Un discurso que no fue diplomático, sino un ajuste de cuentas con siglos de colonialismo
EL SAHEL LEVANTA LA VOZ EN LA ONU
En la 80ª Asamblea General de Naciones Unidas, el primer ministro de transición de Níger, Lamine Zeine, convirtió el atril en un púlpito de memoria histórica y soberanía. Frente a la pasividad de los diplomáticos occidentales, defendió sin titubeos el proyecto común del Sahel y señaló a Francia como responsable directa de la desestabilización que sufren Níger, Mali y Burkina Faso.
Recordó que en 2023 estos tres países rompieron con la CEDEAO y fundaron la Alianza de Estados del Sahel (AES), hoy transformada en confederación política y militar. “Nuestra unidad no es una opción, es condición de supervivencia”, afirmó, evocando la tradición de convivencia de pueblos hausa, zarma, tuareg, fulani o kanuri, que durante siglos aprendieron a resistir al desierto y al saqueo unidos.
Su denuncia fue clara: el silencio internacional ante las guerras africanas no es neutralidad, es complicidad. Mencionó Sudán, el Congo, las matanzas en el propio Sahel y conectó esa indiferencia con las agresiones contra Palestina, Irán y Qatar. Con una acusación directa a las potencias occidentales: “financian el terrorismo, promueven campañas de desinformación y siembran el odio étnico para dividirnos”.
FRANCIA SEÑALADA COMO ENEMIGA DEL SAHEL
El punto más demoledor llegó con la acusación a París. Zeine describió una estrategia de manual: armar a grupos yihadistas tras la expulsión del ejército francés en 2023, librar una guerra económica bloqueando inversiones y presionando al FMI contra Níger, y manipular la opinión pública internacional con campañas de intoxicación mediática.
“Lo que llaman cooperación es en realidad terrorismo abyecto tras el que se esconden”, espetó. Enumeró las matanzas coloniales del siglo XIX, desde Zinder hasta Tessawa, donde aldeas enteras fueron arrasadas. Y no se detuvo en el pasado lejano: recordó los asesinatos de jóvenes en Téra en 2021 a manos del ejército francés y la ejecución de 44 musulmanes en marzo de 2025 durante la oración del viernes.
Zeine anunció además la creación de una comisión de historiadores y científicas para reescribir la historia nacional desde las víctimas y no desde los vencedores coloniales. Francia, dijo, debe reconocer y reparar esos crímenes.
Al mismo tiempo, puso sobre la mesa el saqueo nuclear: durante décadas Níger alimentó los reactores franceses con su uranio, mientras millones de nigerinas y nigerinos sobrevivían en la miseria. Desde julio de 2023 el país ha expulsado a las multinacionales francesas y ha buscado alianzas con Rusia, China y Turquía.
Los resultados, según sus datos, marcan un cambio de rumbo:
- Inflación reducida hasta -0,1% en agosto de 2025.
- Crecimiento proyectado del 7% entre 2025 y 2028.
- Déficit recortado del 5,4% en 2023 al 3% en 2025.
- Rebaja de combustible, tasas escolares y costes médicos.
Pero quizá el dato más simbólico: por primera vez, Níger no sufrió la “estación del hambre”. Programas de irrigación y agroecología garantizaron comida durante todo el año. “No pediremos más ayuda para alimentar a nuestro pueblo. Nuestro objetivo es la soberanía alimentaria”, proclamó.
Zeine no habló solo en nombre de Níger, sino de un proyecto mayor: la Confederación del Sahel, que combina defensa común, control de recursos y valores compartidos. Una alianza que pretende blindarse frente a Occidente y convertirse en polo propio.
Y apuntó al corazón del sistema internacional: la ONU está secuestrada por el veto de las potencias occidentales. Reclamó una reforma del Consejo de Seguridad y un lugar real para África en la toma de decisiones globales.
El mensaje final fue inequívoco: “Defenderemos nuestros países para asegurar nuestra supervivencia. Defenderemos nuestro territorio y nuestro pueblo”. Una declaración que resonó en la sala de la ONU como advertencia y como desafío directo a París.
No fue un discurso de cortesía. Fue un juicio político al colonialismo francés y a la hipocresía occidental. Y fue también un recordatorio de que el Sahel ha dejado de suplicar. Hoy construye su propio camino, con cifras, con memoria y con dignidad. Que lo escuche París: la era de la obediencia terminó.
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