Si la voz de quienes critican a Israel es sistemáticamente silenciada a través de la manipulación financiera, ¿qué esperanza queda en EE.UU. para defender al pueblo palestino?
El lobby proisraelí en Estados Unidos ha demostrado una vez más su capacidad para influir en la política y silenciar a quienes se atreven a cuestionar la narrativa dominante en torno al genocidio en Gaza. La reciente derrota de la congresista Cori Bush en las primarias demócratas es solo un ejemplo más de cómo el American Israel Public Affairs Committee (AIPAC) utiliza su poder financiero y político para aplastar a las y los congresistas que se oponen a la ofensiva israelí en Gaza. Este tipo de prácticas no solo debilita la diversidad de opiniones dentro del Congreso, sino que también pone en evidencia el peligro que representa la influencia desmedida de los grupos de presión en la democracia estadounidense.
LA MANO INVISIBLE DEL LOBBY PROISRAELÍ
La derrota de Cori Bush no fue un simple revés electoral; fue el resultado de una campaña calculada y financiada por AIPAC, un grupo de presión que no escatima recursos para garantizar que solo aquellos que apoyan incondicionalmente a Israel permanezcan en el Congreso. AIPAC invirtió millones de dólares en la campaña de Wesley Bell, un fiscal alineado con los intereses de Tel Aviv, asegurando su victoria en el distrito 1 de Missouri. Este tipo de intervenciones no son excepcionales, sino parte de una estrategia más amplia para moldear la política exterior de Estados Unidos a favor de Israel.
El caso de Bush no es aislado. AIPAC también jugó un papel clave en la derrota de Jamaal Bowman, otro miembro del llamado Squad, un grupo de congresistas demócratas que se ha distinguido por su postura crítica frente al asedio israelí en Palestina. En las primarias del distrito 16 de Nueva York, AIPAC inyectó 15 millones de dólares en la campaña de George Latimer, quien finalmente derrotó a Bowman. Esta estrategia de inundar con dinero las campañas de los oponentes de los congresistas críticos con Israel es una táctica insidiosa que distorsiona el proceso democrático y silencia las voces que abogan por una política exterior más equilibrada.
No contento con atacar a las y los demócratas, AIPAC también ha dirigido su artillería financiera contra miembros del Partido Republicano que han mostrado escepticismo hacia el apoyo incondicional a Israel. Bob Good, un congresista republicano que se opuso a enviar ayuda económica a Israel, también fue víctima de esta maquinaria. AIPAC destinó recursos significativos para asegurar su derrota en las primarias republicanas de Virginia, demostrando que su influencia no conoce fronteras partidistas.
LA DEMOCRACIA BAJO AMENAZA
La influencia de AIPAC no se limita a las campañas electorales. Este grupo de presión ha logrado posicionarse como un actor clave en la formulación de la política exterior de Estados Unidos, imponiendo su agenda a través de una combinación de donaciones millonarias y presión política. Desde 1998, AIPAC ha gastado alrededor de 60 millones de dólares en acciones de presión, según OpenSecrets, consolidando su poder dentro del sistema político estadounidense.
El impacto de esta influencia es evidente en la manera en que se ha tratado el genocidio en Gaza dentro del Congreso. Mientras que figuras como Cori Bush y Jamaal Bowman han sido derrotadas por su postura crítica hacia Israel, otros miembros del Squad, como Ilhan Omar, han tenido que enfrentar desafíos similares, aunque con resultados distintos. Omar, quien ganó las primarias demócratas en el quinto distrito de Minnesota, logró sobrevivir a los embates de AIPAC, aunque el grupo había invertido previamente grandes sumas para buscar un oponente capaz de derrotarla.
La victoria de Omar, sin embargo, es la excepción y no la regla. El mensaje que AIPAC envía es claro: quienes se atrevan a cuestionar la relación especial entre Estados Unidos e Israel pagarán un alto precio político. Esta realidad pone de manifiesto un problema profundo en la democracia estadounidense, donde los intereses de un grupo de presión extranjero pueden tener más peso que las preocupaciones y necesidades de las y los votantes estadounidenses.
EL GENOCIDIO PALESTINO EN LA CARRERA HACIA LA CASA BLANCA
La influencia de AIPAC se extiende más allá del Congreso y llega hasta la carrera presidencial. Con la retirada de Joe Biden, Kamala Harris se ha convertido en la principal candidata demócrata para las elecciones de noviembre. Harris, que ha mostrado una postura más crítica hacia Israel en comparación con otros líderes demócratas, enfrenta una presión creciente para definir su postura sobre el genocidio en Gaza.
El ascenso de Harris coincide con un momento de euforia dentro del Partido Demócrata, que ha eclipsado temporalmente el debate sobre Gaza. Sin embargo, la cuestión palestina sigue siendo un tema divisivo dentro del partido, especialmente entre los votantes más jóvenes, que exigen una postura más firme contra las acciones de Israel. La campaña de Harris ha logrado recaudar 310 millones de dólares en un mes, lo que refleja el apoyo que ha recibido, pero también subraya la importancia de su posición sobre Gaza en la contienda electoral.
El inicio de la Convención Demócrata en Chicago promete ser un punto de inflexión. Varios grupos propalestinos han convocado manifestaciones para presionar a Harris y al partido para que adopten una postura más crítica hacia Israel. Con el voto joven siendo decisivo en estas elecciones, la postura de Harris sobre Gaza podría determinar no solo su éxito en las urnas, sino también el futuro de la relación entre Estados Unidos e Israel.
El poder de AIPAC para influir en la política estadounidense plantea serias preguntas sobre la salud de la democracia en el país. Si la voz de quienes critican a Israel es sistemáticamente silenciada a través de la manipulación financiera, ¿qué esperanza queda para un debate político genuino y equilibrado?
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