La receta neoliberal vuelve a prender fuego a Francia: recortes, deuda y represión como único horizonte político.
LA RECETA FRACASADA DE LA AUSTERIDAD
EL CAPITALISMO EUROPEO REPITE LA MISMA PELÍCULA
El 10 de septiembre no fue un día cualquiera en Francia. Casi 500 personas detenidas en menos de 24 horas, 80.000 policías desplegados, huelgas en aeropuertos, trenes cortados, colegios bloqueados y fábricas paradas. No se trata de un estallido aislado, sino de un síntoma de un sistema que ya no tiene nada más que ofrecer que precariedad y represión.
Diffusez, diffusez, diffusez partout ces images du #10septembre.
— L'Union Populaire ! 🇫🇷 (@lunionpopulaire) September 10, 2025
Prochain rendez-vous le #18septembre
. Il doit être la jonction de la grève générale et de #BloquonsTout.
Il faut que le mot d’ordre soit clair et tende vers la grève générale.
pic.twitter.com/D2573tLFYc
El nuevo primer ministro, Sébastien Lecornu, apenas llevaba horas en el cargo cuando la revuelta le explotó en las manos. Prometió “rupturas” y “sobriedad”, pero la realidad es que lo que propone es la misma receta que hundió a Grecia y que convirtió a España, Portugal o Italia en laboratorios de recortes tras la crisis de 2008. La austeridad no es gestión, es un mecanismo de saqueo legalizado: reducir deuda con dinero que sale de hospitales, escuelas y salarios, mientras se blindan los beneficios de bancos y multinacionales.
Bloquons tout – 10 septembre : nouvelle vidéo de violences policières à Paris – proche gare du Nord pic.twitter.com/fKgq1xxPvx
— Les Répliques (@Les_Repliques) September 10, 2025
En este contexto, el discurso de Bruno Retailleau, ministro del Interior, raya el cinismo. Dice defender el “derecho a manifestarse” mientras despliega un ejército policial contra estudiantes, ferroviarios y trabajadores de aeropuertos. Habla de “ultraizquierda infiltrada” para ocultar lo obvio: que la protesta no es minoritaria ni marginal, sino un rechazo social masivo a un proyecto económico que desmantela lo común para salvar a los mercados.
La historia reciente lo demuestra: en Francia, cuando la élite se queda sin argumentos, responde con gases lacrimógenos, porras y detenciones masivas. Pero el problema no es de orden público. El problema es de orden económico y político: la austeridad se ha convertido en el lenguaje oficial de un capitalismo en decadencia.
Manif impressionnante à Marseille
— Marcel (@realmarcel1) September 10, 2025
C’est une journée historique, on est loin des 100000 manifestants annoncés par Retailleau
🎥@confrontfr #BloquonsTout
pic.twitter.com/fChsYjSrTn
MACRON, LA DEUDA Y EL PUEBLO EN PIE DE BLOQUEO
Los sindicatos lo expresaron con claridad. La CGT contabilizó 700 acciones en infraestructuras estratégicas en un solo día. No se trata de un pulso simbólico. Se trata de interrumpir la circulación de mercancías, de visibilizar que sin la clase trabajadora el país se paraliza. El pueblo produce riqueza, Macron la administra en nombre de los acreedores.
Félicitations à toutes et tous dans la rue depuis 5h du matin. @BrunoRetailleau a envoyé 80 000 chiens armée mais nous avons quand même tenu le terrain, c'est nous qui décidons, demain on continue. #BloquonsTout #acab #lyon pic.twitter.com/hiOCGjDINF
— Groupe Antifa Lyon 🇵🇸🔻 (@antifa_lyon) September 10, 2025
El objetivo de las políticas actuales no es “equilibrar cuentas”, sino convertir a la sociedad en garante eterno de la deuda privada transformada en pública. Se sacrifican generaciones enteras en nombre de la estabilidad de los mercados financieros. Es la misma lógica que inspira los tratados europeos: la deuda como dogma, la represión como método, la precariedad como forma de vida.
Pero Francia no traga. En los aeropuertos de Marsella, Niza y Córcega, los sindicatos aéreos provocaron cancelaciones y retrasos. En Nantes y Toulouse, el transporte público colapsó. La SNCF vio su tráfico interrumpido por sabotajes en Lot-et-Garonne y Haute-Garonne. En paralelo, 27 colegios fueron bloqueados por estudiantes y docentes. La consigna “Bloquons tout” (Bloqueemos todo) dejó de ser un eslogan para convertirse en un programa político práctico: paralizar al país hasta que el Gobierno retroceda.
El choque ya no es entre un Gobierno y un sindicato, ni entre un presidente y la oposición parlamentaria. El choque es sistémico. Se enfrentan la lógica del capital —que reduce a la ciudadanía a mera fuerza laboral descartable— y la lógica de la vida, que exige redistribución, justicia y dignidad.
El grito de un sindicalista lo resume: “Macron es el problema”. Porque Macron no es solo un presidente. Macron es la representación política de un sistema diseñado para priorizar la deuda sobre la salud, el beneficio sobre el salario, el capital sobre la democracia.
Por eso arde Francia. Porque cada porra, cada gas lacrimógeno y cada detención revelan la verdad: el capitalismo europeo ya no gobierna con consenso, gobierna con coerción.
Francia no estalla por ideología. Estalla porque el capitalismo le roba hasta el derecho a respirar.
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