La deriva del líder popular evoluciona hacia las posturas ultraconservadoras y ultrareligiosas de Ayuso
Feijóo, el hombre que venía a salvar el PP de la extrema derecha y la crispación de Casado, ha sido un completo desastre. Niega cualquier acción de gobierno y se niega a cualquier acuerdo. Tuvo un intento de mesura al desbloquear la renovación del Poder Judicial, pero solo le duró unas horas hasta que El Mundo y Losantos lo pusieron en su sitio. Ahora está en el extremo centro, lejos de ser moderado y sensato.
La última semana ha sido un circo popular y populista, probablemente para marcar perfil propio después de su actuación en la moción de Tamames en el Congreso. Primero fue a Europa a hacerse un Casado, a criticar al Gobierno por ahí fuera. En Bruselas, se quejó de la reforma de las pensiones de Sánchez, pero alabó la reforma de las pensiones de Macron que ha incendiado literalmente Francia. Hasta el comisario de Economía de la Unión, Paolo Gentiloni, tuvo que llamarle al orden y pedirle una oposición «constructiva». Pero Feijóo no puede aportar soluciones constructivas.
Y para demostrar su afinidad con la ultraderecha, Feijóo presidió junto a Ayuso y Almeida un evento para la comunidad latina en Madrid que comenzó con una predicadora evangelista ultraconservadora. Pero no contento con eso, también acusó al presidente español de «rendir pleitesía a autócratas» por asistir a la Cumbre Iberoamericana, a la que también asistió Felipe VI. Queda claro que Feijóo vino a ser el recambio amable, pero ha terminado siendo un batiburrillo de ideas mezcladas entre Ayuso, Trump y Bolsonaro.
Feijóo no quiere que le suban el salario mínimo a los españoles, ni tampoco que le suban los impuestos a los ricos, las eléctricas y la banca. No quiere una reforma laboral que cree empleo fijo, ni una ley de vivienda que regule el mercado. Y, por supuesto, no quiere derogar la ley mordaza, pero sí la ley que permite la muerte digna.
Y es que, al igual que Casado, Feijóo no se atreve a oponerse a Vox. Casado blanqueó a la extrema derecha, pero al menos se opuso con contundencia a su primera moción. Feijóo, por otro lado, ni siquiera se ha atrevido a oponerse a la segunda. Un enorme fracaso político a nivel nacional que le pasará factura.
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