El proceso judicial por la muerte de Samuel Luiz enfrenta a cinco acusados que, según la Fiscalía, actuaron con una brutalidad extrema y motivación homófoba. Las peticiones de pena llegan hasta los 27 años.
El proceso judicial por la muerte de Samuel Luiz enfrenta a cinco acusados que, según la Fiscalía, actuaron con una brutalidad extrema y motivación homófoba. Las peticiones de pena llegan hasta los 27 años.
UN CRIMEN QUE DESPERTÓ LA CONCIENCIA SOCIAL
El asesinato de Samuel Luiz no fue solo la muerte de un joven enfermero a manos de un grupo violento. Fue un linchamiento colectivo, un acto de odio que dejó una profunda cicatriz en la sociedad española. Este caso se convirtió en un símbolo de la lucha contra la homofobia, despertando una oleada de protestas y manifestaciones en todo el país. La violencia que sufrió Samuel aquella noche de julio de 2021, en pleno centro de A Coruña, fue algo más que una agresión: fue la muestra de un odio que, aunque muchos prefieran ignorar, sigue latente.
Samuel, un joven de origen brasileño que había llegado a España con un año, no merecía morir de esa manera. No hay duda sobre lo que ocurrió: un grupo de cinco jóvenes lo atacó sin piedad durante más de siete minutos, golpeándolo hasta dejarlo inconsciente y, finalmente, causándole la muerte. Todo comenzó por un malentendido absurdo, una falsa acusación de estar grabando con el móvil, pero la verdadera motivación de la agresión fue mucho más oscura. El principal acusado lo dejó claro con sus palabras: «a ver si te voy a matar, maricón».
Este asesinato, ocurrido en un contexto de plena reapertura tras la pandemia, expuso lo que muchos ya sabían: la homofobia mata, y lo hace con una crueldad deshumanizadora. El caso de Samuel es una prueba más de que, pese a los avances en derechos LGTBI, aún existen sectores de la sociedad que no han superado sus prejuicios.
LOS RESPONSABLES Y LAS PETICIONES DE PENA
Diego Montaña Marzoa, el principal acusado, fue quien inició la brutal paliza. Según la Fiscalía, su odio hacia la orientación sexual de Samuel desencadenó una violencia desmedida, en la que participaron otros cuatro jóvenes. Diego, junto con su novia Katy Silva y otros tres acusados, se enfrenta a penas que oscilan entre los 22 y los 27 años de prisión. Montaña, que lanzó las primeras amenazas homófobas, no estaba solo: sus amigos lo siguieron, uniéndose en lo que la Fiscalía describe como un acto de «crueldad y deshumanización extremas».
Además de las condenas por asesinato, uno de los acusados, Kaio Amaral, también se enfrenta a una acusación por robo, al haber sustraído el móvil de Samuel en medio del caos. Este último gesto, el de robarle mientras yacía inconsciente en el suelo, refleja el desprecio total que los agresores sentían hacia su víctima. Los acusados, aunque en su momento eran amigos, hoy intentan culparse mutuamente, buscando evadir su responsabilidad.
Por otro lado, dos menores implicados en la agresión fueron juzgados previamente y condenados a tres años y medio en un centro tutelado. Pese a su participación en el crimen, nunca pisaron la cárcel y hoy disfrutan de días libres, lo que ha generado indignación entre quienes exigen justicia completa para Samuel.
La Fiscalía ha sido clara en su escrito: este no fue un simple altercado de noche, fue un asesinato motivado por el odio. Los continuos golpes que propinaron a Samuel, incluso cuando ya no podía defenderse, demuestran que los agresores no buscaban solo lastimarlo, querían matarlo. «Los continuos y brutales golpes propinados a Samuel fueron realizados con la intención deliberada de aumentar innecesariamente su dolor y sufrimiento», recalca la acusación, subrayando el ensañamiento con el que actuaron.
EL DOLOR QUE QUEDA
La familia de Samuel ha quedado destrozada tras su muerte. «Nos quitaron la única luz que iluminaba nuestra vida», escribieron sus padres en una carta, expresando un dolor indescriptible que no desaparecerá con el paso del tiempo ni con el castigo a los culpables. El Estado exige a los acusados que indemnicen a la familia con más de 300.000 euros, una suma que, aunque significativa, no podrá devolverles a su hijo ni aliviar la pérdida.
Samuel Luiz, que trabajaba en una residencia de ancianos y soñaba con ser protésico dental, no merecía morir de esta manera. Su vida, marcada por el esfuerzo y la dedicación, fue truncada por el odio irracional de un grupo de personas que no podían tolerar su existencia. Este asesinato dejó en evidencia las grietas profundas que aún persisten en nuestra sociedad, donde ser diferente sigue siendo motivo de violencia para algunos.
El juicio que comenzó este mes será largo y complejo, pero no hay duda de que lo que está en juego es mucho más que la condena de unos pocos individuos. Este caso es un recordatorio de que, como sociedad, no podemos bajar la guardia frente al odio, y que la lucha contra la homofobia debe ser más activa que nunca.
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¿Los que graban el dolor ajeno para monetizarlo?
¿Los que fabrican odio mientras la gente entierra a los suyos?
¿Los que llaman “periodismo” a una instrucción por pinganillo?
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Es inadmisible semejante paliza sobre todo gente joven
Que educación reciben,ya que eso es importante ,la educación recibida
Esté odio al diferente no se arregla tan solo con cárcel
Hace falta más educación
Gracias por dejarme expresar