Mientras EE.UU. aplaude las bombas, España exige derechos humanos
ISRAEL REACCIONA CON AMENAZAS, PERO LA VERDADERA CRUZADA ES EL GENOCIDIO
El Gobierno israelí ha perdido los papeles. Ha acusado a Pedro Sánchez de liderar una «cruzada antisraelí» y ha tenido la osadía de afirmar que España se sitúa «en el lado equivocado de la historia». Curiosa afirmación para un país acusado por la Corte Internacional de Justicia de posibles crímenes de genocidio en Gaza. Curiosa acusación viniendo del Estado que ha matado a más de 37.000 personas en solo ocho meses, ha bombardeado centros de ayuda, ha impedido la entrada de alimentos y ha utilizado el hambre como arma de guerra.
No, no es España quien está fuera de lugar. Es Israel quien ha convertido el artículo 2 del Acuerdo de Asociación con la UE —el que obliga a respetar los derechos humanos— en papel mojado, mientras presume de democracia con una mano y con la otra masacra población civil. Netanyahu lleva meses burlándose del derecho internacional, y aún hay gobiernos en Europa que siguen haciendo equilibrios morales para no molestar a Washington.
España no. Al menos no esta vez. Pedro Sánchez ha dado un paso al frente y ha exigido que la Unión Europea suspenda de inmediato el acuerdo con Israel. «No tiene ningún sentido que hayamos aplicado 18 paquetes de sanciones a Rusia y no seamos capaces ni de suspender un acuerdo comercial con un Estado que está vulnerando gravemente los derechos humanos», ha declarado el presidente. Una verdad incómoda para quienes prefieren mirar hacia otro lado mientras el negocio siga rodando.
El Estado hebreo, en lugar de responder con argumentos, ha optado por el victimismo diplomático y la manipulación, acusando a España de no condenar a Hamás, a pesar de que esa condena fue clara y reiterada desde el 7 de octubre. La estrategia es conocida: quien critique a Israel será tachado de antisemita, proterrorista o cómplice de Irán, como si la denuncia de una masacre necesitara justificación geopolítica.
EUROPA, ENTRE EL DOBLE RASERO Y LA INERCIA POLÍTICA
La respuesta europea sigue siendo tibia, indecente por omisión. El Consejo Europeo, reunido en Bruselas, se limita a «tomar nota» de que Israel podría estar vulnerando sus compromisos. Toman nota mientras Gaza se desangra. Toman nota mientras la ONU alerta de hambruna, mientras médicos son asesinados, mientras el sistema sanitario ha colapsado. No hay excusas que valgan. El doble rasero es escandaloso: Rusia bombardea y se le sanciona. Israel bombardea y se le financia.
Sánchez, con todas sus contradicciones y ambigüedades, ha escogido en esta ocasión el camino correcto. Ha desafiado el consenso de la hipocresía y ha planteado la verdad más simple: que un Estado que viola de forma sistemática el derecho internacional no puede seguir siendo socio privilegiado de la Unión Europea. No es una cruzada. Es sentido común. Es decencia mínima.
Pero ¿hasta dónde llegará? ¿Cuánto durará esta valentía? ¿Qué pasará cuando el lobby armamentístico, el chantaje diplomático o las presiones de la OTAN entren en juego? Porque el mismo Pedro Sánchez que hoy exige justicia en Gaza ha permitido que España se convierta en una pieza dócil del imperialismo económico de Trump. Porque el presidente que habla de paz en Palestina ha aprobado, sin debate, más de 10.471 millones de euros en gasto militar en 2024.
La historia juzgará a quienes callaron. A quienes negociaron con colonos armados. A quienes bendijeron acuerdos mientras se levantaban muros y se destruían escuelas. Pero también juzgará a quienes dijeron “basta” cuando decirlo implicaba riesgo, presión y aislamiento diplomático.
Sánchez ha escogido. Ahora le toca sostenerlo. Porque no hay marcha atrás cuando te enfrentas al genocidio con algo más que palabras huecas.
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