido —esa que llama “viabilidad económica” a la especulación y “acompañamiento” al hecho de espiar vidas ajenas desde el otro lado del contrato— es la enésima muestra de cómo el capital intenta barnizar de responsabilidad social su avaricia de siempre. Alegan que proporcionan hogares, cuando en realidad lo que hacen es convertirlos en productos financieros. No tienen inquilinas, tienen clientas. No ofrecen techo, alquilan tiempo de vida. Y lo hacen, en muchos casos, incumpliendo su parte del trato: pisos sin calefacción, sin mantenimiento, sin accesibilidad y, por supuesto, sin derechos.
EL PELIGRO DE ORGANIZARSE DESDE ARRIBA
Lo de SOM Habitatge no es una asociación, es un lobby. Y su aparición no es inocente. Nace como respuesta al crecimiento de movimientos como el Sindicato de Inquilinas, que están desafiando la lógica especulativa con organización vecinal, acción directa y victorias judiciales. La criminalización no es hacia quienes acumulan propiedades, sino hacia quienes cuestionan que una minoría viva del esfuerzo de la mayoría. Y eso es lo que realmente molesta.
Garrido se lamenta de que les hayan “deshumanizado”. Pero, ¿quién puede deshumanizar a quien convierte un bien básico en una mercancía de lujo? ¿Quién pierde su humanidad: quien se ve obligado a compartir piso a los 40 para poder pagar el alquiler o quien sube un 30% el precio “porque el mercado lo permite”?
No están deshumanizados, están acostumbrados a no ser cuestionados. Y eso se está acabando. Porque cada vez son más quienes, desde el movimiento por la vivienda, están poniendo nombre y dirección a los grandes propietarios, están bloqueando desahucios y están reclamando que el derecho a techo esté por encima del derecho a enriquecerse sin mover un dedo.
Decir que cobrar rentas no es “ser rentista” es como decir que disparar no es “hacer daño” si lo hace un dron. Es un insulto a la inteligencia. Claro que cobran. Claro que se lucran. Y claro que delegan el trabajo. Eso no los convierte en emprendedores, los convierte en rentistas de manual. Y cuando el negocio va mal, piden ayudas públicas; cuando va bien, privatizan los beneficios.
En una Catalunya donde hay más de 11.500 pisos turísticos ilegales detectados por rastreadores urbanos y software automatizado (fuente: ElDiario.es), y donde cada desahucio se produce con la complicidad de jueces y cuerpos policiales, que una asociación de propietarios se presente como víctima es tan grotesco como que los bancos se quejen de que la gente ya no confía en ellos después de cientos de abusos hipotecarios.
No es odio de clase. Es conciencia de clase. La misma que ha permitido denunciar las cláusulas abusivas, impedir subidas ilegales de alquiler y evidenciar que, detrás de muchas fachadas bien pintadas, hay fondo buitre y desdén estructural. No nos traten de iguales, porque no lo somos. Y si lo que temen es perder su impunidad, háganlo con la dignidad con la que muchas familias pierden su hogar.
Nos han dejado sin futuro, nos han dejado sin suelo. Ahora pretenden que les tengamos lástima.
No es envidia. Es lucha.
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