El regreso de Trump al poder pone a Vox entre la espada de la afinidad ideológica y la pared del proteccionismo estadounidense.
La vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca, oficializada esta semana, ha traído consigo un renovado discurso proteccionista que amenaza directamente a las exportaciones agrícolas españolas. Entre las medidas que el nuevo presidente de Estados Unidos podría implementar se encuentran aranceles de hasta un 20% sobre productos clave como el aceite de oliva, el vino o la aceituna negra, sectores estratégicos para regiones como Castilla-La Mancha, Andalucía y Murcia.
En cifras concretas, Estados Unidos representó en 2024 el destino de exportaciones españolas valoradas en 3.000 millones de euros, lo que supone más del 1% del PIB nacional. El impacto potencial de estas medidas no solo preocupa a agricultores y ganaderos, sino también a una economía que ya sufre los estragos de las crisis climática y energética.
Los aranceles estadounidenses, justificados bajo la premisa de proteger a los productores locales frente a la supuesta «ventaja desleal» que otorgan las ayudas de la Política Agraria Común (PAC) europea, no son nuevos. En su anterior mandato, Trump ya aplicó gravámenes del 35% sobre la aceituna negra y del 25% sobre otros productos como el vino y el queso. Ahora, con un discurso que mezcla populismo económico y nacionalismo exacerbado, esas políticas regresan con mayor intensidad.
El campo español se encuentra en una encrucijada: un socio comercial esencial que se convierte en adversario económico.
VOX: ENTRE LA IDEOLOGÍA Y LOS INTERESES AGRÍCOLAS
Para Vox, partido que ha cultivado su relación con la derecha más dura de Estados Unidos, la nueva realidad impone un dilema político. Santiago Abascal, quien presume de estrechas relaciones con el entorno de Trump y think tanks como Heritage Foundation, ahora debe justificar cómo ese «alineamiento estratégico» no beneficia, sino que perjudica al sector primario español.
Lejos de reconocer esta contradicción, Vox apunta sus críticas hacia el Gobierno de España y la Unión Europea, señalando que la incapacidad de Pedro Sánchez para «ser un socio fiable» complica cualquier negociación con la Administración estadounidense. Pepa Millán, portavoz del partido, ha llegado a afirmar que «el problema no es Trump, sino las políticas de la UE que arruinan a nuestros agricultores».
Sin embargo, estas declaraciones ignoran un hecho evidente: el modelo proteccionista que Vox defiende para España, con su propuesta de aumentar aranceles a productos extranjeros, es el mismo que Trump aplica contra Europa. En otras palabras, la afinidad ideológica no garantiza que los intereses nacionales sean respetados, y menos cuando el discurso nacionalista choca con las dinámicas globales del comercio.
El silencio de Vox sobre propuestas concretas para mitigar los daños al sector primario refleja una falta de estrategia real más allá de la propaganda.
LA UE Y LA RESPUESTA A LOS ATAQUES COMERCIALES
Mientras Vox sigue utilizando el proteccionismo de Trump como arma política contra Moncloa, la Unión Europea busca respuestas concretas. Desde Bruselas se contempla una posible imposición de aranceles a productos estadounidenses como el bourbon o las motocicletas Harley-Davidson, replicando la estrategia adoptada en conflictos comerciales anteriores. Aunque estas medidas pueden compensar parcialmente las pérdidas, no abordan la raíz del problema: el creciente aislamiento de Estados Unidos bajo el liderazgo de Trump y la falta de coordinación interna en Europa para hacer frente a estas amenazas.
Por otro lado, el acuerdo comercial entre la UE y Mercosur, aún pendiente de ratificación, se presenta como una oportunidad para diversificar mercados y reducir la dependencia de Estados Unidos. Sin embargo, Vox califica este acuerdo de «genocidio para nuestro campo», argumentando que fomenta la entrada de productos latinoamericanos en condiciones de competencia desleal.
Este rechazo, fundamentado más en la retórica nacionalista que en datos concretos, refleja una visión simplista del comercio internacional que ignora las complejidades de la economía global.
El verdadero reto para el sector agrícola español no es solo sobrevivir a los aranceles de Trump, sino adaptarse a un mundo cada vez más fragmentado por políticas proteccionistas y tensiones geopolíticas.
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