El legado de la familia Sackler se debate entre la filantropía para lavar su imagen y la acusación de ser promotores de una de las crisis de salud pública más devastadoras de los Estados Unidos
“La familia más malvada de Estados Unidos”. No es un título que se otorgue a la ligera, y sin embargo, la familia Sackler, magnates de la farmacéutica, parecen llevarlo con una elegancia temeraria. Dicha familia, fundadora y propietaria de Purdue Pharma y Mundipharma, está impregnada de controversia y escándalos vinculados a la epidemia de opioides en Estados Unidos. Han sido calificados de “los peores traficantes de drogas de la Historia”. Esos calificativos, ¿son rimbombantes exageraciones o verdades ineludibles?
Los hermanos Sackler, Arthur, Mortimer y Raymond, se abrieron paso en la medicina y la farmacéutica en los años 30, creciendo en poder e influencia hasta comprar Purdue-Frederick en 1952, que luego se convertiría en Purdue Pharma. Este conglomerado introdujo en 1996 el OxyContin, que se transformó en un emblema de la devastadora crisis de opioides en Estados Unidos.
“Los pioneros en las técnicas de medicación”, como se les suele citar, también lucharon por la integración racial de los bancos de sangre y pusieron fin a las lobotomías, gestos destacables, sí, pero se cuestiona si esas contribuciones al bienestar de la sociedad pueden eclipsar el sombrío legado de dependencia y muerte que les ha seguido.
MARKETING MÉDICO Y FILANTROPÍA
El modus operandi de los Sackler no se basó solo en fabricar medicamentos. Arthur Sackler fue pionero en la publicidad médica, diseñando campañas que apelaban directamente a las y los médicos y reuniendo a profesionales destacados para respaldar los productos de Purdue.
La familia ha sido mecenas de instituciones de renombre como el Museo Metropolitano de Arte, el Museo Americano de Historia Natural y la Universidad de Harvard. Sin embargo, estas donaciones son vistas por muchos como un lavado de imagen, una táctica para desviar la atención de su participación en la crisis de opiáceos.
La respuesta de los Sackler ante la creciente crisis fue una mezcla de negación y defensa. Elizabeth Sackler, hija de Arthur, rechazó cualquier participación de su rama familiar en la crisis, mientras que otros apuntan que las técnicas de marketing implementadas por Arthur no son la causa directa de esta. Sin embargo, varios miembros de las familias Raymond y Mortimer Sackler fueron imputados en demandas presentadas por numerosos estados por su implicación en la crisis.
RECHAZO PÚBLICO
El dinero de los Sackler ha sido rechazado por varias instituciones de prestigio, lo que ha llevado a la eliminación del nombre Sackler de varias instalaciones y programas. La familia Sackler, sin embargo, ha continuado su senda de donaciones y filantropía, llegando a aportar unos 116.000 dólares al Partido Demócrata de Connecticut.
En 2019, las demandas por opiáceos se acumulaban y el papel de Purdue Pharma y de la familia Sackler en la epidemia de opioides era objeto de intensa escrutinio. La indignación pública se manifestaba con expresiones como “son repugnantes” y “adictos al dinero”, y las demandas acusaban a ocho miembros de la familia. Las repercusiones morales son imborrables, como declaró el autor Patrick Radden Keefe: “Nadie quería su dinero”.
RESTRUCTURACIÓN Y REPARACIÓN
Purdue Pharma propuso disolverse y establecer una nueva empresa dedicada a programas para combatir la crisis de los opiáceos, con la familia Sackler pagando 4.200 millones de dólares para resolver varias demandas civiles. Pero, ¿puede esto compensar el daño irreversible causado a tantas personas afectadas por la epidemia de opiáceos? Las vidas humanas perdidas no pueden enterrarse en dinero.
En esta trama de poder, influencia y dolor, el legado de la familia Sackler se debate entre la filantropía y la acusación de ser promotores de una de las crisis de salud pública más devastadoras de los Estados Unidos.
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