Niños y niñas de entre 13 y 14 años aprenden a manejar pistolas y rifles de asalto en sus clases de educación física.
Polonia ha cruzado una línea peligrosa: niños y niñas de tan solo 13 años ahora tienen clases obligatorias de manejo de armas. Bajo la apariencia de preparación y seguridad, el gobierno ha introducido en sus escuelas primarias y secundarias lecciones de tiro con pistolas y rifles de asalto. Este movimiento, único en Europa, legitima la militarización desde la infancia.
En gimnasios escolares convertidos en campos de entrenamiento, menores desmontan y ensamblan armas mientras apuntan a blancos con sistemas láser. Se argumenta que esto es una medida “necesaria” ante la invasión rusa de Ucrania y las tensiones geopolíticas en la región. Pero ¿es preparar a los niños para la guerra la solución?
El problema radica en lo que esto significa para las mentes de quienes deberían estar aprendiendo habilidades para construir un mundo más pacífico. En lugar de fomentar el pensamiento crítico, el diálogo o la resolución de conflictos, Polonia les entrega réplicas de armas y les enseña que disparar es divertido, incluso “patriótico”. Transformar la violencia en un juego es un paso peligroso hacia la normalización de la guerra.
La ministra de Educación lo justifica como un acto de defensa nacional. Sin embargo, los valores que se están inculcando van mucho más allá. “La pasión por disparar se desarrolla desde edades tempranas,” afirman las autoridades, como si empuñar un rifle fuera equivalente a aprender un deporte. Este discurso deshumaniza y trivializa la realidad de la violencia armada.
UNA CULTURA DE ARMAS EN LA INFANCIA: ¿DEFENSA O PELIGRO?
El acceso a las armas en Polonia ya es alarmante. Con uno de los marcos legales más permisivos de Europa, es más sencillo obtener una licencia de armas que un permiso de conducir. Ahora, esa cultura armamentística está siendo trasladada a las escuelas.
La introducción de estas clases llega en un contexto donde las armas están profundamente arraigadas en el imaginario social. Los padres que ven con buenos ojos estas medidas a menudo mencionan su orgullo de que sus hijos estén “en el lado correcto de la historia”. Sin embargo, la historia no debería escribirse con balas.
La militarización de la juventud genera preguntas serias: ¿qué ocurre cuando se enseña a disparar antes que a resolver conflictos pacíficamente? Los niños que hoy sienten el “poder” de sostener un arma podrían mañana recurrir a esa misma herramienta en situaciones cotidianas de violencia o desesperación.
Este tipo de educación no solo refuerza la idea de que la violencia es inevitable, sino que también perpetúa un sistema global que se lucra de las guerras y los conflictos. Los beneficios no son para las familias, sino para los fabricantes de armas y los empresarios como aquellos que ahora celebran tener las órdenes llenas para equipar las 18,000 escuelas del país. Polonia no está formando patriotas: está construyendo soldados para conflictos que quizás nunca debieron existir.
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