Las y los voluntarios de la Flotilla de la Libertad, junto con un periodista de Al Jazeera, están ahora bajo custodia israelí en el puerto de Ashdod. Su detención es ilegal. Su causa, legítima. Y el silencio cómplice de los gobiernos europeos, insoportable.
UN ACTO DE PIRATERÍA QUE SE CONSUMA ANTE LAS CÁMARAS
Los 11 voluntarios y voluntarias y el periodista de Al Jazeera que viajaban en el Madleen fueron interceptados en aguas internacionales. No llevaban armas. No llevaban propaganda. Llevaban ayuda humanitaria para una población masacrada y asediada por el Estado de Israel.
Hoy se encuentran retenidos en el puerto de Ashdod. Están siendo procesados y puestos bajo custodia de las autoridades israelíes. Si no aceptan ser deportados esta misma noche —renunciando así a denunciar su secuestro ante el mundo—, serán trasladados al centro de detención de Ramleh.
Este chantaje no es nuevo. Es la misma táctica que Israel utiliza cada vez que alguien rompe su bloqueo criminal. “Te deporto si callas. Te encarcelo si resistes.”
Y mientras tanto, la ayuda humanitaria ha sido robada. El Gobierno israelí, que niega alimentos y medicinas a la población de Gaza, intercepta barcos solidarios y confisca sus cargamentos ante la pasividad de la comunidad internacional.
CUANDO EL DERECHO INTERNACIONAL SE PISOTEA SIN CONSECUENCIAS
La detención de la tripulación del Madleen es una violación flagrante del derecho internacional. Lo denuncia la propia Flotilla de la Libertad (fuente). Lo saben los y las juristas. Lo saben las y los diplomáticos. Lo saben los gobiernos que hoy callan.
Interceptar un barco en aguas internacionales, arrestar a sus pasajeros y robar la carga destinada a una población civil constituye un acto de piratería estatal. Y lo que es aún más grave: forma parte de una estrategia genocida más amplia, que busca asfixiar a Gaza no solo con bombas, sino también con el hambre.
Frente a este crimen, la respuesta europea es la de siempre: indignación tibia, notas diplomáticas sin consecuencias y un vergonzoso respeto a las “razones de seguridad” israelíes. La misma Europa que defiende la libertad de navegación cuando le interesa, hoy guarda silencio ante un ataque frontal al derecho marítimo y humanitario.
Seguimos exigiendo la inmediata liberación de todas y todos los activistas, la devolución de la ayuda robada y una condena internacional firme y sin matices.
Cada hora que pasa con estas personas detenidas es un aval más a la impunidad israelí. Y cada silencio gubernamental es una traición a los principios que Europa dice defender.
No es momento de diplomacia. Es momento de señalar alto y claro: el Estado de Israel es hoy un Estado pirata. Y quien lo encubre, lo es también.
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