La financiación gubernamental impulsó su imperio mientras critica la intervención estatal
Elon Musk, el hombre que se presenta como el símbolo del capitalismo innovador y la autosuficiencia empresarial, ha construido su fortuna con un pilar fundamental: el dinero público. A pesar de su retórica libertaria y su desdén por los subsidios gubernamentales, su conglomerado de empresas ha recibido al menos 38.000 millones de dólares en contratos, créditos fiscales y subvenciones estatales. Un flujo de financiación que ha sido clave para la supervivencia y expansión de Tesla y SpaceX, convirtiendo a Musk en el hombre más rico del mundo.
Las cifras no dejan lugar a dudas. Casi dos tercios de este dinero llegaron en los últimos cinco años, periodo en el que Musk se ha dedicado a atacar a la intervención estatal mientras sigue acumulando fondos públicos. Solo en 2024, sus empresas recibieron 6.300 millones de dólares en ayudas federales y locales, la cantidad más alta hasta la fecha. La hipocresía no podría ser más evidente.
EL DINERO PÚBLICO SALVÓ A TESLA
Tesla, la joya de la corona de Musk, estuvo al borde de la quiebra en varias ocasiones. En 2008, cuando la empresa sufría una crisis de liquidez, Musk se volcó en asegurar un préstamo del Departamento de Energía de EE.UU. por 465 millones de dólares, dinero que permitió a Tesla desarrollar el Model S y comprar una fábrica en California. Tesla se salvó gracias al gobierno y seis meses después pudo salir a bolsa.
Pero la dependencia de fondos públicos no acabó ahí. Desde su fundación en 2003, Tesla ha recibido 11.400 millones de dólares en créditos regulatorios gracias a programas federales y estatales diseñados para incentivar la producción de vehículos eléctricos. Sin estos créditos, Tesla habría registrado pérdidas por más de 700 millones de dólares en 2020, el año en el que, oficialmente, se volvió rentable. En otras palabras, el gobierno le aseguró la rentabilidad mientras Musk defendía el libre mercado.
A pesar de esto, Musk ha insistido en que los subsidios a los coches eléctricos deben desaparecer. ¿Por qué? Porque ahora que Tesla domina el mercado, sus competidores son quienes dependen de estos incentivos para mantenerse a flote. Es la estrategia clásica del capitalismo corporativo: aceptar ayudas mientras son necesarias y destruirlas cuando dejan de beneficiar a la empresa líder.
SPACEX: UN NEGOCIO FINANCIADO POR EL ESTADO
El caso de SpaceX no es muy diferente. Su crecimiento ha sido posible gracias a la NASA y el Departamento de Defensa, que han canalizado 22.500 millones de dólares en contratos desde su fundación en 2002. La NASA, en particular, ha sido clave. En 2008, SpaceX no había logrado ni un solo lanzamiento exitoso cuando la agencia espacial le otorgó un contrato de 1.600 millones de dólares. La NASA pagó por adelantado el desarrollo del Falcon 9, que se convertiría en el cohete estrella de la compañía.
El Pentágono tampoco se ha quedado atrás. En 2016, Jeff Bezos, fundador de Blue Origin, resumía la situación en una frase lapidaria: «El verdadero superpoder de Elon es conseguir dinero del gobierno». Y no se equivocaba. Hoy, SpaceX lanza satélites espía para el Departamento de Defensa y ha recibido 1.800 millones de dólares en contratos secretos del gobierno.
Musk se ha esforzado en construir la imagen de SpaceX como una empresa independiente y pionera, pero la realidad es que su éxito se debe a los miles de millones que el Estado ha puesto en sus manos. Sin la financiación pública, la empresa no habría pasado de la fase de diseño.
EL DOBLE JUEGO DE MUSK
Mientras se beneficia de la financiación gubernamental, Musk lidera una cruzada contra la intervención del Estado en la economía. Su «Departamento de Eficiencia Gubernamental» (DOGE) busca recortar personal y presupuestos en agencias que le han entregado contratos multimillonarios. Es decir, tras llenarse los bolsillos con dinero público, quiere desmantelar los mecanismos que ayudaron a construir su imperio.
Este doble juego también se refleja en su postura política. Aunque la mayoría de los fondos que ha recibido han llegado durante administraciones demócratas, Musk ha apoyado abiertamente a Donald Trump y ha financiado su campaña de 2024 con al menos 277 millones de dólares. En paralelo, critica las políticas que han permitido a sus empresas prosperar y ataca a los reguladores que pusieron a Tesla en la cúmbia del éxito.
En definitiva, Musk representa el capitalismo en su forma más cínica: éxito privado basado en subsidios públicos, con una narrativa de «autosuficiencia» que oculta la realidad de su imperio financiado por el contribuyente.
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