Mientras Gaza sigue ardiendo, cada vez más voces cuestionan el silencio cómplice de la organización del festival
La televisión pública de Eslovenia se ha sumado a RTVE para exigir a la Unión Europea de Radiodifusión (UER) un debate urgente y vinculante sobre la participación de Israel en Eurovisión 2025. Lo ha hecho a través de su directora general, Ksenija Horvat, quien denuncia la doble vara de medir del organismo y el silencio ante el “horror sin fin en Gaza”. La exigencia de Eslovenia llega apenas semanas después de que RTVE pidiera formalmente a la UER “un espacio de reflexión” sobre la misma cuestión.
No se trata de una petición simbólica. Es una denuncia política. Una toma de postura en un contexto donde más de 33.000 personas —la mayoría civiles, muchas niñas y niños— han muerto bajo las bombas israelíes desde octubre de 2023, según datos verificados por Naciones Unidas. Y, sin embargo, la UER sigue permitiendo que Israel participe en el certamen como si nada estuviera ocurriendo. Como si las ruinas de Gaza no formaran parte del decorado.
“Pido, y vuelvo a pedir, que se aclare por qué algunos son más iguales que otros”, ha señalado Horvat, en referencia al trato desigual entre Israel y Rusia. La UER expulsó a esta última en 2022 tras invadir Ucrania. Pero a Israel —pese a las acusaciones de genocidio por parte de Human Rights Watch y Amnistía Internacional— se le ofrece impunidad y escaparate. Una impunidad televisada en horario de máxima audiencia.
LA DEMOCRACIA SEGÚN LA UER: SILENCIO ANTE EL GENOCIDIO, PLENA COBERTURA PARA TEL AVIV
Horvat denuncia que la respuesta que recibió en 2024 fue insatisfactoria y que Eslovenia “estuvo prácticamente sola en esto”. Ahora que RTVE ha tomado partido, esa soledad comienza a resquebrajarse. Dos televisiones públicas han exigido lo que debería ser obvio en cualquier espacio democrático: codecidir si es aceptable que un Estado acusado de crímenes de guerra participe en un evento internacional de estas dimensiones.
La UER, por su parte, sigue parapetada tras comunicados vacíos. Su respuesta a RTVE fue un frío recordatorio de que “todos sus miembros son elegibles para competir”. Sin excepciones. Sin vergüenza.
La hipocresía es tan evidente que duele. El festival que presume de diversidad, de tender puentes entre culturas, de unir a los pueblos a través de la música, calla ante la destrucción sistemática de un pueblo entero. En 2024 ya se vivieron tensiones entre delegaciones, abucheos del público y protestas de artistas. La organización respondió con represión y censura.
Ahora Ortal Dahan Ziv será la representante israelí en Eurovisión 2025, mientras continúan las denuncias por crímenes de guerra y el bloqueo a la ayuda humanitaria en Gaza, como ha documentado Al Jazeera.
“Queremos participar en este debate. No sé adónde nos llevará, pero sí sé que las guerras y el sufrimiento de los civiles no son justos y que no solo podemos, sino que debemos condenarlos”, ha afirmado Horvat con claridad.
Y mientras las bombas siguen cayendo sobre Rafah, la UER prefiere mirar hacia otro lado, transformando su neutralidad en complicidad, su espectáculo en propaganda. Porque permitir la participación de Israel mientras Gaza arde no es una decisión técnica. Es una decisión política. Y una indecente.
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