Cinco inviernos sin electricidad en la periferia de Madrid, mientras las luces de Navidad iluminan la indiferencia.
Desde el 2 de octubre de 2020, 4.500 personas, entre ellas 1.800 niñas y niños en edad escolar, sobreviven sin electricidad en la Cañada Real, un asentamiento a escasos kilómetros de la Puerta del Sol. La compañía Naturgy cortó el suministro eléctrico, con la pasividad cómplice de las administraciones locales y regionales.
Durante 1.538 días, los sectores V y VI de la Cañada han enfrentado inviernos gélidos sin calefacción ni luz. Las familias intentan resistir con motores de gasóleo y placas solares, pero los accidentes son inevitables: 25 casos de intoxicación por combustibles y múltiples quemaduras este invierno.
Las autoridades argumentan que los cortes son un paso hacia el «realojo» de las familias. Sin embargo, este discurso encubre intereses especulativos. Los terrenos que ocupan los sectores afectados forman parte de proyectos urbanísticos como Los Berrocales y Valdecarros.
LA CONDENA DE EUROPA NO ROMPE EL BLOQUEO
En una resolución histórica, el Comité Europeo de Derechos Sociales concluyó que España violó ocho artículos de la Carta Social Europea Revisada durante más de cuatro décadas. Los derechos a la vivienda, la protección de la salud y la infancia han sido ignorados sistemáticamente en la Cañada Real. Estrasburgo confirmó que las administraciones deberían haber intervenido para evitar los cortes de electricidad y garantizar el acceso a servicios básicos.
A pesar de esta condena internacional, las instituciones españolas permanecen inmóviles. El Defensor del Pueblo ha emitido repetidas recomendaciones para restaurar el suministro, pero ni el Gobierno central, ni la Comunidad de Madrid, ni los ayuntamientos implicados han tomado medidas.
En la Cañada, la infancia es la primera víctima de esta negligencia. Algunos nunca han vivido una Navidad iluminada: Madrid, una de las ciudades que más gasta en decoraciones navideñas, deja a 2.548 niñas y niños en la penumbra.
El Comité Europeo publicará su resolución definitiva en febrero. Hasta entonces, en los hogares de la Cañada se preparan para un nuevo invierno con velas, hogueras y la esperanza de que, algún día, esta sea una lucha por la que nadie tenga que volver a pasar.
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