El mal uso y abuso de las tecnologías puede llegar a suponer un serio problema. Una madre denuncia el calvario y el derroche económico que supone la adicción de su hijo
Los menores son por primera vez nativos digitales y la tecnología se ha convertido en una necesidad para ellos y ellas. Los niños y las niñas no solo lo usan para entretenimiento, sino que también como fuente de comunicación e información. Se utilizan en la escuela y en la tarea todos los días, y se han convertido en parte de su vida diaria.
No se conoce todavía el alcance del problema de la adicción a la tecnología, pero sí se sabe que más de un 15% de la población adolescente hace un uso problemático del móvil, aunque la tendencia es progresivamente al alza y cada vez más preocupante.
Sobre ello ha hablado “una madre de cincuenta”, como ella misma se describe, a través de la red social Twitter. El lamento lo ha enfocado hacia Ibai Llanos, el youtuber que fue entrevistado el pasado fin de semana por el periodista Jordi Évole sobre su influencia en la sociedad, economía y diversas polémicas. “Os voy a contar lo que no le preguntaste Jordi, y lo que no le contaste Ibai”, señala Luca, que así se llama esta madre.
“Mi hijo y yo tenemos para un rato de trepidante acción: hay un niño adicto de 17 años, hay fracaso, hay pasta, hay robos, hay soledad, hay aislamiento, hay lágrimas. Hay médicos y profesores mirando para otro lado. ¡¡Un culebrón!!”, comienza diciendo Luca.
Luca tiene 53 años y su hijo 17. A Juan, que así se llama el menor, le gustan mucho las pantallas pero, a diferencia de Ibai, a quien esta afición “le llevó a la gloria”, a Juan y a su madre les ha llevado “a una pesadilla”, según indica.
Cuando Juan tenía 16 años y llegó el confinamiento por la crisis sanitaria del coronavirus, se refugió en sus pantallas y el Twitch, y cuando pudo salir, ya no quiso. Acabó “a trancas y barrancas” primero de bachillerato y perdió el contacto con sus amigos de siempre. “Se fueron dispersando, ya no le llamaban, ya no quería salir, siempre había excusas”, explica Luca. “El verano fue una batalla para que se levantara un rato del sofá, para que saliera un rato con sus primos a la piscina, a la playa. Sólo vídeos”, lamenta la madre.
Las horas ante la pantalla de un adicto
“¿Cuántas horas puedes estar con una pantalla? 14 ó 15 horas… Comer, ir al baño, moverte por la casa lo justo y siempre con el móvil y los cascos puestos. Las app de control parental no funcionan. Se saben todos los trucos, todos los agujeros que hay para colarse”, añade Luca, que señala además que “si le quitas el móvil o el ordenador o la WiFi, monta un escándalo o amenaza con suicidarse. Juan ya no tiene amigos o dice que están en la red. Y la WiFi la necesita para las clases de 2º de bachillerato después del verano. Ésas a las que no va o va poco virtual o presencial”.
“Juan ya no sale con amigos, no lee, ya no va a jugar al baloncesto, ha perdido su trabajito por el Covid, ya no hace nada. Y empieza a faltar a clase y miente. Mientras nosotros trabajamos, él dice estar en clase on line. Pero no. Hace como que está. Está en el Twitch. Está solo”, indica la madre.
Luca menciona que “pide cita por videoconferencia con el tutor y la orientadora del centro”, pero no no saben lo que está pasando. “Muchos balones fuera y poca ayuda. En la primera evaluación suspende 7 asignaturas de 8”. En los dos primeros meses de clase Juan faltó 45 veces a clase “sin que el tutor se enterase”.
“La pasta”
“Ibai Llanos contó con toda la naturalidad del mundo que tenía 40.000 suscriptores. Son chavales que libremente pagan 5 o 6 o 7 € al mes por seguirles sin anuncios, por “contribuir con el artista” o algo parecido dijo Ibai. Para él serán como 120.000€ al mes”, señala la madre. “Jordi Évole se quedó fascinado con las cifras pero no sabe lo que hay detrás y no lo preguntó. Juan tenía un dinerito ahorrado con su pequeño trabajo antes del Covid, ése trabajo que aún no ha recuperado. Tenía 250€ en su cuenta de chaval. Se lo gastó todo en suscripciones”, lamenta Luca.
No fue suficiente. Cuando se quedó sin dinero “le robó la VISA a su padre” y se gastó 600 euros en suscripciones como las que describe Ibai Llanos ante Évole. “Juan es un adicto y necesita Twitch”, subraya.
Luca contactó con el Centro de Ayuda para las Adicciones (CAD) y llevaron “casi a rastras” a Juan. Fue tres veces y no quiso volver más. “Estamos vendidos” y “en el CAD no nos han ayudado gran cosa”, señala. “Su desmotivación es total. No le interesa nada, excepto la asignatura de Tecnología. Hasta saca notables en esa”, indica Luca.
“Los 120.000€ que saca al mes Ibai Llanos sólo de las suscripciones que sirven para ‘apoyar al artista’ tienen detrás a chavales como Juan. Y así es como su padre y yo contribuimos a apoyar a los artistas. No es culpa suya, o sí. No sé”, finaliza la afligida madre.
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