La justicia tardía no es justicia. Es hora de actuar con decisión y convicción.
El PSOE ha decidido, finalmente, abrazar la presunción de inocencia de Pablo González, periodista español encarcelado en Polonia sin pruebas fehacientes de su supuesta colaboración con Rusia. Este cambio de postura llega tras dos largos años de silencio y ambigüedad, marcando un punto de inflexión en la lucha por la justicia y la transparencia dentro de la Unión Europea.
UN CAMBIO DE RUMBO EN LA POLÍTICA EXTERIOR
La reciente sesión de control en el Congreso de los Diputados ha sido testigo de un cambio radical en la postura del PSOE respecto al caso de Pablo González. José Manuel Albares, ministro de Asuntos Exteriores, ha manifestado un compromiso firme con la exigencia de un proceso judicial justo y rápido para González, subrayando la importancia de presentar, “de una vez por todas”, las pruebas existentes, si es que las hay. Este cambio de tono no solo refleja una evolución en la diplomacia española sino también un reconocimiento tardío de los derechos fundamentales que deben prevalecer, incluso en las relaciones internacionales más complejas.
La intervención de Albares, aunque bienvenida, no puede sino recordarnos la inacción y la retórica vacía que han caracterizado la respuesta del gobierno español hasta este momento. “Es hora de que se presenten las pruebas”, ha declarado Albares, una frase que, aunque cargada de intenciones, llega dos años tarde para un periodista cuya única ‘culpa’ ha sido ejercer su profesión.
LA PRESIÓN PARLAMENTARIA Y EUROPEA
La presión para cambiar el curso de este caso no ha surgido de la nada. Diputados de diversos grupos parlamentarios, incluido el PSOE, han unido fuerzas en un acto sin precedentes de solidaridad bajo el lema #FreePablo, demostrando que la justicia y los derechos humanos trascienden las divisiones políticas. Este acto de apoyo conjunto es un claro indicativo de que la causa de González ha trascendido el ámbito personal para convertirse en un símbolo de la lucha contra la arbitrariedad judicial y la represión de la libertad de prensa.
En el ámbito europeo, la intervención de Juan Fernando López Aguilar en Estrasburgo ha sido igualmente significativa. Al exigir a Polonia un compromiso con los derechos fundamentales y las garantías procesales, López Aguilar no solo ha defendido a González sino que ha puesto en tela de juicio la propia esencia del Estado de derecho en la Unión Europea. Esta doble intervención, tanto en Madrid como en Estrasburgo, señala un despertar, aunque tardío, de la conciencia política y moral del PSOE.
La presencia de Rafaela Romero en el acto de apoyo a González no es solo simbólica; representa un cambio tangible en la actitud del PSOE, que hasta ahora había mantenido una posición ambigua, si no directamente negligente, frente a este caso. La proposición no de ley registrada por el Grupo Mixto, con el apoyo de Podemos, es un paso más hacia la exigencia de justicia, poniendo de manifiesto la necesidad de una acción gubernamental decidida y sin ambages.
UN LLAMADO A LA ACCIÓN
Este cambio de postura del PSOE, aunque bienvenido, plantea interrogantes críticos sobre la eficacia y la integridad de la política exterior española y, por extensión, de la Unión Europea. ¿Por qué ha sido necesario esperar dos años para reconocer la importancia de la presunción de inocencia y de un juicio justo? La respuesta a esta pregunta revela las complejidades y, a menudo, las contradicciones inherentes a la diplomacia internacional, donde los derechos individuales a menudo se ven eclipsados por los juegos de poder y las consideraciones estratégicas.
La lucha por la liberación de Pablo González y por un juicio justo es más que una cuestión de justicia individual; es un testamento de los valores que pretendemos defender como sociedad. La tardía pero firme posición del PSOE es un paso en la dirección correcta, pero queda mucho camino por recorrer. Es imperativo que el gobierno español, junto con sus socios europeos, redoble sus esfuerzos para garantizar no solo la liberación de González sino también la afirmación de los principios de justicia, transparencia y respeto por los derechos humanos en todas nuestras acciones y relaciones internacionales.
En última instancia, el caso de Pablo González debe servir como un recordatorio mordaz de nuestras responsabilidades colectivas y de la vigilancia constante necesaria para proteger las libertades fundamentales contra cualquier forma de arbitrariedad y represión. La justicia tardía no es justicia. Es hora de actuar con decisión y convicción.
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